Crímenes de baño

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3 de mayo, 1984.
Juana.

Al día siguiente, me levanté pero Devon seguía durmiendo con los ronquidos más fuertes que un hipopótamo bostezando.

—¿Cómo puede dormir tanto?— Pensé mientras me sacaba las sábanas una por una y me senté a mirarlo para comprobar que estuviera bien.

Lo intenté despertar dándole palmaditas y sacudidas suaves pero no había caso, entonces empecé a hacerlo más fuerte pero tampoco mostraba señales. —¿Se murió o qué?—Levanté su camiseta y me acerqué a su pecho para escuchar sus latidos.

Seguía vivo.

Entonces lo dejé dormir y me fui del hotel para comprarnos ropa nueva al centro.

Hoy pensé que nos merecíamos algo un poco más sofisticado, después del día anterior, en el cual mi ropa se había vuelto marrón y verde por el pasto y la tierra húmeda.

Mientras caminaba con un café en la mano, ví una vidriera en donde vendían un vestido rojo brillante, inmediatamente lo compré y aproveché para conseguir un cambio de ropa para el sucio de Devon, que usó la misma ropa roñosa para dormir.

También reservé en el bar más popular de esa ciudad, quería que hoy fuera especial.

Noté que la ciudad era bastaste grande comparado a lo que yo pensaba, tenía muchos faroles antiguos con flores violetas a los costados, pinos bastante altos de hojas oscuras, casas de madera con techos de tejas verdes acompañados por ramas que se habían caído y pequeños pájaros azules que se asomaban para armar su nido.

Se veía tan reconfortante, pensé que se vería incluso mejor cuando fuera invierno, con toda la nieve cayendo.

Volví con mis compras al hotel pero Devon ya no estaba en la cama.

Al principio no le di importancia, tal vez estaba en el baño, vomitando o cagando todos los chocolates que habíamos comido la noche anterior.

Después de tocar la puerta muchas veces, nadie respondía.

Me cansé y abrí la puerta de una patada.

Allí solo había una daga sobre el suelo, un cigarro, la única pequeña ventana abierta, que dejaba entrar un viento frío y salpicaduras de sangre por todos lados manchando los azulejos blancos de las paredes.

También había una cortina rota, con un tajo parecido como si alguien lo hubiera manoteado para cubrirse y el agua de la llave que corría tan fuerte como mi preocupación.

Me quedé boquiabierta un buen rato, procesando lo que estaba viendo.

empecé a entrar en pánico y corrí a la salida para buscarlo.

¿A dónde se había metido ahora?

Vivir de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora