Rosas marchitadas

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23 de junio, 1984, ciudad.
Juana.
Un mes después...

Mi vida desde que Devon vivía conmigo mejoraba cada segundo.

Cada día era digno de disfrutar, incluso los lunes a la mañana.

Él era el cambio que esperaba de esta ciudad.

La alarma de mi reloj hacía una sinfonía espléndida digna de una opera con los ronquidos de Devon, que hacían levantarme entre risas y energía.

Y aunque él se auto-consideraba mi esclavo personal gratuito, tengo que admitir que todas las comidas que había llevado a mi estómago estos días habían sido mis nuevas píldoras para empezar bien el día.

Con el paso del tiempo juntos pude descubrir cosas increíbles sobre Devon, como su gran fanatismo por las flores y la música.

Al atardecer, cada vez que volvía del trabajo, lo encontraba sobre la mesa, con una mano en la barbilla, radio con volumen un tanto alto y tomando un café mientras leía libros sobre el lenguaje de las flores muy interesado.

También habíamos comprado un gran jarrón azul en el centro de la mesa principal, dónde él se dedicaba a reponer flores cada vez que se marchitaran las anteriores, la mayoría solían ser rosas y tulipanes, que él solía decirme que significaban odio y secuestro, pero un día agarré su libro favorito en secreto y comprobé todo lo contrario, esas mismas flores simbolizaban amor eterno.

Me encantaba que fuera tan cursi y tierno.

Un día como cualquier otro, volvía agotada del trabajo duro mientras todos los músculos de mis piernas dolían horrores y hacía un gran esfuerzo para mantenerme parada, mentalizándome en seguir caminando unas diez calles más para llegar a casa.
Di un largo suspiro pero reanudé mi ocupación.

Abrí la puerta velozmente y me desplomé sobre la silla mientras intentaba quitarme los incómodos zapatos y uniforme.

—Hola Dev...—Mi boca se cerró de golpe cuando alcé la cabeza y me di cuenta de que no estaba.

Mis músculos se tensaron y empecé a fruncir el ceño con intriga. Me pareció un poco extraño no encontrarlo en su respectiva mesa-de-la-tarde, pero me dió igual y seguí con lo mío.

Cuando ya estaba más cómoda, me dediqué a buscarlo detalladamente, pero no lo encontraba.

Me caí de rodillas sobre el piso y empecé a entrar en pánico, no habían posibilidades totalmente nulas de que su hermano loco había vuelto para llevárselo de vuelta a Dorlake.

No, estaba siendo muy dramática.

Tal vez solo tuvo un cliente tan insoportable como yo y tuvo que quedarse un tiempo más, o solo fue a comprar flores porque las rosas del jarrón ya se habían marchitado al punto de estar marrones, o solo fue a pasar el rato con sus amigos y se le olvidó avisarme.

Pero no soy su madre para que tuviera que avisarme todo lo que hiciera.

Me cansé de pensar posibilidades y volví a mi silla anterior, puse mis dos manos sobre mi cabeza mientras apoyaba los codos sobre la mesa, y empecé a analizar cada parte del espacio con mi vista.

De pronto ví un papel escrito, lo agarré desesperadamente y que en el momento que la ví supe que era de Devon, por su caligrafía perfecta sin errores de ortografía.

Lo desdoblé y lo sostuve entre mis manos, empezando a leer con mucha intriga y estrés.

No me pueden culpar, desde mi perspectiva si se veía un tanto raro, pero sabía que Devon nunca me sería infiel

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No me pueden culpar, desde mi perspectiva si se veía un tanto raro, pero sabía que Devon nunca me sería infiel.
Aunque ahora, corrían algunas horrorosas sospechas que quería sacar de mi mente lo antes posible.

Intenté hacerle caso a lo que decía, pero en el momento en el que comí la comida recalentada y dormí sin sonidos en pura paz, no pude evitar que se me escaparan algunas lágrimas.
Soñé en vida y sueño que mañana sí volviera.

Vivir de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora