Capítulo 21.

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André no había dejado de preguntarse cómo es que no se había dado cuenta antes cuando había tenido a Bastián temblando y delirando frente a él en aquél almacén. Cuando Bárbara lo hizo pensar en la persona malvada y oscura que era Bastián. Había caído en la cuenta de algo muy importante que lo hizo unir piezas a una velocidad inverosímil. Bastián no siempre había sido así. Si bien se daba una idea del porqué de su odio hacia él y a los elementos, André lo había conocido mejor que nadie en el mundo, y sin embargo, las veces que había tratado de matarlo no había podido reconocerlo como Bastián. Después de haberse despedido apresuradamente de Bárbara, André había corrido hacia la biblioteca a revisar por última vez aquellos libros marcados. Solo recordando lo que alguna vez fueron pudo entenderlo todo. Había apagado todas las luces del apartamento que rentaba. Las cortinas impedían el paso de la luz de los faros y la luna, dejando el interior del lugar siendo alumbrado por la única lámpara encendida. Suspiró con cansancio dejándose caer en el sillón con los libros arruinados a un lado. Cuando la luz de la lámpara empezó a parpadear supo que la espera había terminado.

-está muy oscuro aquí-

Escuchó decir en algún lado de la habitación.

-no te gusta mucho la luz- respondió André con aparente indiferencia, tomando uno de los libros a su lado.

Los pasos de Bastián se acercaron lentamente para tomar asiento frente a él.

-muy amable- dijo con un tono de diversión en su vos -¿a qué debo todas estas... molestias?-

André se encogió de hombros –quería charlar con un viejo compañero. Tómalo como... nuestro tiempo fuera- entonces abrió discretamente el libro en una de las paginas dañadas -¿recuerdas cuando éramos niños?-

Bastián bufó mientras se acomodaba en su lugar -¿podrías ser más específico? Fue hace Milenios-

-recuerdo la mañana en que te conocí-

Bastián asintió -cómo olvidarlo- dijo llevando su mirada mucho más lejos que aquél lugar –fue un gran día-

-las sombras estaban por doquier. Asustaste a muchos niños y todos salieron corriendo-

-no fue mi culpa- se defendió el otro –tenía diez años-

-lo sé- respondió el otro serenamente para luego seguir rememorando -casi me matas-

-estas siendo exagerado Andrós-

-cuando intenté acercarme me lanzaste rocas-

-tenía diez  años y eran piñas de pino- enfatizo el otro torciendo la mirada.

-pues dolían como rocas-

-bueno, no te quejaste hasta que te diste cuenta de sangrabas-

André torció la boca en un asomo de sonrisa -siempre fuiste mucho más fuerte que yo-

La sonrisa también se asomaba en el rostro de Bastián –sangrabas por todo-

-siempre era tu culpa-

-por supuesto que no. ¿Recuerdas aquella vez en el acantilado?- mencionó con malicia -yo pensaba saltar solo y tú te aferraste a acompañarme-

André negó con una sonrisa mucho más notoria –es que eras tan necio-

-si tan siquiera hubieras seguido mis indicaciones no hubieras salido de ahí con las piernas tan lastimadas- 

-no dolía tanto- rememoró el otro.

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