Capítulo 29.

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Alice tenía un calendario en la pared a un lado de su espejo. De un tiempo a otro, su apariencia, y el día en el que vivía se habían vuelto igual de importantes. Cada día tachaba un cuadro y volvía a contar cuánto tiempo faltaba para la luna de Éter. El tiempo estaba pasando tan rápido que un mes ahora se había convertido en una semana, y todos estaban claramente aterrados.

Miranda dominaba el poder de la luz cada día mejor que el anterior, pero cuando se trataba de hacerlo bajo presión, el barco se hundía sin más, sin embargo nunca se rendía. Eso era algo especial en Miranda. Era probablemente la más aterrada de todos. En sus manos estaba el poder de terminar con aquella batalla. En sus manos estaba salvar la vida de un hombre. Era difícil y peligroso. Y era principalmente una gran responsabilidad para ella. Pero por encima de todo, Miranda era valiente, y estaba comprometida a hacer que esto funcionara a como dé lugar.

Jack estaba teniendo sus propios problemas, o eso parecía. En las últimas semanas había estado adaptándose a una vida aparentemente sin límites. El problema era que Jack siempre se limitaba. Y verse rodeado de lujos y eventos elegantes lo ponían nervioso. Jack tampoco le había contado a nadie sobre sus sueños. Siempre el mismo, siempre despertando con el sentimiento de un instrumento punzante atravesando su corazón. Callarse le estaba costando la mente, y no estaba muy seguro de por qué callaba. Tal vez prefería asegurarse de que todos estuviesen bien antes de dar una sentencia fatal.

Alice había estado desarrollando sus poderes con gracia y elegancia. Muy digno de ella. Pero no había podido disfrutar de ello cuando cada mañana en el desayuno, cada tarde en la escuela, y cada noche al cenar, tenía que ver a Alex ignorarla deliberadamente. Todo el mundo había intentado hablar con él. Su familia, Jack, e incluso Miranda. Pero él solo los ignoraba y se encerraba en su cuarto cuando podía. Alice esperaba que cuando todo el peligro pasara pudiera contarle todo a Alex. Deseaba poder contarle todo al igual que antes. Quería poder mostrarle sus poderes y que comprendiera que lo amaba tanto que no había podido decírselo antes. Pero para eso, tenía que vivir una semana más.

Por ultimo estaba Clay. Él estaba teniendo todo aparentemente más fácil. No le había costado mucho controlar sus poderes. Y no tenía una vida tan complicada en comparación a los demás. En lo único que se había tenido que preocupar durante aquellas semanas era en ser un buen novio. Y para Alice, lo estaba haciendo de maravilla.

-¿contar los días no te pone nerviosa?- preguntó Clay terminando de subrayar un párrafo del libro de historia.

Alice tachó el día anterior con un marcador rosa y se sentó en la cama a un lado de Clay -no- respondió plantándole un rápido beso en la mejilla -más bien me pone alerta. ¿No podemos evitar que llegue el día o sí?- Clay asintió mientras cerraba el marca textos. Él sí que estaba nervioso. Pese a que había intentado verse tranquilo no podía evitar preocuparse por Miranda cada que veía las maras en el calendario de Alice.

Alice observó a Clay con un poco de gracia. En un cuarto completamente pintado y decorado de rosa, Clay desentonaba de una forma divertida. Clay tenía un aura gris rodeándolo a todas horas. Incluso su ropa solía ser poco colorida o llamativa. Pero para Alice verlo en su cuarto era como contemplar una buena obra de arte.

-estaremos bien... ¿sabes?- dijo ella en tono conciliador -André lo dijo. Y confiamos en André-

Clay confiaba en André. Y confiaba en Alice confiando en él. Pero lamentablemente ese hecho no disipaba sus preocupaciones. Desde hacía un tiempo Clay estaba sintiendo que lo seguían. Todo el día hasta que llegaba a su casa. Incluso cuando encontraron un claro en el bosque donde practicar en las tardes había sentido que alguien los había seguido, pero nunca pudieron encontrar a alguien a la redonda. A Clay no le gustaba ser observado. Y ese sentimiento lo estaba poniendo nervioso.

LOS 4 ELEMENTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora