Mi nombre es Hestia Miller tengo 19 años y vivo en Los Ángeles, California, junto a mi madre y a mi hermana Eris. Soy bicampeona en uno de los torneos de boxeo más prestigiosos del país. El boxeo ha sido mi vida,una pasión que heredé de mi padre, un ex boxeador que ahora dirige su propia academia .Aunque no lo veo desde hace años, sus enseñanzas siguen vivas en mí, aún tengo los recuerdos de cuando me enseñaba a pegarle al saco y cómo debía de moverme dentro del ring para salir victoriosa.
Hace unos meses que fui traicionada de una de las peores formas cuando me enteré de que mi mejor amiga se estaba metiendo con mi novio desde hace un año. Me parecía una locura como dos personas tan importantes en tu vida podían hacerte sufrir de esa manera, sacándote mil emociones por segundo. Y sin duda, aún sentía a flor de piel dos de esas emociones: el odio y el desprecio. Y parecía que ninguno estaba dispuesto a abandonar mi cuerpo.
Me gustaba participar en cualquier cosa relacionada con el boxeo, por lo que no sorprendería a nadie mi presencia en peleas ilegales a las afueras de la ciudad. Y si antes el boxeo para mí lo era todo, debido a esta situación se transformó en mi refugio, la forma de liberar la tensión y la ira acumulada en mi pecho. Ante la situación, Eris era mi apoyo en todo esto, pues ella sabía que boxear me ayudaba a liberar toda la tensión y enojo que aún me causaba pensar en mi ex y Aubrey, a pesar de haber pasado tres años ya. Aunque pareciera una exageración, era algo normal en mí, al ser tan rencorosa no me era sencillo olvidar a aquellos que me lastimaban.
Eris y yo nos encontramos en una pelea ilegal a las afueras de la cuidad—¡Bienvenidos una vez más! Esta noche tenemos muchas peleas, así que... Vamos a ver quiénes son los primeros de hoy —el chico habla, pero, la realidad es que no estoy prestando atención al chico que sacará los papelitos. No cuando Aubrey está a unos metros frente a mí, y parece no notar siquiera mi presencia.
—¡Maldita sea! —me murmuro a mí misma, incapaz de contener la ira. Mis manos se cierran en puños.
Intento contener mi respiración entonces, quiero dejar de sentir cómo cada parte de mi cuerpo se tensa y como en respuesta mis manos se hacen puños.
—Hestia —la voz de Eris me saca de mi remolino de sensaciones, así que la miro.
—¿Qué? —digo, frunciendo el ceño. Ella luce algo preocupada por mi forma de responder, sin embargo, carraspeo— Lo siento, ¿Qué me decías Eris?
—Tu nombre, dijeron tu nombre... —asiento, ella me ve algo agobiada, así que arqueo una ceja ante su gesto— Vas contra Aubrey.
Siento que la sangre se agolpa en mis pies, y de la nada una sensación cálida me recorre el cuerpo. No pensaba que algún día tendría la oportunidad de ajustar cuentas, sin embargo, algo en mí siente tanta satisfacción de imaginarme cobrando todo lo que me hizo pasar.
—Genial —digo.
—Hestia, espera... —Eris dice y yo hago un gesto con la mano, deteniendo lo que sea que me planeara decir.
—No —respondo— Deseará nunca haberme conocido. — Y me alejo de Eris.
Camino hacia el centro de todos, mientras Aubrey ya se encuentra en el lugar. En cuanto me abro paso entre los demás, Aubrey está concentrada mientras se prepara. Un hombre comienza a decir las reglas que ya sé, sin embargo, yo solo logro concentrarme en el gesto desinteresado de la chica frente a mí.
«¿Cómo carajo sigue ignorándome de esa forma?».
La veo sonreír a alguien que dice su nombre fuerte en el público, y solo logro enfurecerme más. En serio quiero molerla a golpes.
Cuando nos indican acercarnos a chocar los puños y su mirada se fija en mí, veo el miedo atravesar su rostro. Me ha reconocido.
Me acerco un poco más a ella y aunque quiero decirle "te va a salir bastante caro tu jueguito", me contengo. Me contengo porque de cierta forma todo el enojo se sigue acumulando, y eso me garantizará algo... Golpes llenos de fuerza y adrenalina.
Nos alejamos, y cuando suena la campana, comienza la pelea. Mi pelea.
No tardo en darle un golpe de derecha, con movimiento medio. Ni muy fuerte ni muy suave. Me muevo de manera que parece que estoy bailando.No logra pegarme aún y tampoco le permitiré que lo haga. No pienso darle el gusto de siquiera tocarme un cabello.
Me incorporo hacia ella y le hago un clinch, la suelto y le doy un hook en la mandíbula. No pierdo la oportunidad y seguido le doy otro en las costillas.
Así, es que ella cae. Y veo en esto mi oportunidad. Ni siquiera le da tiempo de levantarse cuando me abalanzo sobre ella depositando un golpe en su cara, me detengo, la miro. Te odio.
Doy un golpe ahora en su nuca y seguido en su cabeza. Luce aturdida y confundida de mis movimientos, la sangre que brota de su piel parece hipnotizante. Siento que no puedo parar, cada parte de mí siente satisfacción de poder lastimarla de esta forma y cuando estoy a punto de propinarle otro golpe, soy jalada con fuerza lejos de la chica tirada frente a mí.
—¡Carajo, Hestia! ¿Acaso estás loca? —intento incorporarme nuevamente al centro, a seguir la pelea, pero Eris me jala de mi ropa y me hace mirarle de frente, con un gesto severo— ¡pudiste haberla matado si no...!
—¿Si no me hubieras sacado? —digo, en un gruñido— Oh, claro que sí hubiera sido así.
Eris frunce el ceño. Parece decepcionada y asustada.
—Yo... Yo quería matarla, Eris —confieso— Después de todo lo que esa cabrona me hizo, no podía dejar de pensar en eso —mi pecho arde— Y lo que más me enoja de todo es que ¡nunca tuvo la puta intención de disculparse!
Mi respiración está agitada. Eris me toma del brazo y me quita del lugar. Siento que el aire frío golpea mi cara.
No quería volver a verla, definitivamente no. Quizá hubiera sido mejor salir de ahí. Ignorarla y solo irme. Pero no pude... Simplemente no.
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Diosa del Ring
Teen FictionHestia Miller, vivió toda su vida en Los Ángeles, bicampeona de las competencias más grandes de boxeo del país, pero un evento traumático hace que se tenga que alejar de lo que más ama, el único lugar donde se siente ella misma, el ring Se prometió...