Ya eran las diez de la mañana, mi padre ya se encontraba en casa, reposando y yo ya me estaba encaminando al gimnasio en auto, ya que mi padre tiene que estar en reposo absoluto, concordamos que sería más práctico por cualquier emergencia yo tener siempre el auto a mano.Pasé toda la mañana tratando de ponerme en contacto con entrenadores que estuvieran dispuestos a sustituir a mi padre, pero fue completamente inútil. Ninguno tenía la agenda lo suficientemente libre como para poder dedicarse a ello. No podía, de ninguna manera, dejar el gimnasio sin entrenador y dejar a mi padre ansioso sin saber cómo se resolvería esta situación. Por lo tanto, planeaba evitar verlo tanto como fuera posible hasta que todo estuviera resuelto.
No voy a mentir que una solución ridícula se asomó en mi cabeza, entrenarlos yo, pero automáticamente archivé la idea en el fondo de mi cabeza. Los chicos por estos días hasta que no encontrara una solución iban a entrenar entre ellos sin supervisión, más bien cómo prácticas.
A la tarde me dirijo a la academia para hablar con Bob, las conversaciones con Bob siempre son clarificadoras
—Siéntate— me dice con una sonrisa.
—No sé qué más hacer, no hay un entrenador con agenda libre disponible para venir a entrenar por ese poco periodo de tiempo, ya me he quedado corta no hay nada más para hacer— le digo, cruzándome de brazos.
—Tú sabes perfectamente lo que se debería de haber hecho desde el momento uno, hablar con entrenadores es tiempo tirado a la basura, pequeña tu sabes perfectamente cual es la mejor opción.
Sé a qué se refiere y no sé si me consuela o si me altera el hecho de que hayamos pensado ambos en lo mismo.
—No lo sé Bob, ¿tú en serio lo piensas?
—Si no lo pensara no te lo diría, además no es algo fijo, es algo momentáneo.
—Tú diles a los chicos que compiten que mañana se presenten todos, que ya tienen quien los entrene, solo no les digas que soy yo.
Me sonríe en respuesta. Espero que realmente sea una buena solución. Creo que una vez me ponga los guantes de boxeo nuevamente, no querré sacarlos nunca más. Ya saliendo en la puerta me topo con Tristan quien me sostiene la mirada.
—Perdona que no llamara.
—Tampoco es que estuviera sentada esperando tu llamada Tristan.
—Me imaginaba que estarías agobiada y no te quería molestar.
—Fue un error, pensé que la habíamos pasado bien, te beso y ni siquiera me buscas al día siguiente- le respondo cansada.
—La pasamos bien, fue un error mío déjame compensarte.
—¿Cómo?— le pregunto bajando un poco la voz, aún estamos en la mitad de la puerta.
—Ya verás soy muy bueno, pero mientras tanto, por hoy mientras no te lo recompenso,vamos a mi casa, te cocino y bebemos vino ¿te parece un buen plan?
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Diosa del Ring
JugendliteraturHestia Miller, vivió toda su vida en Los Ángeles, bicampeona de las competencias más grandes de boxeo del país, pero un evento traumático hace que se tenga que alejar de lo que más ama, el único lugar donde se siente ella misma, el ring Se prometió...