Hestia Miller, vivió toda su vida en Los Ángeles, bicampeona de las competencias más grandes de boxeo del país, pero un evento traumático hace que se tenga que alejar de lo que más ama, el único lugar donde se siente ella misma, el ring
Se prometió...
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Sí, besé a Tristan con una urgencia que nunca antes había experimentado, pero era necesario. Necesitaba sacar esos malditos ojos grises de mi cabeza, su voz arrogante, su postura desafiante; todo en él era desafiante y excitante.
Mis ganas no eran de golpearlo; requería de mucho control y autocontrol, porque lo que realmente deseaba era saborear sus labios, sentir el aliento que exhalaba por su boca. ¿Serían cálidos o fríos sus labios?
Que eso pasara por mi cabeza luego de que casi me dejara sin cámara deja mucho a desear, mi psicólogo no estaría para nada orgulloso del rumbo que van tomando mis pensamientos, no necesito ni tan siquiera tener una sesión de terapia con él para confirmarlo.
Sé que es él, el chico de la moto, aunque probablemente yo no le haya quedado estampada en su memoria cómo él lo hizo en la mía, solamente estaba archivado, pero al momento que lo vi en el ring reconocí sus ojos de inmediato, los reconocería en cualquier lado.
Me golpeo mentalmente y vuelvo a la realidad donde estoy con mis amigos y con Tristan en un Uber y no pensando en un desconocido que lo único que sé sobre él es que tiene unos ojos grises que me harían reconocerlo en cualquier lugar posible.
Sacudo la cabeza para sacar estos pensamientos y Kade a mi lado se da cuenta de que me encuentro dispersa.
—¿Todo en orden? — pregunta mirándome fijamente.
Asiento poco convencida e intento sacarlo de mi cabeza sin éxito, tratando de centrarme en los chicos y en Tristan, de quien casi me he olvidado por completo.
Nos dirigimos en Uber a una fiesta en los alrededores, donde habían invitado a los chicos, y automáticamente yo estaba incluido. Últimamente, me sentí así, como una más en el grupo junto a Kade y Zeus. La fiesta la organizaron otros competidores de boxeo, con los cuales los chicos tenían una buena relación, especialmente Zeus. Antes de unirse a la academia, Zeus había pasado un breve período en donde entrenaban algunos de los chicos que habían estado en la competencia hoy. Me pregunto si el chico desconocido los conoció.
De la academia estamos todos, Hermes incluido, su mirada hacía que me recorrieran escalofríos por el cuerpo, me hacía sentir incómoda,me miraba analizándome, cada paso que daba, siempre alerta, no sabía el porqué y no lo soportaba, era exasperante su manera de mirarte, haciéndote sentir culpable aún así no has hecho nada.
Me encontraba inconscientemente, o tal vez no tanto así registrando todos los lugares del club intentando en la oscuridad divisar un par de ojos grises, sin éxito.
—Sigo queriendo pagar por tus pensamientos Siento a mis espaldas la voz de Zeus, lo que me hace saltar por la sorpresa, me doy la vuelta y quedamos frente a frente.
No sé si decirle el rumbo de mis pensamientos, o si simplemente responderle con alguna que otra cosa, en un momento le hubiera confesado, pero ahora, parece que aquel beso puso una traba en mí, en no poder exprimirme cómo una vez lo hacía con él.