Capítulo veintitrés

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De camino al super no logro sacarme a la tal Chloe de la cabeza y la incómoda tensión que había en ese ascensor

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De camino al super no logro sacarme a la tal Chloe de la cabeza y la incómoda tensión que había en ese ascensor.

—¿Sabes qué? —dice deteniéndose de repente, antes de que podamos subirnos a su moto, deteniendo el flujo de mis pensamientos obsesivos.

—¿Qué?

—Y si en vez de ir al super.... vamos a una heladería— dice y su pregunta salió mas en tono de afirmación que en son de pregunta, su propuesta me agrada mucho más de que ir a comprar helado, es algo más romántico, aunque debo de tener los estándares respecto al amor muy bajo para que el plan de ir a una heladería me parezca algo romantico.

—Me gusta el plan eh —le digo sonriéndole y posando mis ojos sobre sus carnosos labios.

—Vamos a pie —dice a lo que enarco la ceja, preferiría ir en moto definitivamente.

—Uy perdona me había olvidado que con tu estatura se te hace dificilísimo seguirme el paso.

—Ey— digo empujándolo —no es eso, es que estoy cansadísima—digo quejándome cómo una niña de seis años a lo que el suelta una carcajada, burlándose de mí, y es ahí que se la dejo pasar y decido darle el gusto por esta vez—Vale tienes razón eres muy alto y yo un umpalumpa—digo mientras me río uniéndome a él.

—Lo que tu quieres es subirte a mí—dice con picardía mirándome a los ojos, y si tan solo supiera qué lo que yo quiero no es subirme a él en plena calle y si entre cuatro paredes....

—Déjame pensarlo..... —digo haciendo una pausa dramática intencionadamente y volviendo a posar mi mirada sobre sus carnosos labios —Totalmente me quiero subir encima de ti —digo totalmente a sabiendas del doble sentido que abarcan mis palabras.

El me mira y la carga de intensidad de sus ojos es embriagadora, es intenso, habla sin la necesidad de utilizar palabras y eso me encanta.

—Vaya que eres directa eh nena—sus ojos grises, que ahora se oscurecieron cómo la noche cubierta de niebla me miran esperando una respuesta que no llega —Podemos no ir a la heladería y te dejo que estés encima mío de todas las maneras que a tu retorcida mente le apetezca eh—

me quedo embobada mirando la naturalidad que dice cosas tan salidas de tono sin mover un pelo, cómo si estuviera pronunciando la lista de compras, sin un atisbo de nerviosismo o vergüenza, es muy seguro de sí mismo, y dios, un hombre seguro de sí mismo hace estragos con mi cabeza....

—Em—digo sin saber que decir, ya no logro conectar las cuerdas vocales con mi cabeza.

—¿El gato te ha mordido la lengua nena? — dice curvando sus labios.

—Perdona, mi mente estaba en otro lado

—Eso seguro— dice guiñándome un ojo —Vamos a la heladería, súbete a caballito, que se que te encanta y mueres de ganas—dice con voz calma y vaya sabe como alterarme las hormonas este chico.

Diosa del RingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora