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         HABÍA PASADO UNA SEMANA desde que Rickard Stark había abandonado los muros de Invernalia. El invierno ya no se acercaba, ya estaba aquí. Siete días largos habían pasado y todavía no teníamos ninguna información nueva de Brandon o de Lyanna, todavía faltaban tres semanas más para que Rickard pisara Desembarco del Rey, o eso decía el Maestre. Benjen estaba todo el día pegado a mí, preguntando sin parar cuándo iban a volver, yo no lo sabía, pero el niño parecía no entender que esa información todavía no llegaba a nosotros.

Ahora estábamos en mi habitación, en realidad era la habitación de Ned. Benjen estaba sentado en el sillón frente a la chimenea, meciendo a Edrick en sus brazos, se había encariñado muchísimo con su sobrino. Yo, sin embargo, estaba sentada a unos metros de ellos, en el tocador que mi esposo mandó a hacer después de casarnos, escribiendo una carta a mi tío Brynden para felicitarle por su día del nombre. Al final de la carta, también rogaba por cualquier información que pudiera conseguir de los Stark, rezando porque él supiera algo que nosotros no.

Era frustrante verdaderamente, la incertidumbre y el desconcierto que esto provocaba. Sin embargo, todos nos hacíamos los fuertes y actuábamos como si nada malo hubiera pasado.

— Mi Señora – Interrumpió mi escritura una doncella bajita, a la que miré en seguida —, el Señor Robert Baratheon acaba de llegar a Invernalia.

Asentí brevemente, poniéndome de pie de inmediato. Le estábamos esperando.

— El Señor Stark me dijo que le dijera que no se preocupe, que se reunirán en la cena – Informó la mujer antes de marcharse.

Bien, eso me dejaba unas horas antes de ir al Salón. Me acerqué entonces a Benjen y a Edrick, y tomé asiento en el sillón que estaba justo al lado de ellos.

— ¿Tienes ganas de ver a Robert Baratheon? – Le pregunté esbozando una pequeña sonrisa mientras miraba a mi cuñado.

Él niño torció una mueca indecisa. Aunque no levantó la mirada de mi hijo, ni dejó de acunarlo suavemente. Una suavidad impropia de un norteño.

— No le conozco mucho – Confesó en un corto murmuro —, cada vez que ha venido con Ned se mantienen los dos ocupados con sus propios menesteres.

— Yo tampoco le conozco – Admití también, haciendo que el niño me mirara confundido. Si bien era el mejor amigo de mi marido, nunca habíamos hablado mucho, excepto un par de veces, en Harrenhall y en el mismo salón en el que nos reuniríamos esta noche —, pero parece una buena persona, tal vez nos entretenga un poco esta noche con alguna historia digna de los grandes castellanos sureños.

— Seguramente sólo se emborrache – Aseguró Benjen poniendo una mueca de asco —, es lo que hace siempre.

— Tal vez te sorprenda – Insistí soltando una pequeña risa ante el descaro del niño.

No estaba muy convencido, yo tampoco. Ese hombre ni siquiera se había sentado a cenar la última vez que estuvo en Invernalia. Si se hubiera sentado hubiera sido en la mesa de los Stark, pero no estaba nunca a la vista. Nosotros nos preparamos para la cena mientras Benjen iba a hacer lo mismo en su habitación, asegurándome que volvería en seguida a escoltarnos a mí y a mi bebé al gran salón. Era muy tierno, demasiado para su propio bien.

       Cuando Benjen volvió, cargó a mi hijo en seguida y los tres nos fuimos al salón mientras yo caía en la cuenta de que era la primera vez en todo el día que vería a Ned. Se levantaba al alba, y tan sólo volvía a nuestros aposentos a dormir. Estaba demasiado ocupado con sus consejeros y los Maestres. Además, también estaba recibiendo y organizando al resto de casas vasallas en el Castillo, asignando habitaciones a los abanderados de su padre y organizando un campamento para los soldados. Invernalia parecía realmente asediada con la cantidad de tiendas alrededor. Hacía un frío horrible y no dejaba de nevar, pero la gente seguía permaneciendo fuera de los cálidos muros del castillo.

La pequeña Tully  || AU GoT Eddard Ned Stark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora