31

710 110 12
                                    

          VEÍA AL BEBÉ en los brazos de la vieja Nana, llorando sin parar mientras la mujer lo zarandeaba con cuidado de un lado para otro. Este ya no era el bastardo de mi esposo, ahora era mi sobrino. El único recuerdo vivo de mi amiga, el único recuerdo vivo de Lyanna. Me sentía estúpida por haber estado tan ciega con el parecido de ambos. Era un Stark, esos rasgos eran evidentes, pero no era descendiente del Stark que yo creía. Mi corazón roto estaba arreglándose poco a poco, con una mente más clara respecto al niño que mi marido trajo a mi hogar refugiado bajo su capa.

Aunque yo supiera ahora la verdad, el resto del mundo no lo hacía. Notaba la mirada burlona de algunas señoras que todavía permanecían bajo mi techo, aún después de las festividades en Invernalia. Pero eso era algo con lo que podría vivir.

— ¿Te encuentras bien? – Preguntó sigilosamente Ned, sentado a mi lado en la mesa, sujetando a Edda en sus brazos.

Tenía una mueca preocupada, con la misma mirada melancólica que nunca abandonaba sus ojos.

— Sí, querido – Le aseguré con un pequeño asentimiento.

Él esbozó una diminuta sonrisa mientras, por debajo de la mesa, estrechaba mi rodilla.

Todo había cambiado, incluso entre nosotros.

Un par de días después, recibí una carta amenazante bajo el sello de la casa Tully.







" Querida Shaera,

Espero que estés bien, y que el Norte te trate como merece ser la tratada su propia Señora.

Estoy preocupado por tu hermana Lysa, sé que el matrimonio que tu marido prometió con Robert Baratheon ahora es irremediable. Sin embargo, me gustaría que inspiraras a Eddard a buscarle un esposo apropiado a tu hermana.

Petyr se ha unido a la corte, pero, incluso, como el consejero de la moneda, es muy poca cosa para tu hermana, por mucho que ella insista en casarse con él.

Tal vez haya algún vasallo de la Casa Stark digno de desposar a tu hermana.

Espero tu respuesta,

                Señor Hoster de la Casa Tully."

Mi padre era un hombre de armas tomar cuando alguien tocaba a su familia, aunque tuviera que empujarle a ayudar a mi casa en tiempos inciertos de guerra. Sabía de buena tinta que su decisión no tambalearía si se trataba de Lysa y su reputación. Por lo que, la misma noche que recibí la carta, acudí al despacho de mi esposo, donde sabía que estaba trabajando.

Cuando crucé la puerta estaba prácticamente a oscuras en la habitación, con la tenue luz de una vela iluminando vagamente su escritorio y su propio rostro.

— ¿Todavía estás trabajando? – Pregunté en un suave murmuro mientras me adentraba cerrando la puerta a mis espaldas.

Lentamente levantó su cabeza de los libros de cuentas, los conocí bien en su ausencia en la guerra, eran un completo desastre, y una comedura de cabeza.

— Lo lamento – Se disculpó al momento, mostrando un rostro cansado —, necesitaba terminar con el recuento de grano que necesita la casa Karstark para este próximo invierno.

— No te preocupes – Asentí mientras tomaba asiento en una silla frente a él —, te haré compañía, si no te importa.

    Él asintió antes de volver a sumergir su pluma en la tinta y continuar con su trabajo.

— ¿Necesita más grano del habitual? – Pregunté interesada, echando un ojo a los pergaminos.

— Y maíz – Respondió frustrado —, exigen más de lo que necesitan.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? – Pregunté dubitativa, mordiendo un poco mi labio inferior con un poco de incomodidad.

       Él se reincorporó en la silla, mirándome con atención, sin dejar de lado ni la pluma ni los pergaminos.

— ¿No tiene el señor Karstark un hijo de tu edad? – Pregunté curiosa, provocando que su rostro se torciera en una mueca confundida.

— Sí, Rodrik – Respondió confundido, sin entender muy bien a dónde quería llegar.

— ¿Está prometido? – Pregunté insistente, aunque sin mostrar muchas emociones en mi rostro.

— Creo que no – Respondió todavía más confundido, mirándome extrañado antes de preguntar —, ¿por qué preguntas?

— He pensado que, tal vez – Me detuve, pensando qué decir —..., podríamos proponerle desposar a mi hermana, Lysa – Ofrecí con poca seguridad en mi propia voz —. Tal vez eso le calmaría un poco los humos al Señor Karstark tras la muerte de sus hijos en la guerra, uniría a su casa con la nuestra, y con mi padre.

        Él valoró la propuesta durante un tiempo considerable.

— Será un honor para ellos – Añadí —, Lysa era quien iba a desposar al Rey previo a Cersei.

— Tal vez Rodrik no encuentre a Lysa de su agrado – Confesó al poco tiempo, con una sinceridad arrolladora, un poco nervioso.

— Mis hermanas son mujeres bellas, nobles y bien educadas – Le recordé un poco ofendida.

— Son sureñas – Afirmó al instante —, las mujeres sureñas no caen muy bien en el Norte.

— ¿Qué hay de mí? – Pregunté riéndome un poco.

Había conseguido ganarme el respeto de la gente, tal vez no su cariño, pero, al menos, me respetaban.

— El Señor Karstark aconsejó a mi padre que no nos casara con ninguna de vosotras – Aseguró con un poco de vergüenza en su voz —. Y, en la guerra, Rodrik se rió de Robert por desposar a la hermana menos agraciada de las Tully.

      Asentí recibiendo la información, aunque estaba en desacuerdo y me encontraba ofendida por todo esto. ¿Quién era el Karstark para decirle a mi suegro que no nos desposara?

— Tal vez hayan cambiado de opinión – Afirmé indecisa, ofreciendo esta última baza.

— Puedo ofrecerles la unión, pero no puedo asegurarte que acepten mi propuesta – Me ofreció finalmente, antes de reírse un poco —, puedes decírselo a tu padre.

      Llena de vergüenza, noté mi cara entera volverse roja, y una risa nerviosa abandonó mis labios.

— Le preocupa Lysa – Confesé todavía nerviosa, me había descubierto —, no encuentra un marido para ella, y sabe que la están tachando de solterona, me ha pedido ayuda.

— ¿A tí o a mí? – Preguntó alzando una ceja, riéndose todavía un poco con la situación.

— Me pidió que te inspirara a ayudarle – Respondí riéndome también con él.

Soltó una grandísima carcajada, nunca había visto a Ned reírse tan abiertamente. Disfruté de ese momento, del sonido gutural de su risa, antes de que terminara.

— ¿Por qué envía Hoster Tully a su hija para convencerme de sus planes? – Preguntó vacilante.

Me reí suavemente, mientras me acercaba peligrosamente al otro lado del escritorio.

— Tal vez tenga una fuerza poderosa sobre mi esposo – Murmuré subiéndome ahorcajadas sobre él.

La pequeña Tully  || AU GoT Eddard Ned Stark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora