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CUANDO LLEGUÉ A Invernalia, ya llevaba un embarazo de dos lunas conmigo, y una pequeña barriga creciendo rápidamente, mucho más rápido de lo que Edrick había crecido en tan poco tiempo.

Desde la lejanía notaba que el campo de tiendas de los soldados había desaparecido, tan solo quedaba el rastro en la nieve y un poco de humo de las hogueras que apagaban la nevada que comenzaba a caer sobre nosotros. Se habían marchado ya, antes de que llegáramos.

Cuando cruzamos los primeros muros del castillo, hasta el gentío había desaparecido. Ahora sólo quedaban mujeres y niños saliendo de sus casas para vernos entrar y recorrer las calles desoladoras de Invernalia.

Temiendo lo peor, apreté el paso hasta la entrada a la que era mi casa y allí, busqué a Ned con la mirada, pero él tampoco estaba allí, como ningún hombre. En las puertas tan solo se encontraban las criadas y el Maestre Luwin. Ethan Glover se acercó rápidamente a auxiliarme y me ayudó a desmontar el caballo y poner los pies en el suelo. Mis piernas temblaban por la falta de sangre, pero me moví como pude acercándome a las criadas, buscando entre ellas un pequeño bulto castaño, hasta que en los brazos de la vieja Nana lo encontré.

Le arrebaté en seguida a Edrick de los brazos y lo estrujé contra mi pecho mientras lloraba sin ningún tipo de pudor sobre mi hijo. Lo había extrañado tantísimo... y ahora llegaba y me encontraba sola, en un castillo enorme, sin Ned a mi lado. ¿Qué voy a hacer ahora?.

Rápidamente todo el gentío se arrodillaba mientras todo, a una sola voz decían "Mi señora". Alcé la cara empapada en lágrimas mientras miraba alrededor los rostros solemnes de estas mujeres norteñas mostrando un respeto que no había visto antes en ellas, ni siquiera hacia el Señor Rickard Stark. Esbozando una pequeña sonrisa tuerta, dí un pequeño asentimiento haciendo que se levantaran al mismo tiempo.

— Venga, mi Señora – Me pidió el Maestre Luwin acercándose a mí y apoyando su mano en mi hombro derecho —, tengo muchas cosas que mostrarle.

Siguiendo al hombre, llegamos al despacho de Ned, donde cerró las puertas a cal y canto antes de apresurarse al escritorio y buscar algo entre los pequeños estantes tras él. Y, rápidamente, lo encontró.

Me pasó un manuscrito ocre y, al abrirlo, distinguí la caligrafía apresurada y tuerta de mi señor esposo. Las lágrimas eran imparables entonces. Tomé asiento frente al escritorio, y coloqué a Edrick en una mejor postura. Era imposible no notar lo mucho que había crecido en luna y media que no lo había visto, en seguida comenzaría a gatear, de eso estaba segura. Desenrollé el pergamino, y mis ojos se clavaron en las palabras tintadas en él.






"Mi amor,

Esta es mi última noche en Invernalia antes de partir hacia el Valle de Arryn, donde me reuniré con Robert y Jon. La guerra se acerca tan rápido como el Invierno se adentra en este castillo. Parece algo inminente.

Calculo que todavía faltan un par de días para que vuelvas a casa, y lamento muchísimo no poder recibirte como te mereces. Quiero que sepas que la vieja Nana ha estado a cargo de Edrick esta última luna y que nuestro hijo ha tenido los mejores cuidados y atenciones, por eso no ha de preocuparse mi señora esposa.

No sé todavía cuando volveré a casa contigo y con nuestro hijo, pero enviaré mensajeros para informarte de nuestros avances y nuestro bienestar.

Te he extrañado muchísimo y lamento mucho tener que extrañarte un poco más.

Siempre tuyo,

Eddard Stark."






Llorando llevé mi mano contra el pequeño bulto de mi barriga. Ned no estaría en este parto, de eso estaba convencida. Las guerras eran temporadas largas e inciertas y lamentaba tanto ser la esposa que se quedaba en casa aguardando cualquier noticia, con un niño creciendo dentro de mí de un traidor a la corona y teniendo que criar a otro.

El Maestre Luwin me informó de que, a partir de ahora, debía ejercer el cargo de Señora soberana del Norte en regencia de mi señor esposo, y, como tal, yo regiría sobre todas las tierras, organizaría los alimentos y los alojamientos de las mujeres del Norte. Únicamente una docena de guardias custodiaban Invernalia, en turnos de tres en tres, y la sensación de peligro era angustiosa.












Cuatro meses después de mi llegada a Invernalia habían cambiado mucho las cosas por aquí. Ahora todos los niños, mujeres y hombres ancianos o minusválidos del Norte nos refugiábamos en el enorme castillo que era Invernalia. Una decisión osada, Mi Señora, me dijo el Maestre Luwin. Aunque, con el funcionamiento y organización que habíamos desarrollado en el Castillo se había tragado sus propias palabras.

Ahora las esposas ya no eran sólo esposas, eran herreras, panaderas... Habían adoptado los trabajos de sus esposos y, gracias a ello, no habíamos muerto de hambre en un largo invierno que comenzaba a disiparse. Ahora ya no quedaba ni un sólo soldado en Invernalia, mi esposo había mandado a llamar a los tres últimos que quedaban aquí y estábamos solas. Aunque, gracias a los débiles ancianos y a los heridos en combate, las mujeres también comenzaban a dominar algunas armas y eran la auténtica fortaleza en el castillo, más implacables que incluso los altos muros de Invernalia.

Lady Mormont, una mujer fuerte y de armas tomar, me enseñó muy diestramente a utilizar puñales, por si un enemigo atentaba contra mi vida en cualquier momento. Aunque, lo cierto, era que ni ella ni la Señora Bolton, o la Vieja Nana me dejaban sola ni un solo momento. Incluso Hodor, el nieto de la vieja nana, me custodiaba. El hombre era enorme, pero no le veía capaz de defenderse a sí mismo o a nadie de ningún enemigo.

Gracias a eso, Edrick estaba custodiado todo el día, y mi pequeño hijo de un día del nombre podía gatear por todo el castillo tranquilamente.

Faltaban tres lunas para que el hijo que crecía en mi vientre pisara Poniente, pero crecía rápidamente y, con cada día que pasaba, me era más difícil caminar o ayudar en cualquier tarea.

Seguro que es una niña, me decían todos, crece rápido, mi Señora.

Viejas leyendas, de eso estaba segura. Pero una niña sería igualmente bienvenida entre mis brazos, y seguramente también entre los de Ned. Sería magnífico que fuera una pequeña señorita la que naciera de mi cuerpo en la mayor época de esplendor para las mujeres norteñas, una niña que fuera tan fuerte como estas guerreras. No había pensado en ningún nombre que ponerle, a diferencia de mi embarazo con Edrick, con quien tenía su nombre claro antes de verle la cara. El único nombre que venía a mi mente era Eddard. Y un enorme desasosiego crecía en mi pecho con las pocas noticias que llegaban a Invernalia.

Tan solo el Maestre Luwin se acercaba de vez en cuando con informes de guerra que enviaban por cuervos y las noticias eran cortas y concisas. Hemos ganado terrero, pequeñas casas se unen a nuestra causa... Hasta que llegó un cuervo, el último que recibiríamos en lunas, concretando que, en a penas luna y media, se habían citado para la auténtica guerra en el Tridente con los Targaryen y sus fuerzas.

Sólo podíamos reunirnos al anochecer bajo el arciano, las mujeres y niños y rezar por nuestros esposos y padres para que volvieran a casa sanos y salvos.

Mi pobre Ned...

La pequeña Tully  || AU GoT Eddard Ned Stark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora