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LLEGUÉ A AGUASDULCES una luna después. El tiempo favorecía gracias a la llegada de la Primavera, por lo que el viaje no fue tan tedioso como había recordado el último viaje al sur. Cuando bajamos del carruaje tenía mis piernas temblorosas por todo el tiempo de inactividad que habían sufrido últimamente. Sin embargo, Edrick corrió en seguida fuera de la carroza tan fresco como una lechuga recién cogida. Mi hijo se puso a mi lado de inmediato y ambos aguardamos a que mi familia se acercara primero.

El primero fue mi padre, quien me abrazó en seguida, como si supiera todo lo que había pasado.

— Hija mía – Murmuró en un tono que logró tranquilizarme —, ya estás en casa.

— Padre – Le saludé agradecida antes de separarnos y que su atención fuera directa a mis hijos —. Espero que recuerde a Edrick, mi primogénito.

Mi padre asintió en seguida, eufórico con las vistas de su primer nieto intentando mantener una porte digna y orgullosa.

— ¡Has crecido mucho, muchacho! – Le dijo mi padre con ánimo, a lo que Edrick le asintió.

Con ese gesto, se ganó la risa de todos los presentes, incluida la mía.

— Y esta de aquí es Eddara, tiene seis lunas – Presenté al bebé moviendo un poco mis brazos.

Mi padre esbozó una sonrisa cariñosa mientras miraba a mi hija. Era de cabello castaño, tal como su padre y su hermano, de ojos grises como los Stark, pálida, pero tenía todas las mejillas llenas de pecas, igual que las tuvo mi madre.

— Es preciosa – Alagó esbozando una nueva sonrisa.

Entonces, se acercaron mis hermanas, mi tío y el Señor Jon Arryn, y todos ellos se inclinaron en respetuosas reverencias ante mí, menos Jon Arryn.

— ¿Podemos entrar al castillo? No quiero constiparme de este clima sureño – Ofrecí auto invitándome al castillo con un tono persuasivo y una sonrisa melodiosa.

— ¡Por supuesto, hija! La comida estaba a punto se ser servida – Afirmó mi padre dirigiendo a todo el mundo adentro.

Yo fui la única que pilló a Edrick frotando su tripita al escuchar la palabra comida. Fuimos directamente al gran comedor del castillo y tomamos asiento. No me pasó desapercibido el hecho de que Catelyn se sentara al lado del Señor Arryn.

— ¿A qué debemos tu visita? – Preguntó amablemente mi padre con una pequeña sonrisa tras un momento de silencio en el que intentaba ayudar a mi hijo a comer.

— Huí de Invernalia – Respondí con simpleza, ganándome de pronto todas las miradas horrorizadas de la mesa.

Si bien ocultarme de mi esposo era un delito, pasar un tiempo con mi familia no lo era. Y, con algo de suerte, tal vez pudiera ser tan persuasiva como para conseguir que el Rey Robert firmara una anulación matrimonial para Ned y para mí. Si bien dos hijos de otro hombre sería un impedimento para un nuevo matrimonio, estaría perfectamente bien atendida en el castillo de mi padre, cuidando a mis dos hijos. Aunque eso tan sólo eran las mentiras que me contaba, sabía que, tarde o temprano, mi deber era volver a Invernalia. Y si no lo hacía por mi propio pie, o bien mi padre o bien los soldados de Ned, me devolverían a mi señor esposo.

— ¿A qué se debió tu huida, querida? – Me preguntó mi padre un poco preocupado, torciendo un poco su rostro y frunciendo sus labios.

— Eddard volvió de la guerra con un bastardo que asignó cuidar a la niñera de mis hijos, y a quien alojó dentro del castillo – Respondí notando cómo mi rostro se endurecía, mi músculos se tensaban y mi postura se volvía erguida.

La pequeña Tully  || AU GoT Eddard Ned Stark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora