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          SI NO ME equivocaba, hoy debía ser el cumpleaños de Lyanna, justo en mitad del invierno. Tal vez eso, nos había deprimido más. Levantándome de la cama poco a poco, me fui a la bañera y me metí al agua helada en seguida. Me desperté de golpe y salí en seguida del agua. Me puse un vestido verde oscuro y, con el pelo suelto, salí de la habitación en dirección a la habitación tres puertas más allá, las que le correspondían a Edrick. Era temprano, pero era extraño que no hubiera nadie en este pasillo organizando nada.

Al abrir la puerta, vi que ya estaba despierto y que la Vieja Nana le estaba cambiando de ropa. La mujer tenía una delicadeza para vestirlo espléndida, y le estaba cantando una suave canción de cuna a susurros. El bebé, a diferencia de lo que yo pensaba, estaba contento. Esbozando una enorme sonrisa me acerqué a ellos y, cuando la mujer terminó, cogí al niño y lo pegué a mi torso con amor y añoranza.

— Buenos días, Edrick – Saludé en un suave susurro antes de besar sus mofletes.

       El bebé se reía un poco, muy suave como para escucharlo claramente.

— Gracias por cuidarle, Señora – Agradecí dando un pequeño asentimiento.

— No tienes que darlas, haría cualquier cosa por el joven Eddard, querida – Afirmó rápidamente, esbozando una sonrisa —, y este bebé es idéntico a su padre a su edad.

      Le regalé una sonrisa incómoda antes de salir de la habitación evitando no correr. No sé cuánto tiempo más me haría falta para acostumbrarme a esta mujer, pero no parecía que fuera a ser pronto.

En un tranquilo paseo por los extrañamente desérticos pasillos del Castillo, llegué al salón. Y, viendo que estaba tan sola, me dirigí a las cocinas a buscar a cualquier sirviente que pudiera encontrar y, al dar con uno, me sorprendió la cara pálida de impresión de ese hombre.

— Se se señora Sssstark – Tartamudeó mirándome a la cara, abriendo todavía más sus ojos.

      No, jamás había hablado con él y, a lo mejor, estaba intimidado, pero no era para que suscitara un temor así.

— Buenos días – Le saludé de vuelta, intentando que este hombre se relajara —, ¿podrían preparar algo para desayunar?

       Asintió varias veces antes de salir corriendo de vuelta a las cocinas mientras yo le miraba extrañada. Encogiéndome de hombros, volví al salón y tomé asiento en la mesa con mi bebé en mis brazos. Acaricié su corto pelo castaño, en esta última luna había crecido muchísimo y resultaba incontrolable, por lo que solía llevar el pelo hecho un desastre.

Dos doncellas entraron al salón cargando varias bandejas con zumos, vinos, frutas y carnes. Pusieron la comida frente a la mesa y, antes de retirarse, se arrodillaron profundamente, incluso tocaron el suelo con sus rodillas. Un gesto demasiado respetuoso, más todavía para mí, que no era más que la esposa del segundo hijo.

— Mi Señora Stark – Murmuraron a la vez antes de retirarse.

Qué extraño, pensé. Normalmente eran menos refinadas y nadie mostraba ningún modal, no es que me incomodara, pero este actuar era un verdadero enigma. Desayuné sola, en silencio y, cuando estaba terminando, entró el Señor Manderly en la sala, con un pergamino enrollado en su mano y un rostro fúnebre. Le regalé una pequeña sonrisa para intentar alegrar el rostro del frío hombre, pero eso no cambió nada.

— Señora Stark – Saludó haciendo exactamente la misma reverencia que las doncellas. Espera, ¿qué me he perdido? Este hombre jamás se había arrodillado ante mí. Él, tomó asiento frente a mí y dejó el pergamino en la mitad de la mesa —. Estábamos esperando a que terminara de desayunar.

La pequeña Tully  || AU GoT Eddard Ned Stark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora