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       HABÍAMOS PASADO UNA semana en el Castillo de Padre, cuando nos informaron de que Lord Rickard Stark viajaba hacía aquí. Al principio, me mostré reacia a la idea de que el viejo lobo saliera del Norte, pero mi padre explicó rápidamente que venía a la boda de Catelyn y Brandon, que sería en dos meses. Mañana a primera hora, Brandon partiría al encuentro con su padre, para escoltar a los Stark hacia Aguasdulces, mero protocolo.

Desde entonces, mi hermana estaba extasiada con las noticias. En seguida sería la Señora consorte de Invernalia. Por lo que sabía, se había pasado  toda la semana corriendo de un lado para otro, buscando las mejores flores de las Tierras de los Ríos, haciendo llamar a la mejor modista para que confeccionara su vestido en un tiempo récord, e incluso mandó a la llamar a un maestre de la Ciudadela para que los desposara, aunque la ciudadela se negó a enviar a un maestre solo para un acto tan mundano.

Yo, por mi parte, había estado encerrada en mi habitación desde entonces. No salía a comer, ni a cenar. Las doncellas me traían la cena, a veces, incluso Lyanna la traía solo para poder charlar un rato y quejarse de lo insufribles que le resultaban mis hermanas, a lo que yo simplemente me reía.

Estaba un poco depresiva, no podía negarlo. Este castillo me recordaba muchos momentos de mi infancia en los que tan solo me sentía fuera de lugar y aprisionada entre los enormes muros mohosos. Recordaba a mi madre con tanto cariño y nostalgia que el corazón se me encogía, y recordaba tan claramente cómo había sido su muerte, que me negaba a rondar por ese ala del castillo.

Hoy, sin embargo, Lyanna había insistido en que los Stark diéramos un paseo y conociéramos un pequeño claro al lado del río donde podríamos merendar.

Así pues, me puse un bonito vestido aguamarino, y sujeté con cariño a Edrick contra mi torso antes de salir y encontrarme con Lyanna y Eddard. Lyanna rápidamente me arrebató al niño y comenzó a andar mientras le murmuraba algo al bebé. Eddard tomó mi cintura mientras me regalaba una sonrisa, y echábamos a andar detrás de su hermana.

— ¿Has descansado? – Preguntó Eddard tranquilamente.

— Muchísimo – Aseguré soltando una pequeña risa.

— Me alegro – Me dijo antes de besar mi frente con cariño —. Tu padre nos ha llevado esta mañana a una cacería no muy lejos de aquí.

       Le observé sorprendida. Mi padre no solía ser un anfitrión tan considerado, pero supongo que las cosas cambian.

— ¿Ha cazado algo mi señor esposo? – Pregunté con un poco de burla en mi voz, aunque sabía muy bien que Eddard era un excelente cazador.

— No había ni un solo conejo a la legua – Bromeó un poco, riéndose justo después.

No me extrañaba en lo absoluto, las Tierras de los Ríos no eran especialmente famosas por una gran fauna o cantidades de ganado, tan solo teníamos agua y moho. Cuando abandonamos el Castillo, mi tío Brynden decidió unirse también al paseo, y caminó a nuestro lado en un cómodo silencio que me comenzó a resultar asfixiante.

— ¿Disfruta de nuestra compañía? – Le pregunté intentando mantener algún tipo de conversación con mi tío, antes éramos muy cercanos, y este silencio me empezaba a incomodar.

— Siempre disfruto de la compañía de mi querida sobrina – Aseguró dando un fuerte y tosco asentimiento —. ¿Echabais de menos vuestro hogar, sobrina?

— Si le soy sincera – Dudé un poco, casi haciéndome la interesante —, he encontrado en el Norte un hogar mucho más reconfortante, tío.

      Él echó un rápido vistazo a Eddard, casi imperceptible, y después esbozó una pequeña sonrisa. Supongo que todavía recordaba lo que era estar enamorado. Siempre vestía el luto desde que su esposa falleció. Yo ni siquiera había nacido entonces, pero conocía la trágica historia. Se enamoraron, locamente. Y mi tío la desposó de inmediato. Mi padre les cedió unas tierras, donde vivieron tan sólo unas lunas. Ella se quedó con niño en seguida, y mi tío estaba que explotaba de felicidad. Pero, entonces, a ella se le aceleró el parto de alguna manera. Y, cuando cumplió los cuatro meses de embarazo, falleció tanto ella como la niña que llevaba dentro. Los maestres le dijeron que la niña nunca había llegado a estar realmente viva y, que su esposa, había llevado a un feto deforme y carente de vida durante dos meses en su barriga. Mi tío cayó en una profunda depresión, puedo decir que jamás recuerdo haberle visto vestir otro color que no fuera el negro. Supongo que él la honraba de esa manera.

La pequeña Tully  || AU GoT Eddard Ned Stark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora