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                 DESPERTÉ ENTRE LAS gruesas y peludas pieles de oso, había dormido mejor que en toda mi vida. Y ahora que estaba despierta, no podía más que sonreír. La noche anterior había sido completamente mágica, bailando entre los brazos de Ned, pudiendo tenerle más cerca de lo que había estado antes, durante mucho más tiempo también. Hablar con él, jugar a tentarle era demasiado divertido. Veía que era un hombre honorable, quizás demasiado para su propio bien. Pero también era justo. Pero, fuera de todo eso, era divino. Tenía un físico que parecía magnético, o a mí me lo resultaba. Y su aparente fuerte y rudo, su gélido rostro y frías miradas, me encontraba embelesada. Me incorporé en la cama poco después, acababa de amanecer y yo ya tenía un baño preparado. Me dí un largo baño que esperaba pudiera relajarme, y llevarse los nervios muy lejos. Cuando iba a abandonarlo, o tan siquiera el pensamiento cruzó mi mente, hubieron unos suaves golpecitos contra mi puerta de madera, por lo que salí de inmediato y me cubrí con una suave bata, y esperé.

      La puerta se abrió y una tímida doncella asomó su cabeza dentro.

— Adelante – Le dije con una pequeña sonrisa, intentando que cogiera un poco de confianza.

      La muchacha entró en la habitación del todo, y cerró la puerta tras ella. Traía un cofre de madera entre sus brazos, y una pequeña sonrisa asomaba entre sus labios.

— Mi señora – Me dijo inclinándose levemente con obediencia —, vengo a traerle un regalo.

       La doncella dejó el cofre sobre el tocador y, haciendo una pequeña reverencia, se marchó de la habitación, cerrando la puerta tras ella. Confusa, me acerqué hasta el cofre, preguntándome qué sería o quién lo enviaba. En el exterior no había nada, era tan sólo madera lisa. Así que abrí el cofre rápidamente, ví tela en su interior y un pequeño pergamino doblado arriba del todo. Nerviosa, tomé el pergamino.

          " Mi señora esposa no debería sufrir el frío de la nieve "

       Mi corazón dejó de latir por un segundo. Ned, era de Ned. La sonrisa que tenía en mis labios desde que desperté se enganchó el doble sobre mi rostro. Cogí las telas y las estiré. Era una larga capa de un gris oscuro, que tenía pelo de oso blanco sobre los hombros. Estrujé las telas contra mi cuerpo, estaban frías ahora, pero sabía que me cubrirían del frío. Ahogué un grito feliz mordiendo mi labio inferior, y dí una vuelta sobre mí misma haciendo girar conmigo la capa. Rápidamente me desnudé y busqué en mi baúl un vestido que fuera ideal con esa capa, deseaba lucirla con el mayor esplendor posible, pero todos los vestidos que me quedaban por vestir eran de colores rosa, verde y rojo. Por lo que busqué en el armario el mismo vestido blanco que hace dos días, porque el blanco combinaría con la piel de oso. Así que, rápidamente, me puse el vestido. Alys entró poco después, yo ya estaba esperando en mi tocador a que llegara.

— ¿Hoy ha podido dormir, mi Señora? – Preguntó mientras tomaba un cepillo y comenzaba a peinar mi cabello.

— Mejor que en mucho tiempo – Reconocí, esbozando una nueva sonrisa —, ¿fuiste ayer al banquete?

          Alys asintió un poco sonrojada, guardando una pequeña sonrisa.

— ¿Por qué estás tan sonriente? – Pregunté alzando una ceja interrogante, esbozando también una sonrisa.

— ¿Cómo le hago el peinado, mi Señora? – Preguntó dejando a un lado el peine, pasando sus manos por mis rizos para que recuperaran su forma.

— Semicogido, pero al estilo del Norte – Respondí tras unos segundos de vagos pensamientos —. Ahora, respóndeme.

— Bueno, hubo un hombre – Murmuró mientras mordisqueaba su labio inferior con timidez —, pero esto no deberían escucharlo sus nobles oídos, mi Señora.

La pequeña Tully  || AU GoT Eddard Ned Stark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora