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        ESTABA ANGUSTIADA, ESTÁBAMOS a media semana de llegar al Norte. Deseaba poner un pie en el maldito Castillo de Invernalia, pero la pesada nevada sólo nos retrasaba más. Sabía lo que llegar a Invernalia significaba, que por fin íbamos a tener noticias de Rickard, Brandon y Lyanna. Estaba segura de que, a tan sólo varios días de nosotros se debía encontrar su marcha norteña siguiéndonos a toda velocidad hacia Invernalia, pero parecía no llegar nunca el día. Al menos, tenía a Edrick para entretenerme, el niño me mantenía ocupada.
















CUANDO POR FIN bajé del carruaje y puse un sólo pie en el suelo empedrado de Invernalia, puse sentir que respiraba de nuevo. La gente nos esperaba rodeándonos, todos los trabajadores del castillo, e incluso los abanderados de Rickard Stark. Todos estaban allí.

Ned desmontó su caballo y vino en seguida a ayudarme a bajar los escalones del carruaje. Gustosa, tomé su mano y dejé que me ayudara a entrar en el interior del castillo, donde el aire no apuñalaba a mis pulmones como gélidas dagas. Todo estaba en silencio, ni siquiera el gentío que se encontraba a las puertas hablaba.

— ¿Te encuentras bien? – Preguntó mirándome preocupado, notando cómo mis manos temblaban entre las suyas.

— No lo puedo evitar – Respondí riéndome un poco —, soy una chica sureña.

      Él también rió un poco, antes de guiarnos entre las escaleras y pasillos. En seguida me di cuenta de sus intenciones y me negué en rotundo.

— He descansado una luna entera, no tengo intenciones de volver a encerrarme en nuestra habitación, Ned – Le aseguré con una determinación tan alta que ni siquiera parecía mía —. Yo también quiero saber qué ha pasado con Lyanna y con nuestra familia.

Él me regaló una débil sonrisa que tan solo mostraba lo cerca que estaba de romperse, esta incertidumbre tan solo nos mantenía inquietos, alerta y nerviosos. Estaba deseando saber qué había pasado, y que todos se encontraban bien, para poder quitarme este peso de encima. Y, sobre todo, volver a nuestra vida habitual.

Sin mediar palabra, cambiamos el rumbo de nuestra caminata, y llegamos hasta la enorme puerta de madera de un rincón del castillo donde nunca había estado. Aquí todo parecía más regio, o al menos, menos austero.

Cruzamos las puertas en seguida, y mostró un elegante despacho repleto de librerías por todas partes, iluminado por dos enormes ventanales. Allí se encontraban el Maestre Luwin, Lord Karstark, Lord Manderly, Lord Mormont y Lord Bolton. Y, para mi incomodidad, todos tenían una estruendosa mueca de preocupación. Frunciendo mis cejas y fingiendo fortaleza, me puse al lado de Ned, alrededor de la enorme mesa redonda en la que todos se encontraban. Allí había un mapa de los Siete Reinos. Pero no era un mapa normal, como los que nos enseñaban las Septas. No era estúpida, eso era un mapa de guerra. Tenía al menos mil piezas de figuras, unas doscientas por cada gran casa del Reino.

Se palpaba en el ambiente que algo iba mal.

— Señor Stark – Saludó el Maestre Luwin inclinándose ante mi marido con un profundo respeto, acto el cual todos los presentes imitaron en seguida. Pero, acto seguido, todos los ojos estaban sobre mí y el bebé en mis brazos —. Señora Stark, enhorabuena – Me dijo el hombre dedicándome una suave sonrisa, antes de torcer una mueca más seria —. Si se me permite, desaconsejaría la presencia de Mi Señora aquí en este momento.

— ¿Por qué? – Pregunté rápidamente, un poco ofendida.

— No son noticias para los oídos de una señorita – Respondió Lord Mormont tranquilamente, aunque sus palabras habían sido igual de toscas que eran las de cualquier otro norteño.

— Mi esposa se queda aquí – Cortó Ned de golpe toda la tensión en la sala, cerrando todas las bocas, incluida la mía a punto de soltar una contestación insolente al Mormont.

       Todos asintieron, nadie tuvo el valor de desafiarle. Viéndole así, quería sonreír abiertamente. Tan serio e intimidante, con unos ojos feroces analizantes. Y con todo el respeto de los hombres que lo rodeaban.

— Mi Señor – Habló Lord Manderly después de un incómodo silencio —, lamento informarle de que no han podido recuperar a la Señorita Lyanna.

        Palidecí de pronto, en mi cabeza tan sólo habían mil pensamientos corriendo a unos dos cientos kilómetros hora. No, no, no, era lo que más repetía. Y me esforcé, muchísimo, para no mostrarme débil ante estos hombre. Si a Ned le había afectado, no se le notaba nada en lo absoluto. Había vuelto a ser mi estoico marido.

— Siga – Le incitó Ned apretando su mandíbula.

Los hombres se miraron entre sí, ninguno parecía ir a dar el primer paso. Estaba claro que estaban escondiendo demasiadas cosas.

— Lyanna no escapó del castillo – Le dijo Lord Kastark, todas las miradas estaban en él ahora —. El Príncipe Rhaegar Targaryen la raptó, con la ayuda de Ser Arthur Dayne y de Ser Barristan Selmy – Abrí los ojos tanto que pensaba que las dos bolas iban a abandonar mi cara de un momento para otro. Sin embargo, Ned permanecía inamovible —. Esto lo descubrió su padre después de interrogar a todos los sirvientes de la Casa Tully.

       El Señor se calló de nuevo, y volvió el silencio incómodo. Analizaba la situación. Rhaegar había raptado a Lyanna, ¿por qué?, ¿para qué? ¿Por qué Lyanna?

— Siga – Exigió Ned nuevamente, con un tono más grave, más grueso y mucho menos amigable que sus anteriores palabras.

— Su hermano Brandon ha ido a Desembarco del Rey – Volvió a hablar el Karstark, torciendo una mueca —, a exigir la justicia del Rey.

— Lamentablemente, todos somos conocedores del estado mental de su Majestad, ¿no es así? – Preguntó retóricamente el Maestre, aunque todos asintieron soltando un gruñido de queja.

— El Rey ha apresado a Brandon – Soltó de golpe Lord Karstak —. Exigió la presencia de Rhaegar en el Palacio y pidió que le devolviera a Lyanna. Él y otros cuatro muchachos que le acompañaron han sido apresados – En su voz se notaba una clara furia e impotencia que se acabó asomando en su rostro neutral, una mueca de ira imparable estaba ahora puesta en su cara —. Llevan a penas unos días en los calabozos de la Capital, pero su padre no lo sabe todavía.

— Lord Rickard llegará al anochecer si el tiempo favorece, mi Señor – Explicó el Maestre Luwin, casi como una forma de dejar nuestras mentes más tranquilas —. Y, la próxima semana, también llegará el Señor Robert Baratheon.

       Ned asintió, como almacenando esa información en su memoria y calculando qué debía hacer. El resto de hombres tan sólo lo miraban.

— Su padre no sabe todavía nada del apresamiento del Señor Brandon – Le dijo Lord Manderly encogiendo un poco su cara, creando una fea mueca arrugada —, ni tampoco que ha llegado un cuervo del Rey exigiendo su presencia en el Castillo para representar a su hijo en un juicio por alta traición a la Corona.

         No pude evitar coger todo el aire que me cabía en los pulmones. Mi torrente sanguíneo se volvió loco. Notaba la sangre recorrer mi cuerpo de punta a punta en tan sólo unos milisegundos, y me sentí desfallecer, pero aguanté la postura. Ahora soy una Stark, debo ganarme el respeto de estos norteños también.

— Aguardaremos a la llegada de mi padre – Sentenció Ned dando un fuerte y seco asentimiento —, esta noche tomaremos una decisión.

Los hombres abandonaron la habitación inclinándose ligeramente ante Ned en señal de respeto. Yo notaba mi corazón hecho añicos, así que no me podía ni imaginar cómo debía estar el dulce corazón de mi marido. Cuando me miró, podría jurar que iba a echarse a llorar de un momento para otro. Sin embargo, en sus ojos tan sólo se mostró una melancolía que pasaría desapercibida para cualquiera, parecía que siempre había estado ahí. Pero lo cierto es que no, ese sentimiento se instauró en sus ojos esa misma mañana.

No pude hacer más que abrazarle, como si eso, de alguna manera, fuera a mantener unido su corazón roto. Él correspondió mi abrazo, aunque no con tanta fuerza, nuestro hijo descansaba en mis brazos. Soltó un largo y grave suspiro pesado antes de besar mi frente y regarme una diminuta sonrisa que casi parecía invisible.

— Debemos descansar – Aseguró con confianza y seguridad en su voz —, esta noche debemos estar muy despiertos.

La pequeña Tully  || AU GoT Eddard Ned Stark Donde viven las historias. Descúbrelo ahora