El paso natural (primera parte)

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Este capítulo contiene relaciones sexuales explícitas.

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Adam estaba de muy buen humor. Para empezar, había encontrado por internet un blu-ray inédito sobre su serie favorita Cosmos con 10% de material adicional; luego, la tarde anterior había entregado por fin el prototipo de muñeca parlante a su jefe el cual había quedado muy complacido, por lo que ahora contaba con algo más de tiempo libre. Y para finalizar, tener a Nigel en su casa siguiéndolo y metiéndole mano a cada rato era una delicia indescriptible, pues sus manos eran grandes y transmitían calor. Se sintió ebrio de placer al sentir al mayor abrazándolo por detrás y dándole besitos en el cuello, mientras él intentaba preparar la comida. Nunca le había importado menos comer como en ese momento.

-Nigel… ah…

-Lo siento, precioso. ¿Te distraigo mucho, quieres que te suelte un rato?

-No, no. Sigue, por favor, me encanta que me beses ahí. Si se me arruinan los macarrones tengo más cajas guardadas…

-Eres un diablito travieso- le susurró Nigel encantado, antes de volver a besarlo y a acariciarlo. El olor de Adam lo volvía loco, así como el tacto de su piel; intentó no excitarse demasiado pero fue en vano, porque si bastaba pensar en él para que su miembro le cosquilleara, el tocarlo era directamente prender una hoguera en sus pantalones. Adam pudo sentir ese bulto rozando su trasero y se quedó inmóvil, disfrutando el roce, con la respiración un poco más lenta. Nigel vaciló.

-Lo siento, estrella, no puedo evitar ponerme así de duro cuando estoy contigo… ¿te molesta?

-No… al contrario. Me gusta mucho.- Por instinto (porque nunca había tenido ese tipo de acercamiento con un hombre) comenzó a frotarse contra el hinchado miembro de Nigel, que cerró el puño feliz en un gesto de victoria antes de acoplarse a los movimientos de su novio. Sus respiraciones se hicieron más pesadas y eróticas a medida que el vaivén aumentaba, con gemidos, susurros y pequeñas palabras de amor dichas con todo sentido. Nigel no recordaba haber sido tan cursi con nadie a la hora del sexo, pero no lo hubiera concebido de otra manera con Adam. Estaba totalmente loco por él, y por la manera que tenía de responder a su cariño, como si llevaran meses de novios y no solo unos días. Adam era un lobo con piel de oveja en ese sentido, porque a pesar de su inocencia con respecto a muchas cosas de la vida, parecía saber perfectamente lo que era el goce sexual. Y le encantaba. 

-Nigel, ¡estoy muy excitado! Mi pene también se ha puesto duro, mira- le dijo, haciendo que le apoyara una mano en la entrepierna para comprobarlo. Nigel apretó con deleite y se relamió, y decidió dar el paso natural que desde hacía mucho quería dar con su estrella adorada.

-¿Quieres que te ayude con eso, precioso? Porque no me importaría ayudarte. Es más, me muero de ganas de ayudarte a bajar esa hinchazón… con mi boca. 

Adam se sonrojó pero asintió, y permitió que Nigel lo llevara de la mano hasta el dormitorio. No era un niño, ni un adulto defectuoso, sabía perfectamente que Nigel quería tener sexo con él y le parecía muy bien porque él también quería. Los besos con su novio eran deliciosos, también los abrazos, pero ya iban varias veces que llegaba a la noche insatisfecho y deseando algo más. Investigando un poco en internet descubrió que era ese "algo más", eran las felaciones, el coito, las cosas íntimas que se hacían para satisfacer el deseo que usualmente satisfacía solo con su mano. Le resultó una novedad maravillosa el saber que Nigel tenía tanta urgencia como él por satisfacer esos deseos.

-Es hora de ver las estrellas, mi amor- le susurró al oído mientras lo acostaba, lo acariciaba por todas partes, lo despojaba de su pantalón con un par de tirones. Le resultó adorable ver que llevaba puesto un calzoncillo con estampado del espacio exterior; un espacio exterior que se veía algo abultado en su centro, pensó divertido, mientras sobaba la erección de Adam por encima de la tela y le daba algunos besos para hacer que se hinchara más. Lo estaba volviendo completamente loco el oír los gemidos entrecortados de Adam, sus movimientos desesperados, su entrepierna cada vez más húmeda. Cuando ya no lo toleró más le quitó también el calzoncillo y se relamió viendo su pene erguido en toda su gloria, un hermoso pene de buen tamaño, de aspecto tan pulcro como su dueño pues estaba depilado, de olor embriagador como un buen whisky. Aunque nunca lo había hecho el instinto le indicó cómo debía metérselo en la boca, su deseo de complacer a Adam lo guió en cada lamida y chupada que le daba a tan sabroso manjar. Adam estaba apretando las sábanas con todas sus fuerzas mientras gemía y jadeaba sin parar, sintiendo que moriría de placer por aquella lengua incendiando cada centímetro de su miembro. Era una curiosa combinación de ardor, cosquillas, placer, ganas de hacer pis… pero no, no tenía ganas de hacer pis, era otra cosa. Fue lo último que logró pensar antes que Nigel le abriera un poco más las piernas para chupar también sus testículos, movimiento que lo tomó por sorpresa y lo hizo gritar.

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