Invitación a un café

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Aunque todavía era reacio a "socializar" con su nuevo entorno, tampoco quería volverse un ermitaño rancio y con olor a cigarrillo al que los niños del barrio le huyeran. Era importante, se dijo Nigel, actuar con tanta normalidad como fuera posible si quería encajar entre los demás; no le convenía que se empezaran a correr rumores sobre él, sobre todo si pensaba vivir allí por un largo tiempo. Por largo entiéndase entre unos meses y el resto de su vida. Eso todavía estaba en el limbo pero, por el momento, era un ciudadano norteamericano. Tenía que mostrar algún rastro de vida normal para que no se le hiciera fama extraña y comenzaran a llegarle los problemas.

"Tendría que trabajar en algo, por ejemplo. Así estaría obligado a salir de casa bastante seguido, pero no puedo hacer eso hasta que Darko me contacte", pensó, un poco molesto y otro poco preocupado. Llevaba ya un par de semanas viviendo en Nueva York y todavía no había tenido noticias directas de su amigo, tan solo breves mensajes por intermedio de sus hombres. Los mismos que le habían conseguido ese departamento, gente de confianza que le decía que su jefe estaba oculto y no le resultaba sencillo comunicarse. Todo podía ser verdad, claro, pero eso no hacía que se preocupara menos. No sabría qué hacer de su vida si a Darko le pasaba algo, el único amigo verdadero que le quedaba y de quien dependía más de lo que le gustaba admitir.

"Ya basta, Nigel Mihai, das pena. ¿Qué es esa mierda de pretender que Darko te solucione la vida? Él ya tiene bastante con proteger a Ozana y a todos nuestros hombres de la maldita policía, así que deja de esperarlo como si fuera tu príncipe. Busca algo para hacer por tu propia cuenta".

Cómo tenía dinero en su cuenta lo de buscar trabajo no era algo urgente, pero por lo menos podía ir estudiando su barrio. Saldría a dar una vuelta y a conocer los bares y restaurantes, iría al centro a comprar algunas cosas que todavía le faltaban, iría al Central Park a ver si era tan impresionante como decían en las películas. ¡Un hombre de la noche como él, paseando por Central Park! Bueno, era importante probar cosas nuevas si quería una vida nueva. Haría muchas cosas, cuando menos lo intentaría, y para cuando quisiera acordarse ya tendría más sitios a los que considerar propios además de las cuatro paredes de su departamento. También, se prometió, saludaría de forma educada a cualquier vecino que se cruzara al salir, así como saludaba a Adam cada mañana cuando el muchacho se iba a trabajar y él bajaba a estirar las piernas y fumar en el callejón de la esquina, después de haber comprado su café en la tienda de 24 horas.

Le caía bien Adam, a pesar que era tan diferente a cualquier persona que hubiera conocido antes. La mayoría de sus amigos de Rumania eran malandras y criminales como él, rudos, viciosos y otros etcéteras poco favorecedores. Adam se notaba que era alguien tímido y serio, a pesar de que sólo se habían hablado en profundidad unas tres o cuatro veces más después del día en que lo ayudara a colocar la base de madera de su maqueta. No era culpa de Adam, quien a pesar de su timidez era bastante cordial, si no de él por estar más pendiente del teléfono y de recibir noticias de su hogar que de ser amistoso. Tal vez podría invitarlo a un café, se dijo, para charlar un rato y conocerse mejor. No se haría amigo de nadie si no salía de su jaula.

(...)

-¿Ir a tomar un café? Lo siento mucho. Estoy con trabajo pendiente y no puedo salir ahora- se disculpó Adam con Nigel.- Ni siquiera he podido tocar mi maqueta en tres días.

-Oh. Está bien, solo fue una idea, para que nos juntáramos a charlar de esto y aquello. Pero si no puedes está perfecto, eres un adulto con responsabilidades después de todo- bromeó, ocultando con su sonrisa despreocupada lo que era una pequeña decepción. Tocarle la puerta a un vecino para invitarlo a tomar café era lo más cursi que hubiera hecho jamás, y antes de hacerlo había tenido que juntar valor. Pero si Adam no podía no había nada que hacer, tenía que retirarse y dejarlo trabajar tranquilo.-De cualquier forma fue un gusto saludarte. Nos vemos…

-¡Espera! No puedo salir de casa porque se me iría demasiado el tiempo, pero puedo tomarme un descanso aquí mismo si quieres. 

-¿Eh? ¿Si quiero?

-¿No me estabas invitando a tomar un café? Pues podemos tomarlo en mi cocina, si no te molesta que lo prepare yo- dijo Adam contento, haciendo que algo dentro suyo se emocionara. No estaba seguro de por qué le resultaba emocionante que Adam lo invitara a pasar y a tomar café, pero así era. Quizás se debía simplemente a que estaba solo y aburrido, y la compañía de un hombre tan simpático era un agradable modo de pasar el rato.

-No me molesta para nada, al contrario. Me halaga que compartas tu momento de descanso conmigo. ¿No te causaré problemas?

-Para nada- negó Adam mientras lo hacía pasar y cerraba cuidadosamente la puerta.- Tomarse descansos es importante cuando uno está atareado, para no sobrecargar la mente. ¿No te ha pasado antes? 

-Claro, como a todos. 

-Ya ves. Tu visita ha sido de lo más oportuna de hecho, ahora puedo descansar, y de paso charlar contigo y conocerte mejor. ¿Quizás la próxima vez podamos ir a tomar un helado?

-Seguro, por qué no. ¿Te gusta lo dulce?

-No exactamente. Pero hace un tiempo fui a tomar uno con una amiga y desde entonces me quedó la costumbre. Soy de hábitos fijos, así que si hago algo nuevo es probable que lo termine incorporando a mi día a día. ¿Le pones crema al café?

-No gracias, solo azúcar. Y dime, ¿cómo es eso de hacer algo nuevo? Es decir, si se puede saber. ¿No habías ido nunca a comer un helado con esa amiga?

-Bueno, no. Beth vivió aquí por poco tiempo, así que no tuvimos tiempo de crear demasiadas costumbres. Pero lo del helado me quedó, así que sigo comiéndolo haga el clima que haga.

-Entiendo…

No podía asegurarlo, pero le pareció que el rostro de Adam se había ensombrecido un poco al hablar de esa amiga. Quizás había pasado algo entre ellos, algo más que una amistad quería decir, pero todavía no tenían la confianza suficiente como para interrogarlo sobre su vida amorosa. Así que en lugar de eso, se decidió a preguntarle otra cosa que lo intrigaba y que encajaba perfectamente en la lista de tópicos apropiados para una reunión como aquella.

-Por la decoración del departamento y el hecho de que estás construyendo una maqueta enorme del sistema solar, diría que te gusta mucho el tema del espacio y todo eso. ¿Eras fanático ya de niño o…?

Nigel no tenía forma de saberlo, pero acababa de descubrir algo más valioso que todo el dinero y el poder que había acumulado a lo largo de sus años como mafioso: la forma de conectar con Adam, a través de la cosa que más lo apasionaba en todo el mundo. El muchacho sonrió de oreja al oreja al oír su pregunta, y bebió un buen sorbo de café antes de responderle con lujo de detalles.

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