Número desconocido

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Nigel decidió cenar algo un poco más sustancioso esa noche, en lugar de una de sus típicas comidas congeladas. Ordenó por internet una buena porción de carne asada y seis latas de cerveza negra, preguntándose si valdría la pena aprender a cocinar algo. Todavía no, se dijo, y se sentó frente a la televisión a comer y pensar en todo lo que había pasado ese día. Cosas que nunca habría creído posibles.

Adam Raki era, sin duda, la persona más desconcertante e increíble que hubiera conocido… ¡ninguna persona ordinaria se pondría a hablar durante media hora de su tema favorito con alguien a quien apenas estaba conociendo! El muchacho se había despachado a gusto sobre cómo había empezado su pasión por el espacio, la astronomía, todo lo que fuera relativo a los astros y la ciencia espacial, como si fuera lo más normal del mundo contarle a tu vecino nuevo que a los ocho años habías intentado fabricar tu propio cohete en el patio. Sonrió de forma automática varias veces durante su cena, a medida que iba recordando detalles de la charla. Adam era ingeniero electrónico, pero estaba claro que su verdadera pasión era otra. A lo mejor, en su vida pasada había sido un astronauta, solo así se explicaría tanta devoción por el espacio.

"¿Quién lo hubiera dicho, verdad? Un hombre de aspecto tan común y es toda una eminencia. A su lado me siento un niño ignorante" pensó divertido mientras abría su tercera cerveza, recordando sus propias experiencias de la infancia. A diferencia de Adam no había sido un buen estudiante, ni apasionado por nada que no fueran los problemas, pues desde temprana edad fue obvio que sería un descarriado. Tenía su pandilla de amigos con los cuales faltaba a clase y armaba bulla con otros grupos rivales, y ni hablar en la adolescencia, ahí sí que todo se había vuelto un descontrol que lo llevó a conocer las dependencias policiales y los reformatorios. Pero Adam, él no, él había sido un chico ejemplar en casi todos los aspectos. Casi según sus propias palabras, porque si se lo preguntaban, Adam le parecía perfecto así como era.

-A veces me pongo demasiado intenso con el tema del espacio, y yo lo sé, ¿eh? No temas decirme si te sientes incómodo, no quiero aburrirte.

-No estoy aburrido, ¡para nada! 

-¿Sí? Es que por lo general la gente me dice que hablo demasiado de lo mismo y eso…

-A mí no me molesta que hables de lo mismo, así que adelante, cuéntame todo lo que quieras. Los amigos se escuchan, ¿o no?

Amigos. ¿Podría ser amigo de Adam, o estaba siendo demasiado soñador? Y es que aún no le había contado nada de sí mismo, ni quién era, ni de dónde venía, ni nada. El castaño se había disculpado varias veces por acaparar todo el tiempo para hablar de él, y le había prometido que la próxima vez le dejaría hablar y lo escucharía con respeto.

"¿Y qué le contaré entonces? ¿Qué hice una fortuna como traficante, que me busca la policía de mi país y por eso tuve que huir, que mi esposa me engañó con otro y por eso terminé casi muerto? Mierda. Si le llego a decir la mitad de las cosas que he vivido, ya me puedo olvidar de que quiera mi amistad".

Antes que esa idea lo paralizara, el poco familiar sonido de su celular lo sacó de sus cavilaciones. Poco familiar porque a él nadie lo llamaba, se manejaba con puros mensajes. De hecho, ¿cuántas personas sabían su número si era un teléfono nuevo, expresamente arreglado para no dejar rastros dudosos?

"Un número desconocido. Podría ser…"

-¡Nigel!- exclamó una voz sumamente reconfortante al otro lado de la línea, en cuanto se decidió a atender.- Mierda, Nigel, ¡lamento tanto haber tardado en llamarte! No fue mi intención dejarte solo, hombre, pero ni te imaginas la de cosas que me pasaron estas semanas. ¡Cuando te cuente te caerás de culo de tu silla!

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