Dragón Rojo

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Como Adam estaba muy atareado cumpliendo un nuevo encargo de su jefe, Nigel decidió aprovechar el tiempo para revisar las cuentas del club, que ya cumplía un mes bajo su administración. En realidad era tarea de Múnich hacer eso, pero le gustaba comprobar con sus propios ojos las cosas; ya no era un simple matón, tenía que cumplir con sus deberes de socio y saber exactamente en qué posición estaban.

El Black Kitty continuaba dando espectaculares ganancias, tanto en la venta de licor y bailes privados como en la venta de estupefacientes, algo que se hacía muy en secreto y bajo la supervisión estricta de Darko o de él mismo. Vendían incluso un poco más, porque a diferencia de Garon ellos todavía estaban en condiciones de participar de la fiesta y atraer nuevos clientes con su carisma, y con su atractivo también, por qué no decirlo. Se había corrido la voz por toda la ciudad y diario en la noche recibían gente nueva, incluyendo muchos jovenes con los bolsillos llenos y ganas de probar cosas nuevas. Nigel despreciaba a aquellos niños ricos aburridos queriendo jugar al peligro con drogas, pero eso no impedía que tomara su dinero sin culpa. Si no le compraban a él le comprarían a otro así que, ¿por qué no embolsarse él aquel dinero fácil?

-Quiero llevar a Adam a conocer Cabo Cañaveral este verano, así que precisaré toda la plata posible- le comentó a Múnich y a Darko contento, mientras encendía un cigarrillo.- No pienso rentar un cuarto de mierda, quiero la suite más lujosa del hotel más lujoso. Él se lo merece.

-Podrá hacerlo, señor, descuide- lo alentó Múnich con una sonrisa obsequiosa.- Según mis estimaciones la entrada de activos en el club irá en alza durante mucho tiempo todavía. Habrá ganancias para tirar al techo, se lo aseguro.

-Hombre, si es que este sitio es una mina de oro- comentó Darko con una carcajada, mirando con satisfacción por la ventana.- Garon debió estar loco para vender, ¿seguro que no va a arrepentirse?

-Oh, no señor, de ninguna manera. Le aseguro que el señor Garon está más que conforme con su decisión, nunca se ha arrepentido de algo y no empezará a hacerlo ahora- aseguró Múnich, cerrando su laptop y agregando en tono confidencial:- Me ha informado que planea irse a Grecia el próximo mes, para pasar una temporada allí con su esposa. Quieren ir viendo villas y propiedades junto al mar para comprar una en donde vivir, así que dudo que lo veamos aquí por un tiempo.

-Es una pena y al mismo tiempo es lo mejor, así que terminemos con esto para que podamos celebrar con una copa. Esta noche han reservado todo para una mega fiesta de veinte años, esos mocosos se van a quedar secos de tanto gastar el dinero de sus papás- finalizó Nigel con una carcajada, orgulloso de estar haciendo por fin las cosas bien. El negocio marchaba bien, su relación con Adam marchaba bien… ¿qué cosa podía arruinar su felicidad ahora?

-Señor Nigel, señor Darko, disculpen la interrupción- dijo Luka al asomarse por la puerta de la oficina. Darko le dio permiso de entrar y el jefe de guardias así lo hizo, aunque se notaba que estaba incómodo. Como si temiera decir lo que había ido a decir.

-¿Qué pasa hombre? ¿Problemas abajo?

-No, señor. Aquí todo va bien, pero recibí noticias de parte de un contacto de confianza. Me dijo que Francis Dollarhyde volvió a la ciudad ayer. Había huido un tiempo por asuntos con la policía, pero definitivamente ha vuelto, lo vieron en su club Dragón Rojo anoche. 

Nigel dio una pitada más larga y exhaló al tiempo que pensaba, pues recordaba bien el nombre de ese tipo. Francis Dollarhyde era otro de los empresarios que dominaban la noche neoyorquina, uno de los rivales de negocios de Garon, quien había ofrecido comprarle el Black Kitty en su momento. Aunque nunca lo había visto en persona había oído suficientes historias sobre él para saber que era un hombre de cuidado, un hijo de puta que en nada se diferenciaba de él y Darko. No estaba en sus planes meterse con alguien así a menos que pudiera evitarlo, así que tras agradecerle a Luka por la información lo discutió brevemente con Darko, quien sostenía su misma postura cauta.

-Las cosas nos están yendo muy bien como para ponernos en peligro sin motivo, ¿verdad? Ozzy y yo nos mudamos a un departamento nuevo, tú estás feliz con Adam. Deberíamos tratar que todo siga así, sin pleitos innecesarios con imbéciles locales. ¿Te parece?

-Hombre, sí. Ya sabes que cobarde no soy, si tengo que liarme a tiros con este Dollarhyde lo haré, pero mientras no meta las narices en nuestro negocio me da igual que exista o no.

-Son ustedes tan valientes- masculló Múnich.- Francis Dollarhyde atemoriza a todos los nuevos propietarios de la zona, así es como logra mantenerse en el poder. Por algo le dicen Dragón Rojo al igual que su club. Es una bestia.

-En mi opinión es un apodo de palurdo con aires de grandeza- despreció Nigel.- No le tenemos miedo, así que tú tranquilo, Múnich, podrás seguir viniendo a vernos sin miedo a que te pateen el trasero. Si él se aparece en nuestras vidas nosotros nos encargaremos de darle su merecido.

-Confío en ustedes, señor Nigel. Pero por si acaso, mantengan los ojos abiertos. No quiero ni pensar en la cara que habrá puesto Francis Dollarhyde cuando supo de la venta del Black Kitty, no dudo que su ira habrá sido proporcional a su mala fama- advirtió el contador con un último estremecimiento.

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