Nigel lo veía a diario y aún así, nunca terminaba de acostumbrarse a lo bonito que era Adam. Sobre todo cuando tenía en su rostro una hermosa sonrisa genuina, no de esas que se daban por compromiso, sino de las que se esbozaban cuando se estaba disfrutando mucho de algo. Como en ese momento, que habían entrado a un gran centro comercial a por los materiales que precisaba para completar su maqueta; un proyecto que lo hacía tan feliz que cada pequeño detalle lo entusiasmaba, haciéndolo salir de su crisálida con sorprendente fuerza.-En un principio pensé en hacer los planetas con cerámica, para que al pintarlos quedaran brillantes y realistas, pero la cerámica es demasiado pesada para colgarla, así que voy a usar otra cosa. Calculé la distancia que tiene que haber entre un planeta y otro poniendo a escala la distancia entre los verdaderos…
-Increíble. ¿Te costó mucho?
-¡Qué va! Fue sencillísimo, porque he hecho ese cálculo antes en varias escalas y solo tuve que consultar mis notas. Los planetas de nuestro sistema solar son maravillosos, Nigel, son obras de arte naturales. Júpiter, por ejemplo, cuenta con una gravedad tanto más mayor que la nuestra que atrae a meteoritos que potencialmente podrían destruir la Tierra. He pensado en agregar algún meteorito a la maqueta, por cierto…
-Sería un hermoso detalle- lo elogió mientras entraban a una tienda en el primer piso, dedicada al arte y las manualidades. Jamás en la vida había estado en un sitio así, pero Adam precisaba varias cosas y le gustaba comentar con alguien sobre ellas, así que allí se quedaría todo el tiempo que el menor lo necesitara.
-Júpiter tiene noventa y cinco satélites naturales, divididos en cuatro categorías. Interiores, galileanos, irregulares y retrógrados- informó, mientras miraba los estantes en busca de plastilina epoxica.- Y por mucho que me gustaría hacerlos a todos temo que carezco de técnica para hacer noventa y cinco miniaturas perfectas, así que me limitaré a los satélites galileanos, llamados así en honor a Galileo, que fue su descubridor. Los satélites galileanos son las lunas de mayor tamaño de Júpiter, y cada una cuenta con más de 3100 kilómetros…
-Fascinante. ¿Que una de esas lunas no estaba cubierta de hielo?- preguntó Nigel tratando de aportar algo a los conocimientos de Adam, aún cuando fuera algo que solo sabía por haberlo visto en un dibujo animado. Adam asintió con entusiasmo y se explayó en su respuesta mientras agregaba masilla de varios colores a su carrito.
-Hablas de Europa, la más pequeña de las lunas galileanas. Sí, está cubierta de una capa de hielo muy fina, aunque para ser exactos Ganímedes, la mayor de las lunas, también tiene parte de su superficie cubierta de hielo. Y está comprobado que debajo de su superficie Ganímedes tiene un océano líquido de más de cien kilómetros, lo que es todavía más grande que la profundidad de cualquier océano terrestre…
El fornido Nigel no había estado sometido a tanta información científica desde que iba a la escuela secundaria, e incluso entonces jamás había prestado atención, porque no le interesaba. Pero ahora era distinto, y si bien parte de su interés se debía a que estaba enamorado de Adam, también había algo de interés genuino; no es que se hubiera vuelto un apasionado de los planetas, pero era difícil no sentirse contagiado por el interés de Adam, su devoción incluso, que hacía que cada dato que saliera de su boca se oyera apasionante. Para cuando abandonaron la tienda con un par de bolsas llenas su cerebro estaba repitiendo solo los nombres de las lunas de Júpiter y la composición de los anillos de Saturno, pero logró volver a la realidad cuando Adam le hizo una pregunta.
-¿Regresamos a casa ya?
-¿Mh? Todavía es temprano, precioso, ¿por qué no aprovechamos que estamos aquí para pasear un poco? Y podemos comer algo también, vi que hay patio de comidas en el tercer piso.
-Bueno, está bien- aceptó Adam tras una ligera vacilación.- Pero si está muy lleno, ¿podemos pedir algo y comer en otro sitio? No me gustan los lugares atestados.
-Ya lo noté, sí. Y no te preocupes, te doy mi palabra que nos quedaremos solo si te sientes cómodo. En cuanto tú lo digas nos vamos.
Adam había sobrepasado el límite de su capacidad diaria para socializar con tan solo entrar a ese centro comercial, pero no estaba dispuesto a ser injusto con Nigel; el mayor se había ofrecido a llevarlo en su auto y lo había acompañado a hacer sus compras, y ahora seguramente quería comprar algo él, o como bien había dicho ir a almorzar al patio de comidas. ¿Con qué derecho se mostraría egoísta y le pediría que volvieran? Nigel era su amigo querido, no su empleado, y no estaba bien que siempre diera sin recibir nada a cambio. Con eso en mente se dejó guiar por él a lo largo del segundo piso, conversando sobre esto y aquello y parándose sólo en dos negocios: primero en una licorería, en la cual compró dos modestas botellas de vino, y luego en un local de tatuajes y piercings que lo puso un poco nervioso al evocarle la imagen de agujas perforando la piel, pero que a Nigel pareció interesarle muchísimo.
-¿Vas a hacerte otro tatuaje?- inquirió, mirando de reojo la mujer que llevaba dibujada en el cuello.
-Hoy no, pero quizás dentro de poco. Los tatuajes representan cosas importantes, ¿sabes? Al menos así es para mí. Te tatúas cuando hay algo valioso que quieras llevar en la piel, un recuerdo, un amor, algo que signifique más que un simple dibujo.
-Entiendo… ¿y qué es lo que te gustaría hacerte esta vez?
-Es un secreto- respondió guiñándole el ojo.- Pero bueno, volveré en otra ocasión con más tiempo a consultar precios y eso. ¿Subimos a almorzar, chico estrella?
Tal y como lo supuso Adam el patio de comidas estaba a reventar de gente, sobre todo gente joven, que inevitablemente lo pusieron incómodo y más de lo usual por la manera que tenían de mirarlos. Nigel también advirtió esas miradas y bufó, molesto con la poca educación de esos mocosos y pensando si valía la pena increpar a alguno. Decidió que no, claramente, porque meterse en peleas en un sitio público atraería a los guardias y no quería causarle molestias a Adam. Aún así tuvo una idea que no vaciló en poner en práctica, porque no pensaba dejar que nadie arruinara su cita y el ánimo de su amorcito.
-Oye, Adam. ¿Te gustaría que pidamos algo y vayamos a comerlo en otro sitio?
-¡Oh! ¿Qué otro sitio?
-Bueno, a ti te gusta mucho ir al parque, ¿por qué no vamos y montamos un picnic? Podemos tumbarnos un rato en el césped, tomar sol. Eso le vendrá bien a mis huesos de viejo- bromeó, feliz por ver como la carita de Adam se estiraba en una sonrisa ante la idea de comer al aire libre. Que les dieran por culo a los curiosos de ese sitio, ¿o qué? ¿Nunca habían visto a una pareja de hombres adultos yendo a comer o qué?
-Pide papas fritas, Nigel, me encantan. Y queso extra.
-Todo el queso que quieras, precioso.
-Oh, esto será divertido, ¿sabes que hay una familia de mapaches viviendo en el parque? Se esconden entre los arbustos, pero a veces acuden a mí cuando les ofrezco algo de pan. Ojalá aparezcan hoy, así ves que estoy diciendo la verdad…
-Aunque no aparezcan hoy te creo, Adam. Eres ese tipo de persona que inspira confianza a cualquiera, incluso a los animales.
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Estrellas Gemelas
Fiksi PenggemarDespués de ser entregado por su esposa a la policía, Nigel se ve obligado a huir a los Estados Unidos. Aunque cuenta con el apoyo de su amigo Darko, no está seguro de poder rehacer su vida... o al menos, no estaba seguro, hasta que conoce a su vecin...