Parte 37

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— Vamos, ataquen... —Sonrió Félix. Estaba rodeado. Los vampiros se acercaron hasta el, pero sin salir de la sombra de los árboles. Entre unas horas, iba a oscurecer. Quizás estaban esperando el ocaso para atacarlo.

El no iba a permitir que ellos tuvieran tanta ventaja. Se acercó a ellos, con las garras fuera y los colmillos afilados, listo para atacar. Sus pasos eran seguros, pero confiables. Acabaría con ellos, y protegería a Bridgette, más rápido de lo que cantaba un gallo.

Ellos lo observaron impasibles, inmoviles. Como si solo fueran viles marionetas esperando a ser controladas. Félix sonrió, prepotente, con suficiencia y seguridad.

— Acabare con ustedes, y me bañare en su sucia sangre. Sus cabezas me servirán como trofeos. —Aseguró, alzando sus garras en el aire. Los vampiros, escondidos entre las sombras, ni parpadearon.

Una corriente eléctrica atacó su espina dorsal... Algo lo había atravesado y el rubio se sintió extraño. Alzó su garra, y sin querer esperar más, se puso en guardia y atravezo su garras contra uno de los vampiros, el cual ni si quiera se movió para defenderse.

Félix observo aturdido, como el vampiro, que fue atravesado por su garra, se disolvió y desapareció en una especie de humo púrpura. Como si este no existiera... Era un simple juego de la creación.

Miró a su alrededor, los demás vampiros desaparecieron igualmente... Sin haberlos tocado. No había nadie más allí, más que el. Solo se escuchaba el frío y peligroso viento de la naturaleza.

Mirando sus garras, se quedo pensativo, intentando procesar lo que había pasado.

— Una ilusión. —Concluyó, abriendo los ojos, espantado. —Fue un maldita ilusión. —Miro hacia la cabaña, notando que está brillaba levemente, y mientras sus garras temblanban de ira, y su cuerpo se inundaba de un miedo abrasador, tragó saliva, corriendo hacia donde se supone que estaría su Luna.

(...)

Adrien salto sobre ella. Fue fácil, Dianne no tuvo la suficiente velocidad para huir de el. Y lo mejor, era que no habia pasado ni si quiera diez minutos, lo que significaba, que volvería con su Luna justo a tiempo.

La rubia no dejaba de patalear, lo cual hizo gruñir al Alfa, para mostrar autoridad.

— ¡Ya sueltame! —Se quejó la chica en tono lastimero.

Adrien la hizo levantarse a la fuerza, para llevarla de nuevo a la cabaña.

— ¡No, no no, no me lleves allí! —Exclamó ella, intentando zafarse. Adrien pudo sentir cierto temor enmandar de ella. —¡Cometiste un gran error! ¡No debiste venir a buscarme!

Adrien apretó su brazo, haciendola chillar. Con su mirada y aura amenazante, acercó su rostro al de ella.

— ¿Por que? ¿Acaso te atreviste a traicionarnos y llamaste a tus amiguitos? —Sonrió, demostrándole lo mucho que quería hacerle daño.

Dianne negó, y empezó a sollozar. El le daba miedo... Y cuando se diera cuenta de lo que pasaba... Se enojaría aún más.

— No debiste dejarla sola... ¡Dejame ir, y regresa!

— Camina. —La obligo a avanzar, a pesar de sus ruegos. La odiaba, por su culpa, el y su Luna estaban atrapados en ese bosque, rodeados del peligro. Dianne se retorció y empezó a llorar.

— No, escuchame Lobo... Tu... Debes dejarme ir.

— ¿Para que? ¿Para que le des aviso a los demás?

— ¡Joder, no! —Chilló, negando, derrotada. —Yo no la traje aquí... ¡Fueron ustedes! ¡Estan condenados! ¡Lo vi en la cabaña! Ella estuvo allí desde antes, no es una Beta ordinaria . Ella es como yo, pero más experimentada. ¡Lo vi! ¡Las pulseras que carga no son normales! ¡Destruyo mi casa y vino por la chica! ¡Por favor déjame ir! ¿No me estás escuchando? ¡Ella los traicionara! No se que es lo que quiere, pero hechizo mi cabaña... Vi las piedras en su muñeca... ¡Ya sueltame!

The Alpha MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora