XXXIV

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-Ah. Señor Daniel...-al cruzar la puerta, justo enfrente cayó de rodillas un hombre castaño que reconocimos al instante, y trás él, Daniel le sostenía los brazos.

-¿¡Ryan?!

-Disculpen mi demora, fue un poco difícil encontrarlo...-Comentó, acomodando sus lentes. Sebastian arqueó una ceja con un gesto que se podría interpretar como molestía.

-¡E-Esperen!-Stoker gimoteaba con desesperación mientras parecía más un ratón atrapado que un hombre adulto.-¡No me ha dejado explicarle...!

-No desespere. Hay mucho tiempo hasta New York para escuchar su historia con calma.-Sebastian le sonrió por lo alto.

-¡No es así!-Exclamó.

-¿Cuál es el problema? Sebastian los limpió, por lo que sólo resta ocuparnos de ti.-El peliazul cruzó los brazos sobre su pecho con visible desagrado.

-En este buque...-Stoker pareció agarrar suficiente aire para lo siguiente.-... Hay dos secciones separadas por la gigantesca caldera.

-¿Y bien?-Inquirió Ciel.

-En el almacén frontal tenemos... Tenemos almacenados diez veces más ejemplares que en este lugar.

-¿¡Diez veces más?!-Mi mirada se fue inmediatamente al marco de la puerta por la que acababamos de cruzar. Un charco espeso de sangre escapaba por ahí, mientras restos de lo que alguna vez fueron humanos descansaban como confeti por el suelo.

-Bueno, esto se ha tornado algo problemático, Joven amo.-Suspiró Sebastian.

-¡No es suficiente categorizarlo cómo "problemático"!

-Un par son absolutamente desagradables, una horda debe ser... Vomitivo.-Comenté, sin ser capaz de disimular el asco.

-Por lo que, el barco ahora mismo debe estar infestado de no-muertos...-Concluyó Daniel. Ciel cargó la pistola, con una mirada pensativa, y después se dirigió a Sebastian.

-Busca a Tía Frances y a los demás y llévalos a algún lugar seguro...-Se detuvo algunos segundos.-También asegurate que Chatfield esté a salvo.

-¿Y respecto a usted?

-Seriamos una carga. Además, tenemos armas, por lo que aguantaremos un tiempo.-me dirigió una mirada, esperando algún tipo de complicidad. Y yo, con un cosquilleo desagradable en la punta de los dedos, busqué nuevamente el arma que había guardado poco antes. Lizzy, trás él, lucía lúgubre.

Sebastian pareció pensarlo un momento, y asintió, dándose la vuelta para comenzar su camino.

-¡Vuelve tan pronto te asegures que estén a salvo!-Exigió el peliazul.-Y sobre ti... ¿Qué te parece la idea de contarme todo a detalle?-Giró hacía Ryan. El castaño se sobresaltó al encontrar apuntando justo a su entrecejo la pistola de Ciel.-Debes ser breve, no tengo mucha paciencia.

Un escalofrío recorrió mi espalda al volver a realizarme de la situación mientras los oía. Me quejé al sentir la brisa humeda pasar por mis tobillos heridos, y mi mirada bajó a mi vestido. Suspiré. En una situación como esta, unos pantalones serían ideales. Pero quién demonios iba a esperar "una situación como esta".

Me agaché para atar lo suficientemente fuerte las agujetas de mis botas, y ahí me fijé en los jirones de tela que colgaban desde abajo de la falda. Comencé a arrancarlos. Las capas del vestido disminuían, y se hacía mucho menos bulto con cada trozo que arrancaba.

Me detuve al sentir una atenta mirada sobre mí, y al levantar el rostro encontré a Lizzy observándome con inquietud. Parecía sorprendida, y al mismo tiempo ensimismada. Atiné a sonreírle.

Ese Conde. [Ciel Phantomhive & Lectora] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora