XXXVIII

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-¡Ah!-Agitada, me levanté de golpe, empujandome contra el respaldo de la cama.-No... No, no no. ¡Maldita sea!

La habitación era completamente desconocida para mí, y aparentemente me encontraba en soledad. Salté fuera de la cama, y corrí hacía la única ventana que había, sólo encontrándome con un jardín igual de desconocido.

La incertidumbre se apoderó de mi cuerpo. Lo último que recordaba era la amplia sonrisa de Undertaker mientras me llevaba lejos de mi hogar, y ahora mismo podía estar en cualquier maldito lugar de Londres. ¿Daniel me habría seguido? Buscando heridas por todo mi cuerpo, me percaté de que mis dedos temblaban sin mi permiso.

-Ugh... ¿Qué les hicieron? ¿Donde están mis manoplas?-Comencé a buscar por la habitación, en los cajones, ropero, y tocador, pero sólo me encontraba artículos inútiles para mí. Sin ningún resultado, caí al suelo, derrotada.

Esto no parecía una celda, tenía acceso al exterior, y la ropa guardada parecía de mi tamaño. Era una habitación que había sido acomodada para mí, pero no tenía idea de donde estaba, ni qué querían de mí. Sollocé, mientras mi corazón se aceleraba por la adrenalina.

Después de algunos minutos en los que el ruido en mi mente me mantuvo aturdida, me levanté y acerqué a la puerta. Con lentitud y cuidado, me asomé por la perilla, pero sólo encontré un silencio sepulcral en un simple y corriente pasillo.

Ya que estaba en un segundo piso, salir por la ventana podía armar un gran revuelo demasiado pronto, así que opté por salir con cuidado por la puerta.

Me asomé, y salí dando cada paso con suavidad sobre la madera fría. Antes de llegar a una intersección, me percatarme de otra presencia en el pasillo, y sigilosamente me acerqué al final de la pared para asomarme.

Una mujer, que parecía estar saliendo de una habitación nisiquiera se había dado cuenta que la observaba. Apenas me dió la espalda, con pasos largos corrí al otro lado del pasillo. No me detuve, seguí cuando me dí cuenta por las ventanas, que la puerta que veía al final del pasillo debía ser una salida.

-¡Niña! ¡Eres muy veloz pero... No puedes corretear por ahí sin control!-Y sin previo aviso, un brazo estirado se cruzó en mi camino, sin permitirme frenar se hundió en mi estómago y me hizo soltar todo el aire en mis pulmones.

-¡Guh...!-Tragué aire con una amplia bocanada, encorvandome con dolor. El brazo rodeó mi cintura, y me sostuvo para evitar que me descompusiera.-¿Q-Qué...?-Giré arriba sólo para encontrar al hombre de mis pesadillas.

-Es bueno que hayas despertado, tienes un sueño muy muy pesado~ Heh.-Me sonrió. Yo giré hacía la puerta, a tan sólo diez pasos de mi se encontraba mi nueva libertad. Me sentí como si estuvieramos en un ridículo juego del gato y el ratón.

-¿Estamos en Londres...?-Pregunté, sin dirigirle la mirada.

-Así es.-Apretó mis costillas, e inmediatamente mordí mi labio. Interpuse una mano en la suya, y la alejé de mi cuerpo. Me tocaba con descaro, casi como a una muñeca, y eso me desagradaba un montón.-¡Vaya! Sigues en pijama. No puedes presentarte a él en este estado, ¡Seguro te avergonzaría! Nyehehe~

Su mirada viajó sin cuidado por todo mi cuerpo, y encogí mis hombros. Puse una mano en su pecho y lo alejé.

-... Bien, me arreglaré.-Ensanchó la sonrisa al escucharlo.-Sin embargo, no quiero la ayuda de nadie. Ninguna persona aquí pondrá un dedo sobre mí.

-¿Ohhh?-Ladeó la cabeza. Se inclinó hacía mi, con curiosidad.

-Ya que, parece que no puedo escapar mientras tú estés por aquí.-Sonreí con amargor.

Ese Conde. [Ciel Phantomhive & Lectora] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora