Fin.

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Después de insistirle tanto a Lisandro, por fin estaba solo.

Escuchando un poco de música y empezando a cocinarse una -abundante- salsa para los ravioles. Ese día se había levantado con unas inmensas ganas de comer algo con salsa y recién a la noche se estaba por dar el gusto.

Tuvo un día agotador pero aún así no se le había ido el hambre. Su cuerpo dolía y no estaba seguro si era por llorar todo el día de ayer, luego de confesárselo a su hermano y cuando por fin logró calmarse un poco hablaron, mucho. Lisandro le prometió que iba a mantener el secreto a cambio de que se lo diga a sus padres con urgencia.

Todavía no lo hizo.

Tenía miedo. Sabía que iban a estar desilusionados ya que esa era una de las razones por la cual no querían mandarlo a buenos aires. También, estaba seguro de que lo mandarían nuevamente a Cordoba y él en lo personal lo deseaba mucho.

Su embarazo no iba hacer fácil. El riesgo de morir tanto él como el cachorro eran más altas de lo que podía imaginar -o eso era lo que había leído en internet anoche cuando no podía dormir-. Sin un lazo y mucho menos sin un alfa.

Pero se aferraba aquella página que le aseguraba qué aún no estando con su destinado tenía un pedacito del otro, eso podría ser suficiente para vivir.

Aunque Julián se sentía morir con el pasar de los días.

Pero iba a dar lo mejor de él, cumplir con lo que tenga que cumplir para que todo saliera bien. Su hermano el día anterior le había dado la opción de abortar pero se negó rotundamente, no quería. Aquel ser que estaba creciendo dentro suyo era lo único que le quedaba y además no creía poder hacerlo.

Tenía que aguantar las consecuencias. Los regaños de sus padres. Las miradas juzgadoras y todo lo que venga, estaba al tanto que los omegas como él tenían la peor atención a la hora de un embarazo mucho más si estaban solos, por eso quería volver a córdoba y así estar en la compañía de sus padres.

También estaba su carrera la cual no pensaba abandonar. Iba a estudiar hasta donde pudiera, su bebé merecía un buen futuro y él se lo daría.

Suspiró secando su frente antes de seguir cortando una papa, había puesto un poco de música en su celular porque sus vecinos al parecer estaban de fiesta. Su timbre sonó nuevamente lo cual lo hizo bufar girando sus ojos. Ya se habían confundido dos veces con el número de puerta, eran los invitados de su vecino.

Dejo la papa en la bacha y limpio sus manos antes de dirigirse a la entrada porque sabía que aunque la música no se oyera dentro de su departamento no dejarían de tocar. Caminó a pasos lentos, sus músculos estaban muy tensos y sabía que necesitaba un masaje casi con urgencia.

Giró la llave. Desde ya instalando sus labios en una línea y con sus cejas un poco fruncidas a causa del mal humor. Pero cuando abrió la puerta no se encontró con un extraño, era Enzo. Un Enzo que se veía incluso peor que él, las ojeras eran notable sus ojos tristes le transmitían lo que estaba viviendo. Un infierno.

Al igual que él.

"¿Qué haces acá?." Se animó hablar. Voz rasposa a causa de la sorpresa. Tratando de no inhalar con fuerza, podía sentir aquel aroma que era su dosis para seguir de pie, pero aún así teniendo su medicina enfrente prefería la muerte.

Enzo dio un paso adelante con miedo. Lo vio tomar aire por la nariz, buscando su aroma que ahora era más dulzón de lo normal.

"Vine hablar." Su voz ronca hizo temblar sus piernas."Ya que me bloqueaste, hasta a mis amigos." frunció el ceño al decir lo último. Al parecer todavía sin creer que haya hecho eso.

Crimen. / AU Julian X EnzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora