Capítulo XXX

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Sus ojos se oscurecieron de forma natural pero aún así debía ser muy hábil para ver el  brillo en ellos, era como ver la luz en medio de la oscuridad, una sonrisa triunfante se dibujó en su rostro, ella lo hacía tan bien, no dejaba nada, después de todo se había encargado personalmente de que así fuera.

- Lisa - la llamó queriendo obtener un poco de atención a lo que la pelinegra se alejó de la puerta dejando de ver aquella ventana iluminada donde podía apenas distinguirse la silueta de Diana y dos de sus niñas - Qué hacemos aquí? - preguntó ella - Sólo quería volver a verte después de estos años y me encuentro con con que has secuestrado a otra niña, en verdad estás haciendo esto?

- Joy, mi querida Joy - susurró Lisa mientras sus pasos hacían rechinar la madera de aquella cabaña alejada de su casa pero aún dentro de su propiedad - No sabes cuantas ganas tengo de estrangularte ahora mismo, de sofocar tu cuello tanto que apenas y puedas decir mi nombre - sus ojos eran fríos y oscuros - se que te encantará.

Lisa cerró la distancia para quedar muy cerca de Joy, acarició sus mejillas y tomó un mechón de pelo para llevárselo a la nariz y respirar tan profundo su aroma, las endorfinas impregnadas en sus poros eran tan exquisitas, sobre todo cuando se trataba de una de ellas en esa posición.

- Que bien hueles cariño - susurró sintiendo el aliento de la mujer - echaba de menos esto sabes? Por qué no intentas hacerme feliz? Vamos.

Pronto la pelinegra se alejó dejando a la mujer un poco confundida pero muy necesitada de su tacto, la vio abrir una pequeña puerta para bajar por las escaleras y enseguida la siguió como una pequeña hormiga hacia la dulce miel, sin dudarlo y a la espera de algo que pudiera gustarle, quedando solo unos cuantos escalones abajo y entonces la detuvo.

Lisa acorralo a Joy entre el descuidado barandal de madera y su cuerpo, sus brazos le rodearon la cintura y comenzó a respirar en su cuello, casi podía saborear el miedo que transpiraban sus poros, ese dulce olor de su presa inundando sus fosas nasales. Sus labios probaron ligeramente ese sabor de incertidumbre en su piel mientras se inclinaba de un lado a otro.

- Sabes Joy? No resisto más, creo que lo haré ahora - susurró mientras sus manos se extendían hacia un lado para alcanzar algo - Necesito esto.

- Ha, hazlo - Joy trago con dificultad, se había entregado al placer de la excitacion qué Lisa le provocaba - Quiero sentirte, sólo hazlo.

En ese momento la sonrisa de la pelinegra se borró, se separó un poco al encontrarse con los párpados cerrados de Joy, selló el momento con un beso, sus labios tocaron los suyos y entonces aprovechó la entrega total de la mujer para colocar la cuerda en su cuello y cerrar el nudo apretando su garganta.

- Qué es esto Lisa? - preguntó apenas recobrando la respiración.

Los párpados de la pelinegra estaban ligeramente cerrados, en sus ojos se reflejaba la misma oscuridad intensa sin parpadear, la miraba con detenimiento a los ojos, esas miradas perdidas que poco a poco se ausentaban más, ese preciso momento donde las conocía de verdad, justo antes de reflejar en sus ojos ese deseo de vivir.

- Vas a hacerme feliz ahora - respondió la pelinegra - Li, Lisa? - logró decir la contraria antes de sentir sus manos empujando su cuerpo.

La madera crujió cuando el cuerpo fue lanzado al vacío corto, la altura era suficiente para que sus pies quedaran colgados en el aire, de inmediato llevó sus manos a su cuello en un intento fallido de liberarse, su boca se abría tratando de conseguir un poco de oxígeno inútilmente.

- Li, Li... Sa - su voz rasposa sentía quemar su garganta.

La nombrada inclinó su cabeza mientras bajaba los últimos escalones tomándose su tiempo paso a paso, su palma limpiaba el polvo sobre el viejo y ahora roto barandal, con la mirada en ella sonrió al analizar la expresión en el rostro de Joy y el temblor de su cuerpo, sus labios carmesí comenzaban a cambiar de color, su piel era pálida, podía verse al rojo vivo la venas en sus ojos que parecían querer salirse de sus cuencas, su débil e inútil cuerpo oscilaba de un lado a otro con ganas, sus pies jugueteaban como un pecesillo sacado del agua al quedarse sin aire, muriendo lentamente.

Insane (Lisa GIP) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora