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no me da tiempo a procesar dónde estamos cuando ya tengo a jeno devorándome la boca con frenesí y estampándome contra la pared del recibidor de su la casa en la que se crío. correspondo al gesto con la misma intensidad de manera automática, colocando una mano sobre su cintura y la otra tras su cuello para mantenerlo pegado a mí.

suelto un gemido al notar sus dientes mordisqueando mi labio inferior y sus dedos jugueteando con uno de mis pezones por encima de la camiseta. una oleada de lujuria externa a mí me invade por completo y tardo dos segundos en darme cuenta que proviene del castaño.

―¿no piensas enseñarme la casa, amor? ―pregunto en el instante en que deja mi boca para descender hasta mi cuello.

tenemos cosas más importantes que hacer. llevas casi una semana siendo un vampiro y todavía no sabes la de ventajas que tiene.

gruño de excitación ante lo que implican sus palabras y, enredando mis dedos en su cabello, tiro con fuerza para conectar nuestras miradas. su iris oscuroado está completamente teñido de rojo y, a juzgar por la mueca que pone, creo que estoy en las mismas condiciones.

―¿vas a mostrármelas, entonces? ―ronroneo pícaramente tras lamer sus labios.

―oh, por supuesto que sí ―ruge completamente excitado. ―ropa fuera, ahora ―ordena mientras se deshace rápidamente de los suyos propios.

no tardo ni medio segundo en obedecer, desnudándome de pies a cabeza para quedar en las mismas condiciones que él. las prendas están esparcidas por todo el suelo, echas una bola y arrugadas a más no poder, pero eso no podría importarnos menos.

un jadeo de sorpresa se escapa de entre mis labios cuando me gira y me empuja contra la pared, pegando mi pecho al muro y echando mis caderas hacia atrás para dejarlas a su completa disposición. se me corta la respiración en el segundo exacto en el que su lengua se adentra entre mis nalgas y lame toda la longitud de mi ranura.

esta es la primera ventaja de ser un vampiro, conejito.

lo dice como si fuera un maestro impartiendo una clase, haciéndome sentir que debo tomar apuntes. ríe por mis pensamientos y, tras succionar mi agujero fruncido con fuerza, adentra tres de sus dedos de golpe. grito por lo inesperado y por el dolor que sé que me producirá, aunque me doy cuenta de que tan solo es un ligero ardor, ni siquiera es exageradamente molesto.

ventaja número 1: mayor tolerancia al dolor. todo lo que un humano calificaría como extremadamente lacerante, para nosotros solo es un tanto incómodo, pero soportable.

―m-mierda, jen... ―sollozo cuando estimula mi próstata con sus tres dedos, enloqueciéndome por completo.

―no sabes cuánto he esperado para este momento, conejito ―susurra contra mi oído, mordiéndolo después y succionando hasta dejar una violácea marca en mi cuello.

―¿podrías hacer el favor de follarme ya? gracias ―no me importa lo más mínimo sonar tan desesperado, y parece que a él tampoco.

con un gruñido ronco que me manda un escalofrío de placer, me da la vuelta de nuevo y me alza por los muslos, atrapándome entre su pecho y la pared y haciéndome rodear su cintura con mis piernas.

ventaja número 2: fuerza. esta ya la conocía, pues jeno me ha demostrado en más de una ocasión lo fácil que le resulta mover mi casi metro noventa, como si fuera un niño.

sonríe ante mis reflexiones y me besa demandante, haciéndome olvidar cualquier otra cosa que no sea su boca sobre la mía y su miembro erecto rozándome las nalgas. sujetándome firmemente de su cuello, llevo una de mis manos hasta su polla y la guio hacia mi entrada, no siendo capaz de soportar ni un segundo más sin sentirle bien enterrado en mí.

Sweet reliefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora