Prólogo

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Temer al amor es temer a la vida, y los que temen a la vida ya están medio muertos.

—Bertrand Russell

Erik, el joven rey de Kusintha sabía que no debía de perder la concentración de lo que pronto sería la definición de su futuro, sabía que dejarse envolver por la bruma y el calor de su mente podría traerle consecuencias que quizá le llevarían a la desgracia, pero aún así, en aquel pequeño atisbo de paz que le transmitía el observar como las olas chocaban las unas con las otras, se permitió mirar la lejanía, donde el rey Charles cabalgando su precioso corcel blanco, se apresuraba a llegar a su lado.

El rey de Kusintha mentiría si dijera que Charles, del reino Dashuria no le parecía como ver a un ángel llegando del cielo solamente para salvarlo.

—¿Todo bien, su majestad Erik?—la dulce voz que sonó a su lado le hizo apretar más las riendas de su caballo color chocolate.

Charles, el hombre de ojos azules y cabellos castaños clavó su mirada en Erik al no notar respuesta alguna, pero el rey de Kusintha desvió prontamente la mirada a los soldados que poco a poco abrían paso para que ambos monarcas se colocaran al frente de aquel grupo de élite guerrera.

—Luces enfermo, Erik.

El aludido mordió el interior de su mejilla para tratar de concentrarse en otra cosa que no fuera el hombre que iba a su lado, porque sabía que no podía tener esa clase de pensamientos sobre su aliado ¿Cómo quedaría si alguien supiera de sus depravaciones? Erik pasó saliva con pesadez, seguramente le colgarían y quemarían en la plaza central como un ejemplo para todo aquel que tuviera insanos y libidinosos deseos, porque quedaba más que claro que aquellas sensaciones que le transmitían su corazón al resto de su cuerpo, no eran "normales". Eso debía de tratarse de alguna jugarreta del demonio, una prueba para medir su pureza.

—¿Acaso te da miedo enfrentarte a esos bárbaros para defender a tu pueblo? No pareces ese tipo de persona—susurró en voz baja Charles pegando más los corceles, hasta el punto en que la pierna de Erik y la del castaño rozaron, enviando un estremecimiento a todo el cuerpo del rey de Kusintha.

Era anormal ponerse nervioso por aquel cosquilleo sabiendo que el metal de su traje no le permitía sentir el calor que el otro transmitía.

—¿Entonces qué tipo de hombre parezco?— el rey de Dashuria no respondió — No es eso lo que me tiene tan distraído, majestad Charles—Erik carraspeó al tiempo que ambos llegaban al frente de sus ejércitos.

Su posición actual les permitía observar cómo el ejército enemigo se comenzaba a alinear a varios kilómetros enfrente de ellos.

—¿Problemas en el paraíso?— Charles posó su vista en los rebeldes cabellos rojizos de Erik, para después sonreír.

Erik solo pudo apretar fuertemente la mandíbula cuando el pensamiento de que los antiguos dioses envidiarían la belleza de aquel rey cruzó por su mente.

—No es momento de hablar sobre esto. Nuestra concentración debe estar en ellos, porque si no los vencemos podemos llevar a nuestros pueblos al dolor y sufrimiento.

—Solo trataba de hacer que te relajaras—Charles se encogió de hombros antes de mirar por encima de su hombro—Si realmente la guerra es lo que te preocupa, puedo decirte que nuestros hombres están bien equipados, tienen un entrenamiento excelente y su agilidad mental supera a la de los que nos piensan atacar —Erik sintió como las miradas de varios guerreros se posaban en sus espaldas, quizá intentando escuchar la conversación de sus líderes—Sé que no nos hemos llevado muy bien durante todos estos años, pero un poco de nuestra antigua confianza no nos hará daño. Además, pienso que esta alianza puede evitar futuros enfrentamientos entre nosotros ¿No lo crees?

La sombra del corazón | CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora