Capítulo 5

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Charles sonrió de forma cortés al observar como el consejero del rey Erik junto con tres jóvenes más hacían una reverencia en su dirección.

—Es un placer tenerlos de nuevo por mis tierras— el rey les indicó que podían levantarse con un ademán de su mano derecha—Aunque no creo que solo estén por aquí para darme un saludo.

—No mi señor— admitió Azazel sin inmutarse— Estamos aquí porque se trata de un asunto urgente.

—Debe serlo como para impedirme partir hasta las tierras del clan Zhivot. Solo espero que no se trate de otra guerra, consejero. Sabe que ninguno de los dos reinos está en condiciones de solventar más gastos — respondió tomando la carta que Azazel le ofreció.

En silencio terminó de leer la evidente preocupación que expresaba Erik en aquellas palabras que sin pensarlo, le agitaron el corazón.

—Quiero hablar de forma personal con Azazel— los tres jóvenes miraron a su líder quien asintió sin apartar la mirada del rey de Dashuria.

—Su majestad, el rey Erik me pidió que le respondiera con otra carta. Su intención es que los Mässajad se enteren de sus movimientos.

Charles no entendía por completo la táctica de Erik, pero no iba a discutirla.

—Bien, esta noche puede quedarse en el castillo, mañana a primera hora saldrá con la carta que necesita ¿Algo más?

—No majestad.

—Gracias por tus servicios, Azazel.

El aludido asintió, saliendo apresuradamente de aquella biblioteca. Azazel no podía explicarlo, pero se sentía nervioso.

Una vez que Charles se quedó a solas, se dirigió hasta uno de los libros dónde guardaba aquel pedazo de espejo con las instrucciones de Raven.

El rey de Dashuria dudó un poco, pero al final, terminó escribiendo un mensaje en el espejo, esperando un par de minutos antes de borrarlo con un soplo de sus labios.

—Padre— la voz de su hijo Isu le sacó de su ensoñación, por lo que Charles se apresuró a guardar el espejo, si alguien sabía que usaban ese tipo de comunicación, no dudaría en contarlo a la iglesia con tal de obtener beneficios eclesiásticos.

—Tanta formalidad no es necesaria cuando no hay nadie David— respondió extendiendo sus brazos en dirección a su primogénito—¿Estás bien? Nunca me vienes a ver cuándo estoy en la biblioteca.

El pequeño se removió incómodo entre los brazos de su padre, como si no encontrara la forma correcta de expresarle su preocupación.

—Es sobre mamá.

—¿Qué ocurre con la reina Moira?

—Tiene fiebre de nuevo, ya han venido a atenderla pero no hay mejoría— el pequeño se quedó estático en su lugar, como si temiera que al moverse pudiera llorar— Madre quiere que la vayas a ver.

Charles tomó de la mano a su pequeño y a pasos apresurados, lograron llegar a los aposentos de la reina. El rey se disculpó con las personas que estaban rodeando a su esposa para colocarse de rodillas al lado de la cama.

—¿Cómo estás?— Charles acarició delicadamente la mejilla de la delgada mujer— Nuestro hijo dice que quieres verme.

—Solo quería saber si habías regresado a salvo, sé que la guerra fue complicada en comparación a otras campañas.

—No debes preocuparte por eso, mi señora, ya todo está solucionado— Charles se acercó al oído de su esposa—Tengo buenas noticias para tu salud.

La sombra del corazón | CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora