Capítulo 17

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Raven jamás imaginó que su vida cambiaría de forma tan precipitada. Siempre había sentido que caminaba sobre un sendero con espinas para después ser arrojada por un barranco, sin previo aviso, sus sueños solo se convirtieron en una súplica para poder sobrevivir ¿Qué más podía hacer una mujer que fue dada como esclava? Si era sincera, creía que no viviría durante mucho tiempo, hasta que Charles apareció en su vida como si fuese un ángel que había llegado para rescatarla.

Esa noche pese a la sangre que corría por su rostro, Charles no se alejó, solo la tomó entre sus brazos mientras le aseguraba que en poco tiempo iba a mejorar, ella permaneció días en el castillo hasta que por fin pudo abrir los ojos. El entonces príncipe le había dicho que quienes le habían hecho daño ahora estaban pagando por su crimen.

No supo cómo agradecer correctamente, así que le suplicó quedarse a servirle a él en lugar de a cualquier otro miembro de la familia real, cosa que Charles aceptó sin dudar.

Su conexión fue inmediata y pronto el príncipe la entrenó en secreto para ser la mejor guerrera que cualquier hombre de su guardia. Raven se sentía libre cuando la espada y el aire se movían al mismo tiempo que su cuerpo, el poder que recorría cada parte de su ser no se comparaba con nada que hubiera hecho antes.

Cuando menos se dió cuenta, Charles había ascendido al poder, no dudando ni un solo segundo en ponerla a ella como parte del consejo de guerra. Como era de esperar todos los demás miembros montaron en cólera, haciendo que la Iglesia interviniera, pero en ese entonces Charles no contaba con ningún pecado escondido que pudieran usar en su contra y fue fácil lograr que sus deseos se convirtieran en ley.

Charles había hecho tanto por Raven que ella sentía que no podía fallarle y eso incluía la petición de Erik sobre darle muerte a su esposa. Ella era consciente de que un error podría terminar con su vida, pero valía la pena el riesgo si se trataba de su amigo, el hermano que jamás pudo tener.

Así que con el poco tiempo que tenía, regresó a Kusintha, logrando entrar hasta el interior del reino con ayuda de Azazel, el amable y fiel consejero de Erik del cual había estado enamorada durante más tiempo del que le gustaría admitir.

—Haré lo que pueda por ayudarte a entrar y salir, pero si esto pone en riesgo la vida de la princesa...

—Harás lo que sea necesario para que la familia real mantenga su posición, está bien, yo intento hacer lo mismo.

Ninguno de los dos había tenido tiempo para formar una familia, porque su único deber era estar con Erik y Charles, ser su escudo en los peores momentos, estar dispuestos a morir por ellos. Ese tipo de fidelidad no se conseguía con facilidad, pero ambos reyes a pesar de parecer diferentes, tenían en común ser sus ángeles.

—Dile a su majestad que debe regresar con bien.

Azazel también había sido un esclavo producto de la guerra, pero Erik no había permitido que nada malo le ocurriera desde que le había salvado la vida de morir ahogado.

—Cuida de su hija y haz lo que sea necesario para que Nina quede como la reina. Suena a imposible, pero sé que podrás hacerlo. La iglesia te respeta, el pueblo también te quiere, podrás convencerlos.

Azazel en un momento de valentía, se acercó hasta Raven, tomando las mejillas de la mujer entre sus manos.

—¿Al menos puedes mentirme prometiendo que tú volverás?

—No voy a mentirte, porque si voy a volver.

Raven bajo el abrigo de la noche se escabulló hasta el pasillo que daba a las celdas, y haciendo uso del arco que Charles le había regalado cuando se conocieron, logró hacer que el veneno de las flechas le diera a ambos guardias. Con el camino despejado, se adentró en aquel sitio oscuro, cortandoles la yugular con su daga a dos hombres más que cuidaban el interior de las celdas.

—Debes de tranquilizarte Kin, no logras nada con llorar.

—¡Mate a nuestros padres! ¿Cómo puedes estar tan tranquila? Tendrías que estar llorando.

—Aún podemos continuar con nuestros planes sin ellos. Juro que voy a sacarte de aquí— Magda guardó silencio cuando notó que ya no eran solo ellos dos en aquellas prisiones —¿Acaso regresaste a pedir perdón?

—No sé quien crees que soy, pero te aseguro que nadie va a venir a pedirte perdón.

Los ojos de Magda no reflejaban miedo alguno.

—¿Qué haces aquí?

—Te dije que habías firmado tu sentencia de muerte— Raven abrió la puerta de la celda de Kin, dejando caer sobre él toda su ira, para finalmente sacar su cuerpo al pasillo, apuñalándolo en el corazón en tres ocasiones. Estaba segura que la sangre del hombre había caído sobre el rostro de Magda—Sin él, estás perdida, porque tu hija no sirve para nada ¿Verdad, reina?

—No tienes el poder para matarme.

Magda sintió su mano temblar, aunque no sabía si era por la ira o el miedo que ahora sí empezaba a sentir. Porque si Kin estaba muerto, entonces todos sus sueños desaparecían con el viento.

—Te creí más inteligente. Tus planes para apoderarte del reino eran buenos, pero no tomaste en cuenta el amor que Charles y Erik se profesan. Tu error fue creer que amar te hacía más débil.

—Suenas tan patética para ser consejera de guerra, plebeya.

—Jamás había visto en tus ojos el miedo, es grato ver que tienes aún una parte humana— Magda tenía el cuerpo pegado en la pared, tratando de buscar algo con las manos para poder defenderse.

—Alguien como tu, no puede matarme.

—Alguien como el rey, no puede ensuciarse las manos con gente como tú— Raven se acercó a Magda, impidiendo con el peso de su cuerpo que ella pudiera escapar— Que tenga un buen viaje, majestad.

Magda ni siquiera tuvo tiempo de gritar, porque el movimiento de la consejera sobre su cuello fue más rápido. Con la mano, Raven se limpió la sangre del rostro.

—La reina ha muerto por traición a la corona, larga vida a Charles y Erik.

Raven se alejó de ambos cuerpos volviendo a cubrir su rostro, ahora tendría que buscar la forma de salir antes de que se dieran cuenta del desastre que dejaba atrás.

La sombra del corazón | CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora