Capítulo 18

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Erik sabía que luchar contra las Zhivot no sería fácil, después de todo ellas eran brujas experimentadas que podían llegar a matarte con un solo movimiento de su mano, pero para su fortuna, Kurt y Jean habían llegado a él cuando estaba a punto de acampar en el último lugar donde se tenía registro que estuvieron las mujeres: la fronteras sur de Kusintha.

El rey de Vaara no había llegado solo, sino que todos los hombres y mujeres que Charles había reclutado días atrás al enterarse de lo enterado no dudaron en unirse a la causa. Está acción llevó a Erik a decirle a Kurt el trato que había hecho con los Caballeros Templarios, porque mentir ya no era una opción.

—¿Quieres dar mi reino por Charles?

—Lo siento.

—Podrías haber dado tu reino.

—No puedo sacrificar el futuro de mi hija. Ahora lo único que le queda soy yo y debo protegerla.

—Si cuidas a uno, debes sacrificar al otro, no puedes hacer ambas cosas porque vas a terminar por no proteger a nadie.

El rey de Kusintha sabía que Kurt tenía razón, pero ignorarlo era lo mejor que podía hacer, así que decidió adelantarse en su caballo hasta donde se veía una fogata, que rápidamente identificaron como la cueva donde las Zhivot se estaban escondiendo.

Erik antes de hacer algún otro movimiento observó a la Luna, la misma que había sido testigo de su amor hacía Charles, aquella que guardaba los secretos de un sin fin de amantes, y le imploró en silencio que le dejara llevar a cabo la misión que liberaría a su amado.

—Charles va a estar bien, majestad. El rey ángel no puede morir— aseguró Jean antes de seguir a su maestro en silencio.

Kurt le sonrió al rey Erik con pesar antes de ordenar que todos rodearan la cueva para hacerla caer y encerrar a las mujeres, pudiendo lanzar sus hechizos con más facilidad. Aunque claramente Jean era la que estaba haciendo un mayor esfuerzo, o eso creía el monarca de Kusintha al ver más humo rojo que morado, verde o azul, que era la evidencia visible de lo que los demás hechiceros y brujos hacían para ayudar.

Erik por su parte se dedicaba a asesinar a todas aquellas que lograban escapar y en medio de la confusión no lograban hacer que su magia fluyera para defenderse.

—¡Debemos llevar la cabeza de Ayla! ¡No dejen que escape!

La tierra bajo sus pies comenzó a temblar, logrando que los portadores de la magia se alejaran de la cueva, cosa que aprovecharon las Zhivot para poder salir en grupo, defendiendo al resto del clan haciendo que el fuego se esparciera por todos los rincones del bosque.

Jean soltó un grito de dolor cuando sintió como la daga de Ayla impactó contra su brazo. Erik se acercó a ellas dejando que el peso de su espada cayera en la espalda de la líder del clan, quien jadeó al ver como la sangre caía por su cuerpo. El rey sintió sus manos temblar y está vez no controló el impulso de golpear a Ayla, ella trataba de defenderse pero herida no era tan ágil.

Aunque él tampoco estaba en las mejores condiciones, pues llevaba cerca de cuatro días acampando en el bosque, dos desde que había viajado hasta el templo de los Caballeros Templarios y el resto lo que había tardado en regresar.

—¡Maestra!

Las Zhivot de grados más avanzados comenzaron a salir de la cueva, haciendo evidente que ellas habían decidido sacrificar a las de círculos inferiores.

—¡Ataquen al rey!

Erik sintió como toda su energía escapaba del cuerpo. Su corazón empezó a latir más rápido y su cabeza comenzó a punzar, era como si le clavaran dagas en todas partes. El rey se negaba a cerrar los ojos, no podía permitirse perder ahora. No cuando estaba tan cerca de poder liberar a Charles.

—Por está osadía, yo, Ayla Zhivot, te maldigo Erik Kusintha. Charles Dashuria jamás será tuyo, y vivirás eternamente solo para ver cómo el asco y el repudio se dibujan en su rostro cada vez que te ve— Erik escuchó con horror como varias voces repetían las palabras de Ayla con un fervor espeluznante— ¡Morirás cada mañana, solo para revivir cuando todos estén muertos!

Sus manos empezaron a sentirse pesadas y su cuerpo parecía no responder a ninguna orden que intentaba darle. Inclusive el calor de las llamas se sentía como aire helado.

—¡Sigan a Ayla! ¡Jean, ve con el rey!

El monarca sintió como si empezara a flotar mientras sus párpados se cerraban.

—Quédese con nosotros. El Rey Charles lo necesita, majestad.

"Que mala suerte la tuya, antes no sabías lo que era vivir hasta que te enamoraste y ahora que conoces ese placer, morirás por no saber a quien amar"

—¡Erik, Erik!— los ojos de Jean se comenzaron a llenar de lágrimas y por más que trataba de controlar los temblores de su cuerpo, sus manos y piernas fallaron dolorosamente en el intento—¡Maestro Kurt!

—No podemos seguirlas, tenemos que irnos de inmediato al templo de los Caballeros Templarios— Kurt jamás había sido un buen vidente, era una de las pocas artes que no aprendió a dominar, pero justo al tocar a Erik, fue testigo de su dolor y lágrimas desesperadas al ver a Charles—Él no está muerto, es el hechizo de las Zhivot que empieza a hacer efecto. Aún podemos movernos ¡Vamos!

—Tenemos gente herida, no todos podremos seguirles— uno de los hombres señaló a sus espaldas a quienes respiraban con dificultad por el esfuerzo que habían hecho en aquella pequeña batalla.

—Vaya usted maestro, yo les ayudaré a sanar.

—No, tú eres más poderosa que yo, Erik va a necesitarte—Kurt observó como el fuego se extendía con rápidez —Ve con él y lleva a quienes estén dispuestos a luchar contigo. Yo le avisaré a Raven y a Azazel para que puedan ir con su ejército. Prometo no tardar.

Jean con la herida sanando logró abrir el portal, que a duras penas soportó estar abierto durante los segundos en que toda la gente cruzaba.

—Se los están llevando— la voz de un hechicero hizo que Jean observara desde la lejanía como miembros de la guardia Papal, llevaban arrastrando a Akiro hasta el centro de las ejecuciones, donde Charles apenas si podía permanecer de pie.

—Tenemos que prepararnos, vayan en grupos de tres hasta la multitud y coloquense al frente, debemos ser los primeros en entrar a la defensa de Charles— Jean tomó la espada de Erik—Despierte majestad, la noche está por caer. Charles lo necesita al igual que su hija.

—¡Muerte al rey Charles! ¡Muerte al rey Charles!

Los gritos de la multitud empezaron a sonar tan alto que Jean tuvo que correr hasta la plaza central, donde los cuerpos y sangre incrementaban a cada segundo, al parecer la gente del líder de los Caballeros Templarios también estaban dispuestos a luchar.

Los ojos de la menor rápidamente se posaron en Charles y Akiro, ninguno de los dos intentaban liberarse, era como si sintieran que la muerte sería su única salvación ahora.

—Elegiste el bando equivocado, Jean— Ayla y algunas de sus más fieles alumnas usaban su magia para dejar inmóvil a la pelirroja, que desesperada intentaba emitir algún sonido.

El representante del Papa preocupado por el descontrol que había, se apresuró a tomar el arma que estaba a su alcance para correr y hacer rodar la cabeza de Akiro debajo de sus pies. Charles abrió los ojos, pero él no estaba aterrorizado, solo parecía confundido.

—Espero pueda perdonarme, pero son órdenes del Papa ¿Hay algo que quería decir antes de...?

Los ojos de Charles estaban llenos de lágrimas, pero su cuerpo se mantenía lo más firme que podía.

—Perdóname David, perdóname por no poder verte más tiempo, perdóname. Yo... yo te amo Erik.

Y mientras la cabeza de Charles rodaba por el suelo, el grito de Erik paralizó a todos.

La sombra del corazón | CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora