Capítulo 7

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Charles aún seguía sorprendido por su actuar, pero la sensación de Erik cabalgando a su lado, observándolo con un amor que sus sentidos no alcanzaban a comprender en ese momento, era más que suficiente para que las culpas se esfumaran con el viento.

—¿Puedo saber en qué piensas?

—Hace tiempo que deseaba esto, traté de ahuyentar los pensamientos durante muchos años porque me sentía un blasfemo, creía que el demonio estaba haciendo que un buen hijo de Dios pecara, pero, ahora que estamos juntos, sé que todo esto es obra del amor.

—¿Tienes miedo de que Dios te castigue?

—Amar no es ningún pecado, así que no, no tengo miedo— admitió— Todo esto es aún extraño, pero no me molesta.

—¿No te molesta que sea tu amante?

—No me refería a eso, pero por favor, no te digas "amante", creo que a este punto somos mucho más que eso— Charles regresó su vista al frente no sin antes dedicarle una sonrisa a Erik—Pero tampoco dejo de pensar en lo que puede ocurrir si alguien se da cuenta. No todos piensan como nosotros.

—Todos los reyes, o la gran mayoría de ellos han tenido amantes que no son mujeres— agregó Erik sin el menor atisbo de vergüenza—Nosotros no seremos los primeros en tener una relación que no es bien vista ante los ojos de nuestros súbditos.

—No quiero que te ocurra nada malo.

—No pienses en cosas que aún no ocurren, te hace daño; y si bien, debemos de ver las posibles consecuencias, no te adelantes a los hechos. Mejor vamos a descansar aquí un poco, te prepararé la cena y te contaré una historia para que puedas dormir y relajar el caos que hay en tu cabeza.

—Aún queda algo de sol, podemos continuar.

—Usemos ese tiempo para poder cazar comida, en recompensa, nos iremos antes de que el primer rayo de sol aparezca en el cielo ¿Es un trato?

Charles dudó un poco, pero al final, decidió que seguir la sugerencia de Erik era lo mejor. Su cuerpo también necesitaba ese descanso extra.

—¿De qué es la historia?— cuestionó el rey de Dashuria una vez que unos cuantos conejos estaban cocinándose en una pequeña fogata.

—¿Oíste hablar alguna vez del rey Arturo?

Erik extendió su brazo en dirección a Charles, quien como si fuera un niño pequeño, corrió a refugiarse entre los mimos y besos que aquel monarca le proporcionaba.

—Si, un poco.

—Bueno, entonces cierra los ojos. Quiero que imagines todo lo que voy a contarte, aunque no sé si sea verdad, es una historia bastante entretenida, o bueno, eso dice mi hija.

Charles se asombraba al notar la naturalidad con la que actuaban cuando estaban solos y por unos segundos se preguntó qué sería volver a tener que fingir ¿Acaso podría controlar sus pensamientos en público? Esperaba que si, no quería que un error, terminara por arruinar lo que estaba feliz de obtener.

—Si a ella le gusta, estoy seguro que a mi también me gustará. Quizá pueda contarle tu historia a mi hijo.

Erik besó su frente—Entonces, presta atención, sáasil.

—¿Sáasil?

—Estoy seguro que descubrirás qué es. Ahora guarda silencio.

—Pero...

"Valiente, magnánimo, leal, generoso con sus amigos, encarnizado enemigo y el enamorado más puro del mundo. Esta sería la forma en que todos sus contemporáneos le describían, pero Lancelot sabía que aquello era una mentira, una irrealidad que a diario se obliga a vivir y experimentar, por el bien de todos. Aunque para explicar el motivo de aquellos pensamientos por parte del caballero de la mesa redonda, es necesario que la historia se cuente desde el principio de las desgracias de Sir Lancelot.

La sombra del corazón | CherikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora