5. Demonio

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⚠️Íncubo, Miguel!Top.









~°.𖤐.°~

Peter rió a carcajadas, escuchando el relato de su pupilo sin poder creer ni una sola palabra.

«¡Es verdad! ¡No te rías, viejo!» Miles lo vió ceñudo y le dió un manotazo en el hombro.

Peter era profesor de física en un colegio privado en Brooklyn, ahí había conocido a Miles, su estudiante más brillante y el hijo que nunca tuvo. Y justo en ese momento, a la hora del almuerzo, Peter comía un burrito de carne asada en su escritorio mientras revisaba la pila de trabajos escritos que había pedido para el fin de semana, todo mientras escuchaba el parloteo del adolescente.

«Déjame ver si entendí bien, mocoso. Todas las noches, un par de demonios sexuales super candentes, una mujer rubia extremadamente flexible y un hombre alto y con piercings en todo el cuerpo, vienen y te hacen la vieja torre eiffel» Peter rompió en carcajadas de nuevo, sacando de quicio al joven «Qué suertudo.

«Son lilims, profe. A las mujeres se les llaman "súcubos" y a los hombres "íncubos". Y aunque no lo creas, son totalmente reales. Así como se tiene un ángel guardián en un hombro, tenemos también un demonio en el otro. Nos siguen a todas partes aunque no podamos percibirlos, pero hay formas de verlos en otros planos» explicó Miles, dándole un trago a su soda de limón cuando vió qué Peter había perdido la voluntad de seguir riéndose de él.

«Bien, de acuerdo. Te creo» no lo hacía, pero se estaba divirtiendo, por lo que Peter escuchó con atención a Miles relatarle todo de pies a cabeza, incluyendo el ritual que supuestamente, se llevaba a cabo para invocar a una de esas criaturas.

Se despidieron después cuando sonó la campana. Peter llegó del trabajo por la noche, pues pasó la tarde en el concejo técnico que se llevaba a cabo cada último día del mes; exhausto, harto, dolorido y resintiendo la soledad que era cruel con él.

Peter tenía 40 años, toda su familia se había ido hace años y se había divorciado poco tiempo atrás. "Podría ser peor", se repetía a sí mismo todos los días, aferrándose a ese pensamiento como a su cordura.

Comió un par de rebanadas de pizza fría de hace una semana que encontró abandonadas en el refrigerador, se preparó una taza de café descafeinado y se arrumbó en su sillón frente a la caja del televisor. Quizás fue el frío o el ruido blanco de la película a la que Peter no le estaba prestando atención realmente, pero conforme el sueño le nublaba la vista, una fiebre lo inundó como una ola que lo derribó sin darle la oportunidad de levantarse.

Después de pensárselo un rato, los dedos de Peter se deslizaron lentamente hacia el interior de sus bóxers, explorando el terreno de su propia intimidad. Con cada caricia, podía sentir la calidez y la firmeza de su miembro, que palpitaba de deseo en sus manos. Con movimientos suaves pero decididos, comenzó a acariciar suavemente el glande, enviando ondas de placer a lo largo de su cuerpo. Sus dedos se deslizaban hacia arriba y hacia abajo, siguiendo el ritmo qué sabía que le gustaba.

Luego retrocedió, soltando un suspiro inquieto, apartando las manos de su miembro, echando la cabeza hacia atrás en el sofá. En ese instante, la televisión enmudeció, dejando solo el eco de su propia respiración agitada. Peter se quedó allí, en la calma antes de la tormenta, compadeciéndose de sí mismo antes de apagar el televisor para encerrarse en el baño con la intención de darse una ducha fría.

Bajo el chorro de agua helada, Peter siseó intentando acostumbrarse a la temperatura, asegurándose de que el agua lavara el deseo que lo consumía. Luego, volvió a él la charla qué había tenido con Miles por la mañana.

𝓜𝔂 𝓸𝓱 𝓶𝔂! (Spiderdads)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora