13. Calabaza

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Tallando una calabaza con habilidad y concentración en la víspera de Halloween, Miguel estaba decidido a hacer la decoración espeluznante qué su pequeña Gabriella le pidió para su escritorio. El cuchillo se deslizaba suavemente por la piel naranja y talluda, creando los patrones intrincados y detallados qué estaba buscando.

En ese momento, mientras Gabriella estaba en la escuela, Peter entró en la habitación, con una sonrisa traviesa en su rostro. Se acercó sigilosamente a Miguel, sin hacer ruido.

Pero no había forma en la que Miguel no hubiese oído el sonido pesado de sus pantuflas contra el piso lustroso de la cocina.

Peter rodeó la barra y se acercó por detrás, sus manos acariciando suavemente los hombros de Miguel. Éste frunció el ceño y giró el rostro para mirar a Peter, cuestionándolo con la mirada.

«Se ve bien» susurró Peter, refiriéndose a la calabaza, su aliento cálido acariciando el cuello de Miguel.

«Obviamente» respondió Miguel, que intentó resistirse, apretando los labios y volviendo su atención a la calabaza. «Peter... no puedo dejar esto a medias, estoy casi terminando» protestó, aunque su voz tembló ligeramente.

«Está bien, sigue con lo tuyo» Peter sonrió, inclinándose para dejar suaves besos en el cuello de Miguel, deslizando sus manos por su pecho y abdomen, provocando escalofríos en su piel.

Miguel intentó mantenerse firme, pero las caricias y los besos de Peter comenzaron a debilitar su resistencia. Sintió cómo su cuerpo se calentaba y sus dedos se aflojaban en el cuchillo. Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro. Peter aprovechó la oportunidad, sus manos se aventuraron más abajo, acariciando la entrepierna de Miguel a través de su ropa. Miguel gimió suavemente, e incapaz de resistirse por más tiempo, apoyó las manos en la mesa para mantener el equilibrio.

Los labios de Peter se movieron del cuello de Miguel a su oído, susurrando palabras que en cualquier otro momento, hubiesen hecho a Miguel rodar los ojos. Peter sonrió con malicia al sentir la reacción de Miguel ante sus caricias. Con habilidad, desabrochó los pantalones de Miguel y liberó su miembro ansioso, acariciándolo con ambas manos.

Miguel se aferró con fuerza a la barra de la cocina, intentando mantener su compostura mientras Peter continuó masturbándolo con ritmo lento y preciso. Una oleada de calor se extendió por su cuerpo, haciéndole perder gradualmente la capacidad de resistirse. Mordiendo sus labios con fuerza para contener cualquier ruido vergonzoso, Miguel intentó concentrarse en seguir tallando la calabaza sin éxito. Peter aprovechó la oportunidad para besar y lamer la piel de su cuello, mordisqueando suavemente de vez en vez.

Sin poder contenerlo más, jadeos sofocados escaparon de los labios de Miguel a pesar de sus mejores esfuerzos. Perdiéndose en la sensación abrumadora, Miguel dejó que sus caderas se movieran al ritmo de la mano de Peter. La mano sobre su miembro dolorosamente duro se movió más rápido y apretó con firmeza, llevándolo al límite. Con un último gemido ahogado, Miguel se dejó llevar por el torbellino de sensaciones que agitaron cada fibra de su piel.

Miguel se apoyó aún más fuerte en la barra de la cocina después, recuperando el aliento y saboreando los remanentes de su reciente orgasmo qué manchó su playera, parte de la puertecilla de madera de la alacena, y por su puesto, los largos dedos de Peter, quien se mantuvo cerca de Miguel, acariciando su espalda con ternura mientras se recuperaba.

Miguel finalmente soltó el cuchillo y se giró hacia Peter, haciéndolo reír cuando sin decir ni una sola palabra, lo levantó del suelo para llevárselo a su habitación.

Peter lo había empezado todo, y Miguel solo quería terminarlo. A excepción de la calabaza de Gabriella, claro está, que quedó a medio hacer abandonada en la barra de la cocina.

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𝓜𝔂 𝓸𝓱 𝓶𝔂! (Spiderdads)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora