2. Araña

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Peter se despertó con un dolor agudo en el brazo. Intentó moverse, pero la tela pegajosa y resistente en la qué estaba envuelto se lo impidió.

Era una telaraña gigante, y él era la presa.

No sabía cómo había llegado hasta ahí. Lo último que recordaba era estar persiguiendo a un ladrón por los tejados de la ciudad, cuando de repente sintió un golpe en la cabeza y todo se volvió negro. Alguien lo había capturado y llevado a ese lugar.

¿Pero quién?

Miró a su alrededor, analizando la cueva oscura y húmeda, intentando ver entre toda esa oscuridad tan solo iluminada por algunas luciérnagas que revoloteaban por el techo. No había señal de vida humana, solo algunos huesos y restos de otros hombres que habían corrido la misma suerte que él.

Peter sintió el pánico invadirlo. Su traje estaba rasgado y manchado de sangre, y su máscara había desaparecido. Estaba solo, herido y vulnerable. No tenía idea de quién o qué lo había atrapado, pero sabía que no era nada bueno.

Trató de liberarse, usando su fuerza y sus telarañas para impulsarse de ahí, pero cada intento fue más inútil que el anterior. La telaraña era demasiado fuerte y gruesa, y sus propias telarañas se quedaban pegadas a ella sin poder romperla. Peter se cansó pronto, y decidió guardar sus energías para cuando llegara el momento de enfrentarse a su captor.

No tuvo que esperar mucho por su llegada. Pronto escuchó unos pasos acercarse a él desde la profundidad de la cueva. Eran pesados y lentos, como los de un cazador que sabía, tenía a su presa asegurada y a su merced.

Peter se puso alerta. Lo que vió lo dejó sin aliento.

Era un hombre, o al menos lo parecía. Tenía la piel canela y el cabello oscuro que le caía por el rostro, ocultando parte de sus rasgos. Sus ojos eran rojos como la sangre, y brillaban con una intensidad inquietante. Su cuerpo era musculoso y atlético, difiriendo de los harapos rasgados que lo cubrían. Pero lo más sorprendente para Peter, fueron las cuatro patas de araña que salían de la espalda de aquel hombre, negras y peludas, terminadas en garras afiladas. Eran las mismas patas que habían tejido la telaraña que lo retenía.

Era un monstruo, sí, pero en ese momento, Peter no lo percibió como tal.

El hombre se acercó a él, lento, acechándolo como el depredador que era. Lo miró en todo momento a los ojos, sin parpadear ni apartar la vista. Peter sintió que su mirada lo atravesaba, como si pudiera ver sus pensamientos más profundos. Llegó hasta él, y con una de sus patas le apartó el cabello de la frente. Peter se estremeció al sentir el contacto frío y duro contra su piel caliente y sudorosa. Lo olfateó después, acercando la nariz a su cuello. Peter sintió el aliento cálido en su piel, y un escalofrío le recorrió la espina dorsal. No era solo miedo lo que sentía. Había algo más, algo intenso que no podía explicar.

El hombre le tocó el rostro con los dedos, acariciando su mejilla con delicadeza. Peter se sorprendió al notar que sus dedos eran suaves y cálidos, a diferencia de sus patas. Peter no supo qué hacer. Estaba confundido y asustado, pero también curioso e intrigado. Había algo en el hombre que lo hipnotizaba, algo que lo hacía sentir una extraña y confusa atracción hacia él.

Luego de un rato y sin esperarlo, el hombre hizo algo que Peter nunca habría imaginado. Con una de sus patas de araña, el hombre lo liberó de la telaraña antes de salir corriendo para dejarlo ir.

Peter no entendió nada. ¿Por qué lo había atraído a esa cueva en primer lugar? ¿Por qué lo había soltado así sin más? ¿Qué quería de él?

¿Por qué se sentía decepcionado de verlo alejarse?

Peter se quedó mirando al hombre partir, sin saber si seguirlo o aprovechar la oportunidad para escapar. Estaba aterrado, pero no tanto como estaba fascinado.

Tal vez, totalmente por accidente y para nada sin buscarlo, volvería a caer en su trampa más tarde.

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cr. del arte a @almalvo en tumblr.

𝓜𝔂 𝓸𝓱 𝓶𝔂! (Spiderdads)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora