¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
*Adaptación del arco de Davy Jones y Calypso, primera trilogía de Piratas del Caribe.
·⋆⁺₊⋆🏴☠️⋆⁺₊⋆
Odiado por muchos y admirado por otros; temido por todos era el capitán Miguel O'Hara, pues incluso hasta la muerte de la piratería en el continente, los marineros siguieron contando su historia hasta los días de un nuevo siglo.
El sol se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo de dorados y naranjas mientras las olas del mar susurraban suavemente. En medio del vasto mar del Caribe, bajo la mirada de lo divino, navegaba el temerario capitán pirata, hombre fiero y audaz de usanza que gobernaba con mano firme una flota de más de ochenta barcos. Pero a pesar de todo, La venganza de la reina Gwendolyn siempre sería el navío de su preferencia.
Era una noche tormentosa cuando el destino decidió jugar sus cartas y cruzar los caminos del hombre con el de Dios. Las olas enfurecidas golpearon un frágil navío, y de él, hubo un único sobreviviente. El viento aullaba y las nubes negras parecían anunciar su tragedia inminente, un idilio de amor prohibido.
Miguel divisó a lo lejos un destello de vida en medio de la tormenta. Ordenó a su tripulación que se acercara rápidamente para rescatar al joven náufrago de las garras del mar embravecido. El hombre, exhausto y confundido, despertó en el camarote del capitán. Su mirada se encontró con los ojos rojos, oscuros y penetrantes del pirata, quien lo observaba con curiosidad.
──Has tenido mucha suerte── dijo Miguel, su voz llena de asombro, pues el joven parecía no tener ni un solo rasguño. El barco en el qué viajaba estaba completamente deshecho, apenas podía sostenerse en el agua y no había rastros del resto de su tripulación. ──Bienvenido a bordo. Soy el capitán O'Hara, ¿Cuál es tu nombre?
──Peter── se limitó a responder el joven aún algo desorientado, como si fuese la primera vez que usaba su voz.
La tripulación de La venganza de la reina Gwendolyn acogió a Peter con calidez y camaradería, y poco a poco, el joven náufrago encontró su lugar entre los viles piratas. Desde su llegada, el oro parecía desbordarse de las manos de Miguel, cada incursión resultaba exitosa, los vientos siempre soplaban a su favor, y el mar parecía rendirse ante ellos, obedeciendo dócil a su voluntad. Era como si tuvieran la bendición del mismísimo Calypso, el dios del mar.
Quizás así era, quizás Calypso había observado a Miguel durante tanto tiempo que enamorado del temario y audaz capitán pirata, decidió tomar una forma mortal para poder estar cerca de él.
[...]
Miguel miraba fijamente el oscuro horizonte, perdido en sus pensamientos. Llevaba horas en el timón, incapaz de apartarse como si de eso dependiera su vida. El resto de la tripulación descansaba, y Miguel no podía dormir bajo aquella sensación qué lo embargó desde la primera vez que puso pie en un barco.
