De espadas y encuentros

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Brandon caminaba con seguridad por las caballerizas del castillo luego de haber alimentado a su amigo Remo, un caballo particularmente inteligente, en cuanto a lo que él sabía de caballos. Y puesto que el rey Maximillian tenía un gran aprecio por el padre del caballo, Rómulo, que había muerto de viejo muchos años atrás, a Remo se lo trataba de una manera por demás singular.

El chico cruzó hasta la arena de entrenamiento, donde muchachos y muchachas de diferentes edades practicaban con la espada. Más allá se encontraban los blancos para tiro, donde divisó al general Tristán entrenar a una nueva partida de caballeras.

Avanzó sin prisa levantando polvo con sus botas, cuando escuchó la voz de Ofelia bramando a todo pulmón.

—¡Brandon Cornelio Vetagrís, ven acá en este instante! —La caballera lo miraba furibunda y supo que se le venía una gran reprimenda, pues se suponía que tenía que participar de los juegos con espadas de aquella tarde, tarea que si bien le agradaba no se le hacía demasiado prometedora con ese calor insoportable de mediados de verano.

—Deja de gritar Ofelia, pareces una loca.

—Me vuelves a llamar loca y vas a sentir mi espada en tu garganta —amenazó, apuntándole con su arma, obligándolo a caminar hasta el espacio delimitado que se encontraba a su derecha. De mala gana el muchacho se puso su casco y tomó una de las espadas que se encontraban sobre el mesón.

Frente a él ingresaba una chica con el rostro cubierto y una actitud bravucona y desenfadada. Brandon no la reconoció y supuso que debía ser una de las nuevas reclutas que llegaba de las tropas del sur.

Sin perder tiempo, Ofelia dio el vamos y la pelea comenzó.

La chica era talentosa con su arma y blandió la espada con agilidad provocando más de un sobresalto por parte del chico. Pero por muy talentosa que ella fuera, Brandon era perspicaz y sabía cómo distraer a su enemigo, por lo que en una de las florituras de la espada de la muchacha, quien claramente gustaba hacer gala de sus elegantes movimientos, el chico aprovechó su excesiva parsimonia derribándola con una zancadilla contra el suelo.

La chica cayó de espaldas, quedando sin aire y Brandon hizo una reverencia al público, quienes lo aclamaban divertido por la pelea más corta que hubiesen visto en mucho tiempo. La chica lo observó indignada y rechazó la mano que esté le tendía incorporándose sola sobre sus pies. Quitó su casco al tiempo que Brandon repetía la acción, para dedicar el apretón de manos que la cortesía entre caballeros requería.

La muchacha contempló los rasgos agradables del chico, cuyos ojos cafés eran bastante grandes, dándole un aspecto inocente muy convincente y cuyo cabello castaño parecía dispararse en todas las direcciones posibles. Una marca de nacimiento alargada cruzaba su pómulo y la chica se encontró mirándolo como boba.

Sintiéndose un poco idiota estiró su mano para estrechar la de su contrincante.

—Soy Brandon —dijo el chico, quien miraba con agrado la nariz de la muchacha, un poco grande para su rostro aunque elegante igual que sus movimientos. Ella tomó un mechón de su cabello rubio poniéndolo detrás de su oreja y fijó sus ojos azules en los del muchacho, estirando también su mano y encontrando la de él.

—Mi nombre es Aura.

A lo lejos, sobre una de las torres del castillo, contemplaba la escena divertida un hada madrina que en su mano sostenía un anillo que, después de veinte años, brillaba una vez más.

A lo lejos, sobre una de las torres del castillo, contemplaba la escena divertida un hada madrina que en su mano sostenía un anillo que, después de veinte años, brillaba una vez más

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De Príncipes y Caballeras - Los Seis Reinos #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora