35. El deseo.

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—No creo que estés en posición de exigir ¿o si? —dijo irónico—. O te los quitas o me voy, simple.

    Suspiré rendida sintiéndome gravemente humillada y viendo cómo él me observaba burlón.

    No podía pensar muy bien en las cosas porque la ebriedad no me dejaba. Me quité el pantalón mojado rápidamente y a su vez tapándome con el saco de Jake para que no me viera mis bragas. No me pasó desapercibida la mirada llena de deseo que me regaló e instintivamente rodeé los ojos.

Ellie ya se había montado en la camioneta en los asientos traseros y yo terminé por cubrirme con el gigante saco de Jake para luego sentarme en el asiento de copiloto con él burlándose de mí.

—No tengo idea de porque te cubres si ya he visto cada rincón de tu cuerpo —murmuró Jake aún sin avanzar—. Pero quiero pensar que es por los demás.

—Te equivocas —corregí indignada—. Lo menos que quiero ahora es que me veas específicamente, tú.

—¿Y besarte? —cuestionó divertido y negué inmediatamente sabiendo que era mentira mi desaprobación—. Que lástima, porque yo sí.

No me dio tiempo de reflexionar porque sus manos tomaron mis mejillas rápidamente y sus labios cayeron en los míos.

Quisiera decir que no le correspondí, que lo aparte y lo golpeé. Pero sería mentirme a mi misma, había deseado que lo hiciera desde que comenzó la noche y hoy estaba más irracional que nunca.

Fue un beso profundo, feroz y lleno de deseo, mis manos se fueron a su cabello y una de las suyas a mi cadera, apretando con fuerza y un leve jadeo salió de mi boca para ser atrapado en la suya. El mundo se me había olvidado y por lo tanto las personas que estaba presentes también.

Su lengua se adentró al fondo de mi boca entrelazándose con la mía y la excitación apareció provocando que mi cuerpo deseara más del suyo.

Hasta que no solo uno sino varios carraspeos incómodos nos hicieron separarnos con la respiración agitada y me quedé confundida como todos se echaron a reír elogiando al conductor. «No debí hacer eso» Pensé. Pero ya era tarde para eso.

Me limpié los labios rápidamente y vi como él se mordía los suyos propios viéndome descaradamente mientras los demás hablaban entre sí.

—Con que mucho asco —musitó sarcástico—. Se notó bastante.

—No tanto como tus celos —revelé sin pensarlo—. ¿O vas a decir que no?

—Por supuesto —se encogió de hombros poniendo en marcha el auto—. Estoy muy celoso.

    Su clara ironía era muy evidente como para no darme cuenta de que estaba equivocada, pues había insinuado que no sentía celos, y saberlo solo empeoraba más mi situación. No quise hablar más, él tampoco lo hizo.

    Me había besado después de todo, y aunque no quisiera admitirlo; En realidad muy en el fondo me conformaba con eso a pesar de que sabía que no sentía nada más que atracción por mí.

   Era muy cruel de mi parte hacerme esto a mi misma, pero ya no aguantaba, ya no podía resistirme a él, mis sentimientos estaban a flote, y más ahora que el alcohol estaba por mis venas. Ahora entendía cuando todo el mundo decía que los borrachos decían la verdad, pues era como un suero de la honestidad.

Lo vi sacar una botella de whisky de la nevera de la camioneta y sirvió en un vaso, pero lo que no me esperaba es que me lo entregara a mí.

Acepté el vaso sin decir nada, me tomé casi toda la mitad del trago porque necesitaba olvidar lo que estaba sintiendo ahora mismo.

A media noche, empieza nuestra noche © #1 AmedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora