42. New Paltz.

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—Anda, no seas así Jake —rogué de nuevo—. La he dejado sola con Giorgio tanto tiempo.

—Que no le pasará nada a la rata si la dejas otro tiempo...

—No, la quiero conmigo, es mi mascota, no de Giorgio —me crucé de brazos en el auto—. Además quiero cambiarme de ropa.

—Cambia de excusa, la ropa de Gina es nueva —mencionó él negando—. Y de Europa.

—Me queda muy ajustada, anda, vamos —hice un puchero y él se rió—. Te juro que no me tardo nada.

—Vaya ¿En serio? No me lo creo —rodeé los ojos y me encogí en el asiento—. Vale, pasaremos por tu casa primero, pero si tarda más de una hora te dejo botada.

—Bueno, igual el que quiere salir eres tú —me encogí de hombros y él me vio fingiendo sorpresa—. Ya, está bien no me tardaré.

—Como digas —dijo sin creerme.

     Cuando llegamos a mi departamento insistí en que se quedara en el auto, pero no acepto, subió conmigo y lo primero que él observó fue la cocina y la encimera.

    Se quedó callado por un momento y luego me volteó a ver.

—¿Qué? ¿Creíste que era mentira?

—Así es.

    Me decepcionó su respuesta, pero no le tome mucha importancia, sabía que la confianza aún tenía que formarse entre nosotros.

    Por lo que decidí ir a la habitación de Giorgio, el cual estaba plácidamente dormido junto al mismo chico con el que lo había visto tener relaciones. No quise despertarlo, pero fue inevitable con mi cachorra entre sus brazos.

—¿Zorra? —sonreí cuando me vio con ojos entrecerrados—. ¿Te vas a llevar a ratita con su papá adoptivo?

Me eché a reír—¿Quién se supone que es el papá adoptivo?

—Ay por favor, no te hagas la mustia, es obvio que empieza con p y termina en oro —volví a reír, pero esta vez su amigo se removió y yo lo observé confundida—. No te preocupes, solo es otro que me romperá el corazón, tranqui, no es nada nuevo.

—¿Estás saliendo con él?

—No, por eso me romperá el corazón —dijo tranquilamente—. ¿Qué tal te fue con pipí de oro? ¿Ya se te ha declarado?

—No ¡Pero ya vamos a tener una cita! —contesté entusiasmada con la Ratita entre mis brazos y él hizo una seña de que hiciera silencio—. Oh lo siento, lo siento.

—Bueno, zorra, alguno de los dos tenía que ser feliz —comentó con una sonrisa triste y se me fue imposible no hacer una mueca—. No te preocupes por mí, anda, ve con tu pipí de oro bebé, te lo mereces.

Terminé por cambiarme de ropa, a un pantalón de vestir beige, una blusa blanca holgada transparente, unos tacones negros y un bolso del mismo color, combinado con el collar para mi ratita,

Al salir a la sala con la cachorra en brazos, Jake me sonrió y me regaló un beso.

—Somos afortunados.

A media noche, empieza nuestra noche © #1 AmedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora