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La palabra muerte siempre me ha dado mucho miedo.

Hace unos años, una gran amiga mía con la que verdaderamente me sentía feliz y a gusto murió de la noche a la mañana, la pobre se fue para siempre sin llegar a los quince años.

Mi pobre niña, mi pobre amiga. ¡Cuánto tenía por vivir!

Lloré su marcha durante tanto tiempo, que creo que aún sigo haciéndolo cada ve que la recuerdo. Y lo seguiré haciendo hasta que tarde o temprano tome su mismo camino, pero esta vez, por decisión propia.

Mi pobre niña, mi pobre amiga. ¡Cuánta felicidad le esperaba!

Cartas de una chica suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora