The Great war

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— Si se está yendo por lo que dije, lo lamento mucho, no era mi intención, no se vaya y no me odie. — Chaeyoung se aferro al cuello de la mayor en un abrazo que su cerebro no había dado la orden pero su cuerpo sentía la necesidad de estar pegada a la japonesa que por cierto también había correspondido a aquel torpe abrazo.

La japonesa al escuchar aquellas palabras frunció el seño intentando entender a lo que se refería. — ¿De qué dibalos hablas? — Cuestionó con irritación mientras tomaba de la cintura a la menor para alejarla de su cuerpo y así poder seguir hablando y quizás así terminar con esto ya que lo único que deseaba ahora mismo es ir a su habitación y llorar hasta que Sana volviera y ahí quizás pedirle explicaciones.

— Sé que dije que no era mi tipo, pero fue una broma. —

—¿Es una broma? ACABO DE PASAR DOS HORAS MIRANDO CÓMO MI NOVIA, EL AMOR DE MI VIDA SONREÍA Y CONVIVÍA CON UNA MUJER QUE NO ERA YO... ni siquiera es que me lo contaron, yo estaba ahí. — La voz de Mina era grave cuándo gritaba haciendo helar la sangre de la más jóven a tal punto de dar un par de pasos hacia atrás, bueno quizás Mina no la iba a odiar por lo primero quizás sí por ser la gota que derramó el vaso.

— No tiene que comportarse cómo una idiota no es mi culpa que su novia sea una imbécil. — Chaeyoung no era una mujer dócil que agacha la cabeza cuando alguien le habla mal, así que sin más paso por un lado de la pelinegra, su cuerpo estaba temblando nunca había sentido tanta energía en una sola persona, parecía que los sentimientos de Mina eran más intensos que los de cualquiera, por un segundo chaeyoung pensó que entonces la japonesa sabría amar muy bien, con esa intensidad que solo se ven en las películas o en los libros de romance. — Recuerda Chaeng, es una idiota, y no la queremos volver a ver. —

Chaeyoung miró una última vez hacia atrás pero solo se encontró con una calle vacía lo cuál hizo a su corazón doler de alguna manera incomprensible, pero no había nada más que hacer, fuera lo que fuera y aunque su corazón dijera que conocía a esa mujer mejor que así misma era todo lo contrario, aquella pelinegra de ojos azur era una completa extraña que además tenía una idiota cómo pareja, si antes de conocer que la doctora Minatozaki tenía de pareja a la mujer de sus sueños ya le caía mal porque no le daba buenas vibras, después de ver todo lo que estaba sucediendo quería ir a golpearla y quizás de paso también golpear a la señorita Myōi por no darse cuenta de las red flags que emanaban de aquella castaña con cara de que no le hace daño ni a una abeja.

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La reunión después de varias horas todavía no había concluido, a lo que Momo agradeció pues llegar tarde era una de sus características, con su mirada y una gran sonrisa analizó a las personas del lugar en busca de sus dos mejores amigas.
— ¿Se fueron y no me dijeron? — Los nervios de la nipona hasta qué entre un grupo de personas escuchó la linda risa de su amiga de ojos color avellana, sin perder más el tiempo comenzó a caminar hasta la dirección de la cuál la voz de su menor emanaba deteniéndose en seco al ver lo feliz que estaba su amiga con alguien que no era su pequeño pingüino de compañía...

— Ay no, no, no, no, más te vale que no, Minatozaki Sana. — Antes de hacerle notar su presencia Momo espero unos largos veinte minutos para ver de lejos cada acción de su estúpida mejor amiga, hasta que no aguantó más y decidió no torturarse más.

La mayor del trío de mejores amigas salió con pasos apresurados del lugar golpeando en el caminano a una pálida señorita.
— Lo siento, no fue mi intención. — Tocó el hombro de la joven con sus manos y su ojos rogaban piedad para que la mujer no fuese a comenzar una pelea o algo por el estilo.

—No se preocupe, la perdono porque es linda. — Momo apretó los labios al escuchar las palabras de la pálida y hermosa mujer y solo respondió con una leve reverencia para volver a su camino.

Ya en la calle la mujer de melena tan negra cómo el carbón sacó su celular buscando entre sus contactos el de su amiga más joven.
—Mina... hay cosas que tengo que contarte, pero no puedo hacerlo por teléfono... sí, no, tiene que ser hoy... bien, entonces voy a tu casa. —

No quería iniciar una guerra entre sus mejores amigas pero Momo era firme cuando se trata de sus principios y estaba totalmente segura de que si la situación fuera al revés ella haría lo mismo, porque amaba a esas dos mujeres cómo a su familia o a la comida, así que con todo lo que vió repitiéndose en su cabeza siguió conduciendo por un largo tiempo entre las calles de Tokio en busca de su mejor amiga.
Por fin después de unos terribles cuarenta minutos, (que deberían de ser cómo veinte pero el tráfico en la gran cuidad se lo impedía) Momo pudo llegar a la gran casa que Mina compartía con Sana dónde lo primero que la recibió fue su guardia de seguridad el cuál la saludo con una sonrisa y una reverencia pues tenía claro quién era la mujer y los privilegios que tenía ella frente a todo el personal de Mina.

— Pingüino, he llegado. — Su voz se esparció por toda la habitación hasta que de las escaleras vio bajar a uno de sus más grandes amores y ahí fue dónde su corazón se estrujó porque sabía que ella sería quién rompería su corazón y por supuesto que no quería, nunca lastimaría por gusto a sus dos grandes amores.

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Alguien va a aprovechar que miss Myōi anda enojada (ojalá yo)

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Alguien va a aprovechar que miss Myōi anda enojada (ojalá yo)

Better than Revenge | Michaeng Donde viven las historias. Descúbrelo ahora