[Archivo 14]: Un perdón vale más que un adiós.

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—¿Eh? ¿Dónde estoy? No puedo moverme...

Los ojos de Danny se abrieron lentamente, pero su visión estaba tan borrosa que no podía distinguir nada a su alrededor.

Peele Monkey se acercó para verlo más de cerca.

—¡Buenos días, princesa! ¿¡Has dormido bien!?

—¿Eh? ¿Quién está ahí?

Peele Monkey se giró hacia el doctor.

—¿Qué le pasa? ¿No puede vernos?

Damian se puso a preparar una jeringuilla.

—Es un efecto secundario de la sobredosis. Esto debería funcionar.

El doctor le clavó a Danny la jeringuilla en el pecho e insertó rápidamente su contenido, lo que hizo que el joven despertara por completo de un espasmo.

—¿¡Qué habéis hecho conmigo!? ¡Soltadme!

Peele Monkey se acercó al joven.

—Oye, tranquilo. Solo quiero jugar un rato contigo.

—¿¡De qué hablas!?

Damian interrumpió a los otros dos.

—Dime, Daniel. ¿Sabes lo que es un orbe de arcángel?

—¿Las esferas que te otorgan poderes?

El doctor preparaba algo sobre una mesa mientras conversaba con Danny.

—Bueno... Algo así. 

Damian reveló que en su mano tenía una de estas esferas.

—Esto es un orbe de arcángel.

Peele Monkey intervino mientras sonreía simpáticamente y mostraba que en su collar colgaba otra de estas.

—¡Yo también tengo uno! ¡Por eso tengo poderes geniales!

Danny se retorcía intentando librarse de las esposas que lo mantenían preso a su asiento.

—¿¡Y qué con eso!? 

El doctor se acercó a la silla de Danny y sonrió de manera psicótica.

—¿Tú también quieres poderes geniales, Daniel?

Danny se asustó e intentó apartarse todo lo que pudo del señor.

—Solo quiero irme de aquí, por favor.

Damian tomó un puñal de una mesa y respondió al joven.

—Lo siento, pero me temo que eso no va a ser posible.

A la vez que esto ocurría, Jhonny trataba de reencontrarse con Cuero visitándolo a su casa. 

—¡Chaval! ¿¡Estás ahí!?

A pesar de estar golpeando la puerta con fuerza, no hubo respuesta por parte del aspirante a detective.

—¡Vamos, abre la puerta! ¡El ángulo del pomo es diferente al que había cuando dejamos la casa ayer! ¡Sé que estás ahí!

Con esta declaración, el detective al fin obtuvo una respuesta.

—Puede irse, señor Walker. No seguiré dejando más muertes tras mis pasos.

—Escucha, solo quiero hablar. 

—¡No hay nada que hablar, señor Walker! ¡Asesinaste a todos los bandidos cuando sabías que eras capaz de rescatarme pacíficamente!

El detective se sentó en el porche.

—Era la forma más segura de no dejar cabos sueltos.

—¿¡Qué va a saber un cerebro podrido por el alcohol como el tuyo!? ¡Puede que seas muy inteligente, pero la ética es importante para mí! 

El Paladín de Sangre: Lluvia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora