[Archivo 32]: Bucle efímero.

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—¿¡A dónde diablos crees que vas!?

La camarera se molestó mucho al ver que un hombre adulto entraba a su local acompañado de una niña.

—No se admiten menores. Esto no es un parque escolar.

El agente del gobierno se acercó a la barra, movió dos banquetas e hizo que Trix se sentara a su lado.

—Si no quieres problemas con el gobierno, te recomiendo que te metas en tus propios asuntos.

La camarera levantó las manos a modo de disculpa y miró hacia otro lado decepcionada.

—¿Qué queréis?

El hombre respondió mientras se acomodaba la corbata.

—Pónganos dos vasos de su mejor licor.

La joven se acomodó en su banqueta.

—Pero, señor S, soy menor.

Mientras la camarera servía el alcohol, el agente del gobierno se apoyó con un brazo sobre la barra y se puso a conversar con la niña.

—Escucha, Trix. Vivimos en un mundo salvaje. Si no bebes, irán a por tu hígado. Si no fumas, irán a por tus pulmones. Hoy en día no podemos permitirnos llevar una vida de salud y bienestar. Deberías aplicar esto a tu ética primeriza.

Trix aceptó la bebida a regañadientes, pero se sintió asqueada por su sabor amargo.

—¡Está asqueroso!

El señor S se bebió el licor de un trago.

—Así es nuestra vida. Hacer lo correcto no siempre es gratificante. Pero al menos se nos otorga el derecho a acostumbrarnos.

Trix imitó a su mentor y engulló toda la bebida del tirón.

—¿Quién es? ¿Dónde está ese hombre?

El agente respondió sin mirar hacia el lugar al que se refería.

—La segunda mesa empezando desde la entrada. Parece que está solo, es un alivio.

El hombre dejó un billete de diez orios sobre la mesa y ambos se levantaron hacia el lugar indicado.

Al llegar, movieron dos sillas y se sentaron sin previo aviso. El hombre que ya estaba ahí sentado, se veía claramente borracho. Ni se inmutó cuando estas personas llegaron, se limitó a seguir bebiendo tequila a tragos.

—Habéis tardado mucho.

El señor S se llevó un cigarro a su boca y lo prendió.

—Buenos días, señor Gunn. ¿Sabes por qué estamos aquí?

El borracho dejó la botella sobre la mesa y se mostró claramente molesto.

—¡Oh, vamos! Los del gobierno tenéis ese ego desbordante que me resulta insoportable. No sois los únicos que sabéis como funciona el mundo. De hecho, sois los que menos lo entendéis.

El agente del gobierno se recostó sobre la silla.

—Entonces, no hagas esto complicado.

—¿Vais a acabar con mi vida por haberme encontrado con una esfera y ni siquiera vais a preguntarme?

Trix decidió formar parte de la conversación.

—¿Preguntarte qué?

Gunn sacó un orbe de arcángel de uno de los bolsillos de su cazadora, tenía el tamaño de una pequeña bola de cristal.

—Esto no es un poder otorgado por los dioses. Esto es una maldición.

El señor S se colocó de manera defensiva, alerta ante un posible ataque.

El Paladín de Sangre: Lluvia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora