[Archivo 37]: La Rosa Negra.

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Eran las siete de la tarde cuando Danny y Cuero llegaron al cabaret "La Rosa Negra".

—¿Es aquí?—Preguntó Danny mientras observaba la entrada.

—Si aquel viejo verde no nos mintió, debería de ser ese local.— Contestó Cuero mientras señalaba al lugar hacia el que Danny ya estaba mirando.

La entrada estaba compuesta por una gran puerta sobre una plataforma negra. Encima del marco había un cartel con el nombre del local en cursiva, acompañado del dibujo de una rosa negra llena de espinas. Del interior salía una luz roja brillante y un humo espeso. Un hombre forzudo ejercía de vigilante y sólo dejaba pasar a aquellos que pagaban una tarifa o demostraban ser personas importantes.

Danny se volvió hacia Cuero.

—¿Cómo vamos a entrar? No tenemos dinero y tú eres demasiado joven para pasar.

—Ve tú, yo me las arreglaré para colarme por algún lado.

—¿No me has oído? No tengo dinero.

Cuero empezó a observar el entorno, moviendo las pupilas de sus ojos a alta velocidad, hasta que consiguió fijar un punto concreto.

—El tejado del edificio de al lado. Si te fijas, la madera de la parte superior del Cabaret está algo corroída. Podemos romperla con facilidad de un golpe. Solo tenemos que llegar a la azotea contigua, que es algo más baja.

Danny tardó unos segundos en darse cuenta de a qué se refería su amigo.

—¿¡Acabas de razonar todo eso en un instante!? ¡Aquí tenemos al futuro Jhonny Walker!

Cuero se sonrojó un poco y comenzó a caminar hacia el local que había justo al lado del cabaret, una tienda de zapatos.

—Ahí pone que cierran a las ocho y media de la tarde, tenemos tiempo.

—¿Pero cómo piensas llegar a la azotea?—Preguntó Danny inquieto.

—Ya se nos ocurrirá algo.

Ambos llegaron a la tienda, donde un anciano con apariencia amable los recibió al entrar.

—¡Oh! ¡Nuevos clientes! Pasen, pasen. Sean bienvenidos.

Danny fue el primero en entrar.

—No... Mire, señor. No queremos comprar nada, resulta que-

—¡Oh! Así que solo venís a ojear a mis preciosas sobrinas ¿Eh, pillines?—Interrumpió el anciano mientras se masajeaba la abundante barba.

Cuero entró detrás de su amigo.

—¿Sobrinas? No venimos a ojear a ninguna sobrina.

El anciano empezó a sacar zapatos de debajo del mostrador.

—Estas son Sarah y Jenny. Son preciosas, ¿verdad?—Preguntó mientras acariciaba dos mocasines de cuero marrón.

Danny y Cuero se miraron entre ellos extrañado mientras el hombre seguía sacando más y más zapatos.

—Estas grandotas son Bertha y Lola. Tienen un tacto refinado para ser unas botas de calle.

Cuero finalmente rompió su silencio.

—Disculpe, señor. Nosotros queremos llegar a la azotea del edificio ¿Nos podría ayudar con eso?

El anciano se alteró.

—¡Oh! ¡De ninguna manera! ¡Para llegar a la cima tendríais que atravesar esa puerta y pasar por mi casa! No permito que cualquier persona se pasee por mi hogar como si nada.— Exclamó mientras señalaba un acceso que había en el fondo del local.

El Paladín de Sangre: Lluvia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora