[Archivo 23]: La petaca de metal.

26 3 2
                                    

Jhonny ayudó a Danny a caminar hacia la salida del laboratorio.

—¡Vamos, tenemos que irnos!

La copia de Haruko cogió la bolsa con su nombre y salió también. Cuero fue el último en seguir al resto.

El detective dejó a Danny, que apenas podía caminar por sí mismo, en los brazos de la samurái.

—Id saliendo. Mañana a las nueve nos encontraremos en la taberna. Ellos te sabrán guiar.

Los otros tres, a pesar de dudar por un instante, dejaron Jhonny atrás al escuchar unos disparos que provenían de alguna zona de la mansión. El detective fue hacia el patio central superior.

Mientras, tanto, el grupo de Cuero, Danny y la copia de Haruko llegaron a la salida del edificio, donde se encontraron a un oficial de la policía local de Néscora. Cuero, al verlo, se escondió rápidamente.

—Mierda. Es el agente Lauren. No puedo dejarme ver.

El policía sacó un arma de fuego y apuntó hacia la samurái y hacia Danny. Se asustó mucho por la apariencia actual de la mujer.

—¡Manos arriba!

La copia de Haruko dio dos pasos al frente y, difícilmente, desenvainó su katana.

—Aparta del medio.

El agente apuntó a la cabeza de la mujer y disparó tres veces. Los disparos impactaron uno en la frente, y los otros dos en ambas mejillas. Sin embargo, al ver que la samurái no perdía la compostura, se echó a correr.

—¡Maldito monstruo!

Los tres se las arreglaron para salir de ese lugar sin ser atacados por las autoridades o por los guardias de Peele Monkey. Por otro lado, Jhonny consiguió llegar unas tres horas más tarde al piso en el que vivía. Venía del garaje que tenía a su nombre, y llegaba arrastrando sus piernas dando pasos muy accidentados.

—Mierda. Soy un maldito viejo oxidado.

Abrió una puerta de madera vieja y corroída,  y se adentró en un piso de una única habitación, en el que la limpieza y el orden destacaban por su ausencia. Estaba lleno de botellas de whisky vacías y piezas de ropa esparcidas al azar por encima del mobiliario, o mismamente del suelo.

Se acercó a un sofá que había en la parte central del pequeño salón y se tumbó encima de varias chaquetas y calcetines usados.

—Ha sido un día muy largo.

En ese momento, una lágrima empezó a salir de uno de sus ojos.

—Esta vez lo he conseguido. Los he salvado a todos.

Una expresión de melancolía, fundida en profunda tristeza, fue la protagonista en el rostro del detective en ese momento.

—Igual esto no me ha sentado tan mal después de todo.

Giró la cara para acomodarse en el viejo sofá, y vio una botella de whisky a la que aún le quedaba algo de contenido. Estiró su brazo, la cogió, y se puso a mirarla de cerca. La abrió y la alzó sobre su boca. Sin embargo, justo antes de dar el primer trago, recordó algo que le hizo estremecerse a sobremanera y que su expresión se volviera de terror y arrepentimiento.

—La petaca... ¡Mierda!

Trató de levantarse rápidamente pero sus piernas no dieron más de si, por lo que cayó al suelo, se golpeó la cabeza, y, debido a la fatiga acumulada, quedó inconsciente al instante.

Unas horas más tarde, en la mañana del día siguiente, había un encuentro en un salón de belleza. 

Un hombre alto, guapo y repeinado estaba recibiendo un masaje capilar mientras recibía la visita de un chico más joven, que vestía con una camisa blanca y unos pantalones negros, además de llevar unas grandes gafas redondas y gruesas.

—Dime, Tippy. ¿Qué querías contarme?

Una mujer estaba frotando el cabello castaño del hombre, haciendo espuma con un champú mientras los otros dos charlaban.

El joven, con una voz sin sentimientos, casi robótica, contestó mientras se colocaba los anteojos.

—Parece ser que en el callejón de los huéspedes ha habido una masacre.

—¿Una masacre? Será un tema de bandas... No es mi problema.

—Ha habido bajas tanto de los Stinky Devils como de unos pandilleros locales. Es posible que haya habido una trifulca entre estos dos grupos.

El hombre se alteró al escuchar al joven y le lanzó un peine que había estado usando.

—¿¡Entonces para qué me vienes a molestar, Tippy!?

El joven se cubrió del ataque y siguió hablando.

—Tranquilo, señor Eagle. Mire esto.

Tippy le mostró al hombre una imagen que tenía guardada, la cual era un primer plano de la petaca que Jhonny había tirado en aquel lugar.

—Esta petaca... La he visto antes. 

—Exacto. Es la petaca de-

Eagle interrumpió al joven con un grito.

—¡Silencio, Tippy! ¡Estoy reflexionando sobre quién es el dueño de la petaca!

—Pero señor, la petaca-

—Juraría que la he visto antes...

—La petaca es de Jho-

—¡Jhonny Walker! ¡El antiguo dueño de la agencia Walker! ¡Es su petaca!

Tippy se colocó las gafas tras haberse dado por vencido en esa conversación.

—Y bien, ¿qué piensa hacer, señor Eagle?

—Pues, sabiendo que el mismísimo Jhonny Walker puede estar involucrado en el caso, esto se hace un poco más interesante.

El hombre, interrumpiendo el servicio que estaba recibiendo, se levantó y lanzó un maletín que había a sus pies a los brazos del joven y se fue a abrir la puerta de una sala contigua.

—¡Prepárate, Tippy! ¡Este es un caso de los gordos!

Tippy, que acababa de recibir el maletín al vuelo, se estaba colocando las gafas de nuevo.

—¡Sí, señor Eagle!

El hombre, con el pelo aún goteando, accedió a la sala que había al lado, donde una secretaria tomaba apuntes tras una mesa de despacho.

—¿Entonces va a investigar el caso, señor Eagle?

El hombre se acercó vacilón, se apoyó en la mesa con el brazo y le guiñó el ojo a la mujer. 

—Tienes buen oído, Blanca. Me gustaría saber qué otras cualidades tienes.

—Ni lo sueñes. Mandaré a Tippy a por datos. Usted mientras tanto póngase a investigar sobre el posible sospechoso.

Eagle se sintió decepcionado por el rechazo que había recibido por parte de la secretaria, pero no se desanimó y salió de la sala. 

—¡Tippy! ¡Ven aquí!

El hombre abrió el maletín que el joven aún tenía en sus brazos y sacó un sobre de este.

—Necesito que entregues esta carta al destinatario.

Tippy asintió con la cabeza y Eagle se puso a estirar como si acabara de levantarse de un sueño profundo.

—¡Ya puedo sentir los titulares! ¡La promesa Tony Eagle acaba con la carrera del mejor detective de todos los tiempos!

El joven aplaudió ante esta declaración y abandonó la sala de reuniones. Por otro lado, Eagle se sentó de nuevo para continuar con el masaje capilar.

—Habrá que estar guapo para la foto de cabecera.





El Paladín de Sangre: Lluvia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora