[Archivo 31]: Lágrimas de sangre.

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—Puedo dejaros aquí. No sé qué debe de estar pasando en ese pueblo pero debe ser algo importante...

Lukas y Wyrie se bajaron del carruaje. La joven agachó la cabeza como gesto de gratitud.

—Muchas gracias, señor.

El hombre se levantó el sombrero en un instante para despedirse.

—Que les vaya bien, caballeros. Y tengan cuidado.

Arreó a los caballos y se fue del lugar mientras silbaba una dulce melodía.

Lukas empezó a caminar siguiendo el sendero por el que habían llegado.

—¿Y hacia dónde tenemos que ir?

—Es simple, solo hay que seguir el sendero hasta el final. Hay un cartel enorme nada más llegar al sitio. Además cuando nos estemos acercando podremos oír el mugido de los bovantes en la distancia.

El pelirrojo sonrió y se puso a caminar ligeramente más rápido.

—¿¡Hay bovantes!? ¡Tengo que probar esa leche!

Wyrie se llevó una mano al rostro despreocupadamente.

—Eres de lo que no hay...

A medida que iban caminando, Wyrie le explicaba a Lukas el nombre de las diferentes plantas que se iban encontrando en el camino, y se sorprendía de la ignorancia del pelirrojo respecto a estos temas.

—Es que nunca salí de Néscora. Llevo en esa maldita ciudad muchos años ya.

La joven abrazó el brazo de Lukas y se pegó a él mientras caminaban.

—Está bien. Te va a encantar el pueblo. Te presentaré a mi familia.

Lukas se alteró y miró a Wyrie sorprendido.

—¿¡A tu familia!? ¡Siento que esto está yendo demasiado rápido!

La chica soltó una carcajada.

—¡Oh, vamos! ¡No pasará nada! ¡Les diré que eres mi compañero de viajes!

—¿Tu compañero de viajes?

Wyrie presionó su cabeza contra el hombro de Lukas.

—Sí. Mi fiel, protector, apuesto y llorón compañero de viajes.

—¿¡Llorón!?

La joven volvió a reírse. Con cada risa de Wyrie, el corazón de Lukas se estremecía y le hacía sentir que estaba viviendo un sueño.

—No vale. ¿Por qué tengo que ser un llorón?

—Vamos, ya te he visto llorar un par de veces desde ayer.

El pelirrojo miró pensativo al suelo por un instante.

—Eso es porque-

Pero, tras pensarlo mejor, decidió no revelar ningún dato sobre el robo.

—Es porque soy un llorón, tienes razón.

Al decir esto mostró una sonrisa tan amplia que todos su dientes fueron visibles. 

Wyrie lo abrazó con fuerza mientras seguían caminando.

Continuaron por severos minutos, hasta que un sonido a lo lejos, similar al ruido que hace una hormigonera en funcionamiento, llamó la atención de la chica.

—¿¡Oyes eso!? ¡Son los bovantes! ¡Estamos cerca!

Ambos empezaron a correr siguiendo el sendero hasta que vieron el enorme cartel. Lukas fue el primero en llegar.

Wyrie tardó unos diez segundos más, pero se quedó mirando hacia el pelirrojo, el cual miraba atónito el paisaje.

—¿Qué ocurre, Lukas?

—Esto...

Cuando la joven miró al frente, descubrió algo que hizo que no pudiera mantenerse en pie. Sus rodillas cayeron al suelo y rápidamente quitó su mirada del horizonte para llevarla al barro del terreno.

Frente a ella estaba una aldea destruida, las casas de madera estaban hechas añicos y los materiales de estas desperdigados por el suelo de todo el perímetro. Varias de ellas tenían su madera hecha cenizas y alguna aún emitía columnas de humo.

Lukas se acercó a Wyrie y la cubrió con sus brazos, para indicarle que no estaba sola.

—¿Qué ha ocurrido?

—No... No lo sé.

Varias lágrimas empezaron a salir de los ojos de la joven, la cual se levantó de golpe y empezó a correr hacia el interior del poblado.

—¡Mi casa! ¡Mi familia!

Lukas corrió detrás de ella.

Lo único que se podían escuchar eran los mugidos provenientes del ganado, el cual estaba ahora disperso por todo el lugar, pues hasta el vallado había quedado hecho añicos.

Wyrie gritaba al cielo a la vez que se quedaba sin aire de tanto sollozar.

—¿¡QUIÉN HA HECHO ESTO!? ¿¡NOS HAN DESCUBIERTO!?

Lukas no sabía que decir en ese momento. Se limitaba a seguir a la joven mientras su corazón se iba desgarrando con cada grito que escuchaba. Hasta que llegaron a una casa. La puerta estaba destrozada, sin embargo unas tablas habían caído tapando el agujero, impidiendo que ambos pudieran entrar.

Lukas ayudó a Wyrie a apartar los trozos de madera.

—Vale, ya deberíamos poder pasar.

Wyrie fue la primera en entrar, pero no sabía que lo que se encontró ahí dentro le iba a marcar de por vida.

Cuando Lukas entró lo primero que hizo fue mirar a Wyrie. La vio petrificada, con sus ojos clavados en la escena que tenía en frente. Entonces miró hacia delante, y lo que vio hizo que sus pulsaciones se aceleraran de sobremanera.

Había restos humanos por toda la sala, ropa destrozada y esparcida por el salón. Era imposible distinguir a quién le pertenecían ya sean las prendas o las partes del cuerpo que había distribuidas por el suelo de la gran habitación. Para colmo, un bovante que se las había arreglado para entrar en el lugar, estaba royendo unos huesos que parecían ser de alguna tibia de uno de los desafortunados residentes de aquel hogar.

Wyrie no se movió del lugar. Se limitó a agacharse y empezar a vomitar sin poder contenerse de ninguna manera. De sus ojos empezaron a salir lágrimas en abundancia, y se tuvo que llevar una mano al corazón y apretar el vestido que traía puesto con el puño cerrado.

Lukas no sabía qué hacer. Nunca se había visto en una situación como esta. Lo único que quería era empezar a llorar de nuevo. Llorar un día entero. Llorar sin pensar en otra cosa que no fuera seguir llorando. 

La desesperación de la joven llegó a tal punto, que empezó a tener espasmos, como si se estuviera quedando sin aire de tanto lamentarse.

Lukas finalmente reaccionó ante esto acercándose a ella.

—Vamos, tenemos que salir de aquí.

Wyrie no podía moverse. Quería aferrarse a la voz de Lukas, pero sus piernas no respondían. A pesar de eso hizo un esfuerzo enorme y, a pesar de caerse varias veces fue capaz de salir del edificio y tumbarse en el campo.

El pelirrojo seguía sin tener remota idea de como actuar en esa situación. De vez en cuando miraba a Wyrie, la cual siempre seguía retorciéndose. Pero sabía que, por mucho que quisiera, él no podía hacer lo mismo. Él no podía llorar en ese momento. Tenía que ser fuerte.

Al final, reunió todo el valor que le quedaba y se decidió a intentar consolar a la chica.

—Wyirie...-

Sin embargo, justo antes de continuar hablando, un grito proveniente del interior del pueblo hizo que se alarmara.

—¡Por aquí! ¡Parece que aún queda alguien vivo!



El Paladín de Sangre: Lluvia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora