[Archivo 5]: Gabardina de cuero.

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Al día siguiente hubo una gran revuelta en las calles de Néscora. Johan Rudolf lideraba al Partido Obrero de Solidaridad, que había organizado una manifestación a favor de los derechos de los ángeles, culpando al racismo humano del asesinato de su difunto compañero, David Cohen.

Terrance McHill, "Terry", que era el alcalde de Néscora y uno de los miembros más importantes del gobierno de Guernasca, había ordenado al cuerpo de policía cortar todas y cada una de las calles que dieran al ayuntamiento, debido a que él estaba en el punto de mira de los protestantes.

Se quemaron contenedores, se destrozaron locales, varias personas aprovechaban el caos para asaltar pequeñas tiendas y ese día los carteristas tuvieron el botín de sus vidas.

Detrás de todo el cúmulo de gente, en un carro tirado por dos caballos iba Johan Rudolf, el cual lideraba a gritos a la marabunta.

 —¡Acabaremos con todos los que obstaculicen el camino de la igualdad!

—¡No dejaremos que nos frenen!

—¡Ángeles y humanos!¡Somos iguales!¡Nadie se merece morir!

Cada grito que salía de la boca del político era vitoreado y acompañado con el sonido de algún molotov al aterrizar en alguna fachada.

Sin embargo, todos ellos fueron frenados cuando las autoridades antidisturbios llegaron montando a caballo para bloquear la calzada.

A gritos, los protestantes intentaron abrirse paso.

—¡Dejadnos pasar!

—¡Putos maderos!

Los policías, sin mediar palabra, desenvainaron sus sables y empezaron a arremeter contra la primera línea de manifestantes que, por cierto, eran todos humanos. Los ángeles, que se sentían en la obligación de estar presentes, odiaban el conflicto, y por ello permanecieron en la parte posterior de la revuelta.

Johan, tras ver esto, ordenó la retirada.

—¡No malgastéis vuestras vidas! ¡Volveremos mañana más preparados que hoy!

Mientras todo esto ocurría, Danny, cojeando, intentaba abrirse paso entre todo el cúmulo de gente.

—Joder, voy a llegar tarde... ¡No puedo llegar tarde!

Empezó a apartar violentamente a la gente que había en su camino, hasta que se encontró con un viejo conocido.

—¿¡Rata!?

—¿Danny?

Ambos se abrazaron de manera amistosa.

—Cuánto tiempo, Danny. 

—Y que lo digas. Estás hecho una bestia, Rata. ¿Has estado haciendo ejercicio?

—He vuelto al club hace unos días. Por cierto, aún no te he visto ahí dentro.

—Me echaron. No creo que pueda pasarme por ahí en un tiempo.

Rata miró a Danny con cara de pena.

—Igual puedo hablar con Puma y conseguir que te perdone.

—¿¡En serio!?

—Sí, intentaré organizarte una charla con él un día de estos.

—Bueno... Justo hoy iba a empezar una investigación, así que no sé si tendré demasiado tiempo.

Rata se extrañó.

—¿Una investigación?

—Sí, por el asesinato del ángel. He conseguido que el mejor detective del mundo nos ayude con el caso... De hecho... ¡Tengo que irme! ¡Adiós, Rata!

El Paladín de Sangre: Lluvia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora