[Archivo 4]: La risa de la hiena.

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—Entonces... ¿Me pones un vaso de whisky?

—Han roto al botella. No queda whisky, Jhonny.

Los cuatro pandilleros se levantaron uno a uno y fueron abandonando el lugar.

Danny se acercó al señor, que se había vuelto a sentar frente a la barra.

—¿Tú eres el reconocido detective Jhonny Walker?

—No me hables. No estoy de humor, chaval.

Danny acercó una banqueta y se sentó al lado del hombre.

—Necesito tu ayuda. Tenemos un caso que...

—¡Te dije que no quiero hablar!

Jhonny hizo un gesto de desdicha, indicando a Danny que se retirara del lugar.

—¡Es un asesinato! Mi amigo quiere resolver el caso pero los de la agencia no nos dejan intervenir.

—Suena como un problema vuestro. Yo he dejado el labor hace... Unos diez años. Y estoy muy bien así.

Danny echó una mirada al demacrado aspecto del adulto.

—Nadie lo diría.

Jhonny se giró hacia Danny y se levantó.

—Lo primero: no eres quién para juzgarme cuando hueles tanto a marihuana que el aroma me entra por los ojos. Lo segundo: no trabajo con yonquis. Lo tercero: he dejado ese mundo. ¿Te queda claro?

—¡Pero Cuero no es un yonqui!

El camarero intentó calmar el ambiente.

—Vamos, Jhonny. Dale una oportunidad al chico.

—Nunca hay que confiar en un drogadicto, Marvin.

El camarero sacó una botella de alcohol que había tras la barra.

—Mira, resulta que aún queda whisky. Si ayudas al chaval invita la casa.

Jhonny se quedó callado observando al camarero mostrar la botella. Danny agradeció al barman con un gesto con la cabeza. Tras unos segundos, el detective retirado rompió el silencio.

—Mañana, a las nueve de la mañana. Quedaremos aquí y me llevarás a ver a tu amigo. No quiero que él venga aquí y quiero que tú estés presente como mínimo diez minutos antes.

Danny agradeció a ambos y se retiró del local cojeando.

Esa noche, en la calle, tres de los pandilleros que se habían peleado con Jhonny llevaban al cuarto de ellos, que había quedado tan malherido que apenas podía caminar con ayuda del resto.

—Joder, la hemos hecho buena.

—Tenemos que decírselo a Leon, él hará algo, estoy seguro.

A medida que se iban adentrando en el centro de la ciudad iban bajando el volumen, pues no quedaba demasiado tiempo para que comenzara el toque de queda nocturno.

—"Danny". Es culpa de ese ratero de mierda. Por su culpa nos hemos llevado una buena.

—Leon no lo va a castigar, es demasiado bondadoso.

—¿Bondadoso? Ese hijo de puta vive colocado.

Tras unos minutos caminando llegaron a un callejón relativamente oscuro, donde unas escaleras descendían hasta una puerta oxidada pero discreta. Uno de los pandilleros la golpeó siete veces.

—Somos "Teco", "Wix", "RK" y "Newt".

Desde el otro lado de la puerta respondió alguien con una voz muy ronca.

El Paladín de Sangre: Lluvia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora