[Archivo 28]: Limpieza exhaustiva.

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Jhonny se encontró al día siguiente con Ricky y "El Ojeras" en su garaje. Los dos miraban mal hacia el hombre que les había llamado sin darles ningún tipo de información.

Jhonny, como de costumbre, estaba bebiendo whisky de una vieja botella.

—¿Dónde están Marvin y el pelirrojo?

Ricky se encendió un cigarro que sostenía con los labios.

—Marvin está buscando un local en venta. Parece que ayer no estaba bromeando.

—¿Y Lukas?

"El Ojeras" contestó con un rostro apenado.

—Ni idea. No hemos sido capaces de contactar con él.

—Bueno... Está bien. Sentaos.

Lejos de ahí, en un pequeño pueblo rural a unos pocos kilómetros de Néscora, una pequeña granja asomaba tras un bosque de árboles frondosos. Unos días antes de la reunión en el garaje, un hombre estaba ordeñando a un bovante.

Los bovantes son unos mamíferos con pelo abundante que cubre todo su cuerpo y con unos enormes cuernos que salen desde su cráneo. Son de un gran tamaño, ya que alcanzan los seis metros de altura si se ponen de pie. La leche de estos animales se usa de forma medicinal por sus efectos opiáceos. 

Por un estrecho camino que atravesaba la arboleda para dar a aquel pequeño hogar, un coche negro se acercaba dando tumbos con cada bache.

El granjero, al ver el coche, dejó de trabajar, se limpió las manos, y corrió a la puerta de su casa.

—¡Cariño! ¡Vete con los niños al sótano!

El coche paró frente la casa. De este bajaron un hombre adulto y una niña.

El hombre adulto tenía la mirada inerte, no parecía mostrar ningún sentimiento más que indiferencia. 

La joven, por otro lado, se mostraba curiosa por la experiencia. Tenia una larga melena negra y unos ojos inocentes, como los de un niño yendo a clase el primer día.

El granjero se acercó.

—¿Qué ocurre? ¿Sois del gobierno?

El hombre adulto colocó su mano esperando un apretón por parte del granjero.

—Así es. ¿Es usted Raph McEnroe? 

El granjero aceptó el saludo, pero se mantenía alerta.

—Sí... ¿Qué ocurre?

—Nos han llegado noticias de que en este pueblo hay cierto... ¿Cómo decirlo...? "Ápice revolucionario".

 El granjero apoyó su hombro en una de las paredes de madera de su casa.

—Pues no sé de qué me hablas... Mi familia no tiene nada que ver con esas cosas.

—Por supuesto. No osaría presentarme aquí a inculparle sin ningún tipo de prueba. Estoy seguro de que usted es un ciudadano ejemplar.

El agente del gobierno se acercó a la puerta de la casa.

—Si no tiene nada que esconder... Me dejará entrar en su casa. ¿No es así?

El granjero empezó a ponerse más y más nervioso.

—Preferiría conversar aquí fuera. El sol pega fuerte. Sería un desperdicio ir a dentro.

—Insisto. Es mi trabajo.

El agente abrió la puerta de casa y se adentró mientras el granjero lo seguía a la vez que le temblaban las piernas.

El Paladín de Sangre: Lluvia NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora