08. Fue solo un calentón.

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[ 26 de noviembre. 6:30 pm.
París - Francia]


Tom marcó el número de Andreas en un teléfono público. Utilizar este medio en vez un móvil, era una táctica para que sus llamadas no fueran rastreadas desde ningún lugar del mundo. Había acordado con él en llamarle cada dos días, y ahora más que nunca necesitaba informarle sobre los sucesos ocurridos en España.

Dos intentos y Andreas contestó.

—¿Tom? —preguntó de inmediato el muchacho desde la otra línea. —El rastreador está indicándome que estás en Francia.

—Llegué hoy hace seis horas. —respondió Tom.

—¿Me tienes noticias? ¿Cómo va todo?

—Tengo a Brook tal y como te lo prometí. Tan solo he tenido que hacer algunos cambios de ruta el día de ayer.

—¿Por qué? —cuestionó Andreas.

—Unos hijos de puta de origen ruso intercedieron el apartamento de Madrid. Tuve que sacar a la chica y a mí equipo de ahí cuanto antes.

—Demonios... —se quejó el chico contra el teléfono. —Espero que sepas bien lo que haces. —le dijo sin ánimos de molestarle.

—Siempre es así.

—Yo también tengo información para ti. —Tom escuchó como Andreas movía varias hojas en la otra línea. —Pues las cosas no van demasiado bien por aquí...

—¿A qué te refieres?

—Los índices han subido. El presidente convocó ayer a los miembros de la agencia para informar sobre eso. Si antes teníamos un aproximado de 15% contagiados, ahora tenemos más del 20% alrededor del mundo. Y no puedes imaginarte si quiera cuán grave es todo eso...

—Joder...

—Eso solo significa una cosa. Y quiero que lo sepas, porque me parece que es lo apropiado. Se trata de la chica, de Brook.

—¿Qué pasa con ella?

—Si bien el plan en un principio era hacerle algunos estudios con respecto a su ADN en los laboratorios, pues ahora se tornará un poco más complicado.

—¿Qué podría ser más complicado que eso?

—Pues hablamos de que ella sería el antídoto para alrededor de más de un millón de personas. Su sangre debe ser clonada infinidad de veces...y es probable que ella...

En ese momento, el sensor inalámbrico que Tom tenía en los bolsillos empezó a vibrar. Aquello solo indicaba que algo dentro del apartamento estaba saliendo mal. Y no quería ni imaginarse que estuvieran recibiendo otra vez la visita de alguna mafia rusa o de quién sabe dónde.

—Andy, tengo que colgar. Llamaré en dos días, si sucede algo, házmelo saber.

Entonces Andreas al otro lado de la línea, soltó un suspiro y concluyó diciendo:

—Vale, te mantendré informado.


~*~

Tom llegó al edificio con el revólver bajo su barbilla, alerta, muy alerta, por si las cosas estaban realmente jodidas como la noche en España. Pero cuando llegó a la puerta del departamento, todo alrededor parecía demasiado tranquilo, lo cual no sabía si significaba que podía confiarse o ser aún más precavido con su sistema de seguridad.

Giró las llaves y abrió el departamento, de inmediato desbloqueando la alarma que sonó una vez que estuvo dentro. Y todo parecía normal. Georg y Gustav jugaban Póker mientras fumaban porros, sentados en los sillones de la sala de estar. Pero no veía a Brook, aunque no se suponía que eso debía preocuparle, porque si ella no estaba presente no era precisamente porque estaba en peligro, si no porque... probablemente no quería verlo, no después de lo de anoche.

𝑨𝒏𝒕𝒊𝒅𝒐𝒕𝒆 ; 𝐓𝐨𝐦 𝐊𝐚𝐮𝐥𝐢𝐭𝐳 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora